Levanta Tu Cabeza: Gozo Cara a La Vergüenza
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About this ebook
La vergenza est considerada como el sentimiento ms insoportable de todos. La vergenza duele tanto que hacemos todo lo posible por quitar de nuestro interior el dolor que produce y para asegurarnos de que nadie ms sepa que la padecemos. Las maneras que usamos para ocultarla terminan dandonos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean, a la vez que pueden ser la raz de rupturas en las relaciones, conflictos en el trabajo, tensiones raciales y familias rotas. Al contrario que la culpa, que puede producir arrepentimiento y reconciliacin, la vergenza te conduce al aislamiento y, por eso, los problemas perduran.
Todo el mundo siente vergenza de vez en cuando, pero algunos viven constantemente bajo su sombra. Ya sea que t mismo has sentido el dolor de la vergenza o que quieres ayudar a alguien que la sufre, necesitas saber reconocer la vergenza y aplicar la solucin que Dios nos ha dado en Jesucristo.
Levanta tu cabeza te ayudar a descubrir lo que puede ocurrir detrs de las mscaras que dibuja la vergenza y te dar las claves para librarte de ellas. Al final de cada captulo hay preguntas de reflexin para ayudarte a digerir lo que has ledo. Las preguntas tambin son aptas para el estudio en grupo.
Carolyn E. Kerr
Carolyn Kerr es doctora en psicología clínica y tiene maestría en teología. Ha servido en el ministerio cristiano durante 39 años en Costa Rica, California y España. Es conferenciante. Durante varios años tuvo un programa semanal de radio y ha hablado por televisión. Ella y su marido, Edwin, tienen tres hijos y ocho nietos. Viven en Valparaíso, Indiana, y en Castilleja de Guzmán (Sevilla), España.
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Levanta Tu Cabeza - Carolyn E. Kerr
Derechos reservados © 2012 Carolyn E. Kerr
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Citas bíblicas son de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera, Revisión de 1960. Sociedades Bíblicas Unidas
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ISBN: 978-1-4497-5457-0 (sc)
ISBN: 978-1-4497-5458-7 (e)
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.: 2012909536
Stock fotos son de Thinkstock.
WestBow Press fecha de revisión: 06/04/2012
Contents
Agradecimientos
Introducción
¡Qué vergüenza!
Desde el principio
Es contagioso esto
Aspectos espirituales de la vergüenza
Jesucristo, hombre sano
Despojándote de la vergüenza
Sanidad en comunidad
¿Quién manda aquí?
Acerca de la autora
Bibliografía
Para Carlos,
quien preguntaba si después de todo no sería realmente el orgullo.
Lamento que la respuesta haya tardado tanto tiempo.
Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
Salmo 3:3
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2
Agradecimientos
Sería imposible agradecer a todas las personas que me ayudaron durante los doce años en que he trabajado en este libro. Sin embargo hay unas cuantas que se destacan.
Agradezco a José Garrido Llamas y a Anna Crandell los muchos días que trabajaron corrigiendo el manuscrito. Garantizo que los errores de gramática y sintaxis que encontrarás en el libro se introdujeron por los cambios que se hicieron después que esta pareja de cirujanos del lenguaje me transformaron el texto.
Aprecio mucho las contribuciones de Carmen Arjona Pabón, que tiene un don especial de decir las cosas como son de una manera que invita la aceptación.
Debo mencionar a los pastores Pedro Adorna Pallarés, Manuel Lauriño Villazán y Francisco Calvache Carretero que me animaron mucho.
En cuanto a la publicación, agradezco a Eugenio Orellana su trabajo en buscarme editoriales, y a mi hijo, Andy Kerr Tietz, por sus consejos en asuntos artísticas.
Sobre todo agradezco a mi marido, Edwin Kerr St. John, su apoyo y optimismo continuo, su disponibilidad para hablar, y su ayuda técnica. Sin él seguramente yo habría tirado la toalla hace mucho tiempo y habría consignado el libro al olvido en un archivo del décimo sótano de mi ordenador.
Introducción
¿Alguna vez has tenido la sensación de ser equivocado? No me refiero a que hayas cometido un error o hecho algo malo, necesariamente, sino a que descubres que eres precisamente lo que no quieres ser. ¿En algún momento has querido desesperadamente desaparecer en un hueco donde nadie te encontrara? ¿Dudas mucho en dejar que otras personas sepan cómo eres por dentro porque temes que si lo hicieras no les caerías bien?
