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¿Cristiandad? Cristificación. Espiritualidad para Institutos Seculares Y Laicos
¿Cristiandad? Cristificación. Espiritualidad para Institutos Seculares Y Laicos
¿Cristiandad? Cristificación. Espiritualidad para Institutos Seculares Y Laicos
Ebook150 pages2 hours

¿Cristiandad? Cristificación. Espiritualidad para Institutos Seculares Y Laicos

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Los Institutos Seculares están en la Misión de la Iglesia, tan discretamente presentes, como el pan y el vino de la Misa. Pasan desapercibidos y desconocidos, como debe ser, pero son esenciales. Son la levadura de la santidad laical. ¿Se puede entender un Obispo, sin un poco de pan y un poco de vino? ¿y La Iglesia? ¿De qué sirve el pan y el vino si no se carga de todo, y alguien lo sube al altar? Incluso el sacerdote queda abajo. Solo el pan y el vino permanecen sobre el Altar hasta la pura CRISTIFICACIÓN. La vocación a consagrar la vida en un instituto secular es tan desconocida en lo que va de historia de la Iglesia, como la discreta presencia del pan y del vino en la celebración de la misa. Pasa desapercibida durante los ritos iniciales y durante la Liturgia de la Palabra. Pero cuando la celebración pasa de las palabras a los hechos de salvación, el pan y el vino se colocan en el centro, como medio y objetivo de salvación. En sí, es "poquita cosa", pero en al pan y el vino de la Misa, ha de colocarse todo. Literalmente todo. Lo que no vaya y no se coloque en ese pan y ese vino, quedará sin redimir. Y en el pan y el vino ha de ir todo el fruto de la tierra y del trabajo de toda la humanidad del pasado, del presente y del futuro. Cuando decimos todo, queremos decir absoluta y simplemente todo. La cara y la cruz de la moneda del valor de lo humano. Y esto hay que entenderlo en su verdadero sentido teológico, en la clave del Único Sacrificio y ofrenda de Cristo al Padre en el Espíritu Santo. No todos los obispos, sacerdotes y religiosos entienden esto en profundidad. El pan y el vino de la Misa y La Inmaculada del STABAT son esenciales para la Redención. Son el punto de apoyo de Cristo para Ejercer su omnipotencia Misericordiosa.

LanguageEnglish
PublisherJuan Alvarez
Release dateApr 3, 2020
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    ¿Cristiandad? Cristificación. Espiritualidad para Institutos Seculares Y Laicos - Juan Alvarez

    Juan Álvarez IS. Stabat Mater

    Cristiandad

    Cristificación

    Espiritualidad para

    Institutos Seculares

    Edita I.S "Stabat Mater

    C/ Fuerte de Navidad, 26, 28044, Madrid

    ISBN: 9798633687712

    ÍNDICE

    PRÓLOGO

    INTRODUCCIÓN

    Si se tuviera vocación.

    1. FECUNDIDAD REDENTORA. SU CONTEXTO CRISTIANO

    Lo peculiar de la consagración con votos.

    Amor de fecundidad redentora.

    Bastaría un solo obispo.

    ¿Bastaría un solo consagrado?

    La Gran Liturgia de la Historia de la Salvación.

    Laicos. Consagrados. Sacerdotes.

    2. FECUNDIDAD REDENTORA CONTEMPLATIVA. OCULTA

    Elegidos para vivir el Primer Mandamiento.

    Y para vivir el Mandamiento Nuevo.

    3. FECUNDIDAD REDENTORA ACTIVA. VISIBLE

    Ni monjes ni laicos.

    El Sabor del amor… Mociones.

    4. PURA FECUNDIDAD REDENTORA. INVISIBLE

    Los Institutos Seculares.

    Dos imágenes: Sangre y Virus.

    Sangre.

    Virus y Antivirus.

    También, Pararrayos.

    ¿Cristianización o Cristificación?

    Mártires y Místicos.

    Sacerdote, Profeta y Rey.

    Palabras de Dios Pequeñitas, con Infinito Fruto.

    La sal de la tierra.

    Luz del mundo.