Todo el mundo se siente así de vez en cuando, porque todos tenemos cierta cantidad de vergüenza en nuestra vida. Pero algunos viven con tales sentimientos diariamente. Y cuando el dolor de la vergüenza dura mucho y es constante, muchas veces es inmerecido, el resultado del trato que has recibido de otras personas, que te han avergonzado.
La vergüenza duele. Cuando yo era niña nunca pude averiguar por qué siempre me elegían como la última, por qué los otros formaban sus sociedades secretas y me excluían, por qué se reían de mí. Luego descubrí que yo podía hacer bien los trabajos de la escuela, y esto me consiguió que les cayera bien por lo menos a los profesores. Pero claro, como estrategia para ganarme amigos entre los compañeros era muy contraproducente. Empecé a andar a solas, no porque quería hacerlo, sino para evitar más dolor. La vergüenza puede conducir a la depresión, y durante los años de instituto luchaba con pensamientos de suicidio.
Obviamente no me suicidé. Encontré, por lo que en el momento me parecía casualidad, una salida de la vergüenza por medio de una relación personal con Jesucristo. No entendía mucho de lo que pasaba en mi vida en ese entonces. Años después, habiendo ya ayudado a otros a encontrar la fe y la libertad, y habiéndome doctorado en psicología clínica, empezaba a tener una idea mejor de lo que me había pasado. Mi motivo en escribir este libro es extender una mano a otros que tal vez estén dando traspiés como hacía yo, y señalarles dónde queda un sendero a la libertad de la vergüenza.
Puede ser que tú no sientes mucha vergüenza en tu propia vida, pero sí tienes que vivir o trabajar con gente que sí. Eso también es incómodo, especialmente si no te das cuenta que la otra persona está sufriendo, y te parece más bien que tenga orgullo e intenta controlarte. Este libro te puede ayudar a discernir mejor lo que pasa en aquellas de tus relaciones que requieren mucho mantenimiento. O tal vez estás en una posición de ayudar a alguien que lucha con la vergüenza y te vendrán bien unas sugerencias.
Es mi deseo que Dios use este libro como medio de sanidad y refrigerio para los que lo leen.
C.E.K.
Capítulo 1
¡Qué vergüenza!
Soy del norte de Estados Unidos, donde hace mucho frío en invierno. Una Navidad pedí a los Reyes que me trajeran patines para el hielo.
Me llegaron los patines, pero luego tenía el problema de aprender a usarlos. Había cerca de mi casa una charca que era perfecta para patinar cuando se congelaba. Los niños siempre se congregaban allí y se divertían durante horas. Era el lugar obvio para estrenar los patines.
Yo nunca me había acercado a la charca antes, así que con cada paso hacia la nueva experiencia andaba cada vez más lentamente. ¿Cuál sería la actitud de los otros hacia mí cuando vieran que no sabía patinar? ¿Cómo iba a soportar sus risas cuando me caía (porque seguramente iba a caerme muchas veces, indecorosamente y, posiblemente, me haría algún daño)? Cuando ya podía ver la charca, me paré detrás de un árbol donde no me vieran y miraba a los otros niños. Todos patinaban muy bien. Unos jugaban a hockey.
Era incapaz de acercarme más. Me quedé detrás del árbol unos 15 minutos intentando encontrar una valentía que no tenía, y volví a casa. Patinaría por primera vez unos 15 años más tarde después de pasar por una larga lucha conmigo misma y con mi vergüenza.
A veces la vergüenza aparece de otras formas: un joven que tiraniza a sus compañeros, una señora dulce que siempre ayuda a los demás, un presumido con un coche rojo que no cree que las leyes de tráfico puedan aplicarse en su caso, alguien que siempre tiene que ganar cada discusión, una ama de casa perfecta, o un chistoso que siempre sabe responder con un insulto. Todos, tal vez, sufren vergüenza.
La vergüenza es una emoción dolorosa que viene de creer que uno no es lo que debe ser. O peor, que es exactamente lo que no quiere ser. Por dentro sabe
que es deficiente, que no mide lo que debe medir. Le falta algo, tal vez algo que no se puede expresar con palabras. Que es inadecuado, que no puede, que no sirve. En lo profundo, algo le dice que no es aceptable. Cuando la persona se contempla a sí misma, no puede gozar de lo que ve. Siente vergüenza de sí misma.
Este sentimiento muchas veces no tiene nada que ver con la realidad objetiva, la realidad que perciben los demás. Personas capaces, bellas, inteligentes y populares se creen incapaces, feas, estúpidas y rechazadas.
Mientras otras personas le afirman y le expresan a uno su aprobación, no va mal, aunque estar bien con todo el mundo no cambia en nada su inseguridad interior. Pero si le critican, especialmente en público, o si le ponen en ridículo, el dolor es casi insoportable. El problema no es solamente que tiene dificultad en relacionarse con las personas que le critican. El problema estriba en su relación consigo mismo. Si estuviera seguro de sí mismo no le importaría tanto la opinión de otros. Pero por su inseguridad, la pregunta ¿qué dirán?
llega a tener mucha importancia; incluso la persona llega a ser prisionero de esta consideración.
Unos llaman esta falta de confianza en uno mismo la baja auto-estima. Pero este término realmente no explica de dónde viene este bajo concepto de uno mismo. Generalmente estriba en la tendencia a sentir vergüenza en muchas situaciones.
Uno diría que todo el mundo sabe en qué consiste la vergüenza, pues es una experiencia y una palabra bastante común. Sin embargo, hay confusión en cuanto a la comprensión del concepto. Por ejemplo, se confunde con el sentimiento incómodo que tenemos cuando nos metemos en una situación embarazosa. Hay dos diferencias entre estos sentimientos, una de grado y otra de enfoque.
Puedo sentirme desconcertada cuando dejo caer unas gotas de gazpacho en el delantero de mi blusa blanca durante una cena con gente importante. Puede que me incomode haberme equivocado en la forma de un verbo en español. Pero a lo mejor estas cosas, a pesar de la incomodidad que siento, no causan el dolor fuerte, casi insoportable, que es la vergüenza.
También en el caso de una situación embarazosa estoy incómoda porque otras personas me verán y pensarán mal de mí. El desconcierto social es algo exclusivamente social y público. En el caso de la vergüenza, sin embargo, no me fijo solamente en quedar mal delante de otros, sino en lo malo que soy. Es algo interior, con un posible aspecto social y público añadido.
Las investigaciones del psicólogo Michael Lewis muestran que la diferencia más notable entre la vergüenza y el desconcierto social es el nivel de intensidad. El desconcierto es algo superficial, pero la vergüenza es dolor profundo. A veces puedes notar la diferencia en las acciones de la gente. La postura del cuerpo de la gente desconcertada no es la de alguien que quiere esconderse, desaparecer o morir. Típicamente alguien desconcertado mirará en múltiples direcciones y luego apartará la vista con una pequeña sonrisita. Muy raras veces en un caso de vergüenza se verá desviación de la vista con una sonrisa.
Supongamos que yo hubiera logrado llegar a la charca, ponerme los patines, salir tambaleando al hielo y caerme de inmediato. Sin una carga de vergüenza en mi vida a lo mejor habría hecho daño tanto a mi orgullo como a mis codos, pero podría haberme reído un poco, vuelto a ponerme de pie, e intentado de nuevo. Con vergüenza, sin embargo, aunque los otros niños hubieran sido amables, yo habría escuchado una vocecita dentro de mi cabeza que me decía que era caso perdido y que lo mejor sería desaparecer dentro del hielo.
La vergüenza de que hablamos tampoco es la timidez natural que algunas personas tienen desde la infancia. Un temperamento tímido muy posiblemente es un asunto fisiológico, no el resultado de acontecimientos en la vida.
La confusión que tenemos entre los conceptos de la vergüenza y la culpa es de muchísima importancia. Solemos usar las palabras como si fueran sinónimos. Para describir cualquiera de las dos, la gente dice que se siente mal
, porque las dos son dolorosas. Se pueden llamar las emociones morales
, por su relación con los valores culturales o morales.
Pero no son sinónimos. La culpa es una reacción después de cometer una falta o pecado. Se relaciona directamente con algo que hemos hecho. Vemos que hemos hecho algo malo y nos dan ganas de reparar el daño, de pagar nuestra deuda con la víctima, si la hay, y de asegurar que no vuelva a pasar.
La vergüenza también puede ser una reacción a algo que hemos hecho, o bien a cualquier situación negativa. Nuestro enfoque en la vergüenza, sin embargo, no es en lo que hayamos hecho, sino en nosotros mismos. Pienso que soy mala persona por lo que he hecho. O al revés, creo que hice aquello porque soy mala persona. Me temo que todo el mundo piense que sea mala. Quiero desaparecer, que la tierra me trague. Me siento