    Grano de mostaza.

    Levadura en la masa.

    Pan y vino.

    5. Y LA INMACULADA. STABAT

    Hijos Stabat.

    Estar al pie de… Aparentes papeles secundarios.

    Hay que estar ahí. Tener algo muy claro.

    CONCLUSIÓN

    PRÓLOGO

    No tengo ni idea de las cuestiones políticas que envolvían el ambiente social de mi infancia. Yo era un niño y me importaba muy poco quién gobernaba en España o en mi provincia o en mi pueblo de Castilla. Conocía de vista al señor alcalde; y sus hijos eran uno más del grupo de niños que componíamos cada recua de críos. Grupos de niños que crecíamos juntos hasta el momento de la popular madurez social, que era cuando a cada cuadrilla le tocaba ser los quintos del pueblo.

    Mi familia era claramente sana; y sencillamente cristiana. Todos de misa dominical, rosario en familia una o dos veces al año, novena a la Sagrada Familia, confesión y comunión pascual, bendecir siempre la mesa, besar el pan cuando se caía al suelo, rezar cada cual por las noches y poco más.

    No me tocó en la escuela cantar ninguna canción patriótica o patriotera. Esa etapa social española ya había pasado, al menos en mi pueblo. Pero sí. Socialmente y religiosamente, en los años de mi infancia, mi pueblo castellano podría considerarse como envuelto en la idea y en un ambiente de cristiandad. Era un pueblo cristiano. Efectivamente, las campanas de la Iglesia marcaban el ritmo semanal y diario con los toques de misa, los toques del ángelus. Y los toques de fuego, donde todo el mundo salía a la calle a preguntar y a empezar a correr hacia el lugar, poniendo cada uno lo que tuviera para hacer frente al desastre que estuviera ocurriendo.

    Claramente, he conocido el ambiente de una sociedad cristiana, impregnada de valores evangélicos. Y donde todo el mundo era bueno a los ojos de los niños. Maldades, solo conocíamos las travesuras y chiquilladas, donde nunca llegaba la sangre al río. He conocido eso de, el cura, el alcalde, el boticario, los maestros… echando la partida juntos las tardes de los domingos, después del rosario, en su mesa del bar, junto a los demás que tenían ese rato de la tarde para tomar, café, copa y puro. Ese tópico social español, mi infancia lo vivió, literalmente.

    Buena gente todos. Confianza social, puertas abiertas, intercambio de platos y comidas, matanzas, frutas del huerto, etc… Entiendo que esto mismo, con sus propias idiosincrasias, (y salvando los enfrentamientos por motivos religiosos heréticos), ocurría en todos los países y regiones de la vieja Europa, cuando el Evangelio y la Iglesia Católica empapaban todas las estructuras sociales. Y así ocurría en los territorios que hemos dado en llamar cultura occidental. Ese tipo de ambiente claramente ha desaparecido. El cambio ha sido total. Eso es evidente.

    Ante este hecho, la Iglesia, los bautizados, ¿debemos añorar? ¿criticar? ¿despreciar? ¿debemos volver a evangelizar con el horizonte de reconstruir aquel añorado ambiente social de cristiandad? ¿El reino de Dios ha de edificarse en esas claves sociales y espirituales? ¿Qué tipo de espiritualidad es la que se pide al bautizado del tercer milenio? El Espíritu Santo que guía providencialmente la historia de los hombres, en clave de historia de Salvación, ¿quiere llevar a la Iglesia hacia un Domingo de Ramos, o hacia un Domingo de Resurrección? Los Apóstoles hubieron de cumplir voluntades de Dios muy distintas en esas dos situaciones, según fuera subir a Jerusalén, para los Ramos o para la Resurrección. Y tuvieron que luchar con tentaciones muy distintas, según se tratara de cumplir la voluntad de Cristo, de dirigirse hacia uno u otro Domingo. También a los evangelizadores de hoy, se nos pide rezar y discernir cada una de nuestras preparaciones y afanes, según haya que orientarse hacia una u otra dirección.

    En la humanidad y en la Iglesia, estamos comenzando prácticamente, milenio y siglo. El acelerón social que se ha dado en todos los aspectos de la vida humana, obliga a profundizar en las mociones del Espíritu Santo que guía la Historia de la Salvación. Esta etapa de la historia en la que viven los bautizados, está también llamada a ser evangelizada. Ante el derrumbe social del mundo occidental cristiano, (no entramos en detalles que son evidentes), ¿la espiritualidad ha de orientarse hacia la reevangelización en clave de volver a una sociedad como Cristiandad?

    El criterio evangelizador de todos los siglos, es claro: recapitular todas las cosas en Cristo (Cf. Ef 1,3-10). Pero no está tan claro, si esta explícita voluntad de Dios, ha de retomarse desde el lema papal de San Pío X (1903-1914), de instaurar todas las cosas en Cristo. O bien, hay que pedir luz para dejar al descubierto otro camino, tan evangélico como ese, para que la Iglesia cumpla su misión de ser Madre y Maestra de todos los hijos de Dios, en favor de todos los pueblos. Recapitular todas las cosas en Cristo, ya sabemos que, en el fondo, significa que todos los hombres puedan comulgar con Cristo; que todos los hombres podamos llegar a una verdadera comunión de amor con Cristo y con todos. Pero, mientras dura nuestra vida terrena, siguen siendo válidos los dos modos de comunión: bien comunión gozosa en el amor, o bien comunión dolorosa en el mismo amor. Cristificación triunfante y ya gozosa, o cristificación crucificante y gloriosa al fin. Todos los caminos llevan a Roma, como dice el refrán. Y que podemos traducir como que todos los caminos acaban en Jerusalén. Siempre está abierta la opción de que todas las personas se dejen cristificar. Y las cosas, ya se irán colocando poco a poco en su correcto lugar y sentido, en tanto en cuanto ayuden al fin para el que fueron creadas, como bien dice el Principio y Fundamento de los EE ignacianos (1).

    La Iglesia no puede (ni debe, pienso yo), competir actualmente con el poder mundano que han ido adquiriendo los tradicionales enemigos del alma. No sabemos los planes futuros de Dios con respecto a la historia de la salvación. Pero parece cada día más evidente que la victoria del reino de Dios no puede plantearse nunca como dos grandes fuerzas enfrentadas socialmente. Por una parte, una gran fuerza organizada como cristiandad; y otra igualmente potente organizada como globalización o como Nuevo Orden Mundial. Pienso que la salvación, ya no podemos plantearla así. El mesianismo de Jesucristo, no iba por la línea de un ejército enfrentado al imperio romano; que ya tenía cierta conciencia de globalización, delatada en la idea de imperio y en expresiones tan populares como Pax Romana o Mare Nostrum. Ya sabemos que El Mesías de Dios, eligió y aceptó el camino del amor, hasta el extremo de asumir la cruz. Así se enfrentó al poder del pecado y de la muerte. El bendito virus de la salvación y de la redención entró en la historia de la humanidad de ese modo. La Iglesia ha de tomar nota del canon de salvación que instauró Dios, en Cristo, en el Misterio Pascual. El Espíritu Santo nunca actuará para construir grandes poderes imperiales. Nunca obrará en contra de este canon que la Trinidad misma reveló por El Verbo hecho hombre.

    La Iglesia Católica celebra en una misma semana, la Semana Santa, dos Domingos que marcaron el horizonte final del Misterio del Mesías. En esa Semana, se celebra El Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección. Parece claro que, aunque pudieran gritar las piedras si fuera voluntad de Dios (cf. LC 19,40), la elección divina, optó por el Domingo de Resurrección, como definitivo modo de redimir a los hombres. Un Domingo que incluye al anterior y al Jueves, Viernes y Sábado, de esa semana.

    La Iglesia en Europa, quizá ya ha celebrado épocas de cristiandad y de Domingos de Ramos. Siempre cabe la posibilidad de estar abocados por la Divina Providencia al Domingo del Aleluya; porque verdaderamente ha resucitado El Señor.

    No sabemos todos los designios y planes de Dios con respecto a los tiempos y modos. Pero quizá el siglo XXI puede estar más preparado que nunca para entender por dónde quiere llevar Dios su obra redentora, en los tiempos del tercer milenio. En occidente estamos gestando una sociedad y una cultura poscristiana, que ya ha probado el gusto del Evangelio y dice que no lo quiere más. Es posible que haya que profundizar en la revelación, que ya ha sido entregada, en Cristo, al completo. Quizá se pueda orientar el sentido de la misión de la Iglesia, no tanto hacia la cristianización de la sociedad, sino hacia la cristificación de cada bautizado.

    Estas dos palabras las quiero identificar con dos visiones espirituales de la misión de la Iglesia. Cristianización, la entiendo como el afán evangelizador tradicional de instaurar el reino de Dios ya en este mundo, como imagen y anticipo del cielo. Entiendo que la Iglesia siempre ha alentado a sus hijos a caminar hacia esta meta. Y su culmen parece que llegó, cuando consiguió crear en Europa, unas estructuras sociales y de gobierno, organizadas cristianamente. Es lo que identificaríamos con la idea de cristiandad.

    La otra palabra, cristificación. La entiendo como el afán que la Iglesia siempre ha alentado, para que los bautizados llegaran a la plena identificación de su vida personal con Jesucristo. Y esto, al margen de cómo estén o dejen de estar las estructuras sociales de los pueblos y naciones.

    Los dos impulsos misioneros han caminado siempre al unísono y así deben seguir. Esto es cierto, pero no creo que sea lo más correcto identificarlos. Y no creo que esté de más, tratar de distinguirlos, de cara a hacer un mejor discernimiento sobre los caminos evangelizadores que hemos de emprender, y dónde habremos de poner especiales empeños y generosidades.

    Este es el tema de fondo que se indica en el título de estas consideraciones espirituales. ¿Cristiandad? ¿Cristificación? En el corazón de los santos de todos los tiempos, estas dos vías espirituales han caminado siempre juntas. Dios hace siempre en ellos la síntesis debida. Los santos son y marcan el canon de vida para las generaciones futuras. Los santos, siempre los santos, son los que van marcando canon de vida.

    Cristiandad o Cristificación. Tras el Vaticano II, cabe planteárselo legítimamente. Ha sido el concilio de la llamada universal a la Santidad. La Iglesia había adquirido ya la clara certeza de esta vocación universal, a la que es llamado cada uno de los bautizados. Tengo la impresión de que la Iglesia, sin pensárselo dos veces suponemos que, con la mejor voluntad, se lanzó a evangelizar con renovados bríos y entusiasmos, con el objetivo de cristianizar todos los ambientes sociales. Pero con el paso de los años el fracaso eclesiástico se va viendo como clamoroso.

    Se cierran conventos y monasterios; se cierran viejas parroquias que se ven menguar en todos los aspectos, se reducen las vocaciones sacerdotales y religiosas, se desmontan estructuras diocesanas, curiales, etc… Los misioneros van siendo sustituidos por los voluntarios de las distintas ONG del mundo. También parece que las religiosidades populares van pasando sus altibajos de todo tipo; y claramente, en vez de creyentes devotos lanzando sus plegarias al cielo, se van llenando de turistas de buena fe, que van tomando sus correspondientes selfis, con destino a ser lanzadas de inmediato, al recorrido veloz de los mundos de las redes sociales… Y se van olvidando de elevar sus plegarias a lo alto.

    No creo equivocarme si afirmo que las indicaciones y orientaciones pastorales que ha ido marcando la Iglesia sobre la misión en el mundo, de los laicos bautizados, han ido más en la dirección de Cristiandad que en la de Cristificación.

    Desde la Gaudium et Spes, del concilio Vaticano II (2), a la Christifideles Laici (3), de San Juan Pablo II, incluso la Gaudete et Exultate, del papa Francisco (4); todas las orientaciones pastorales van dirigidas a hacer un mundo mejor. Indicaciones que van orientadas a lo que la Iglesia debe pensar y hacer, sobre cómo debería ser un mundo moralmente más digno; y más organizado según los valores del Evangelio. Eso es muy

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