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La Iglesia y Los Homosexuales: Un falso conflicto.
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Ebook280 pages3 hours

La Iglesia y Los Homosexuales: Un falso conflicto.

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About this ebook

Desde hace algunos años los medios de comunicación nos han presentado una irreconciliable confrontación entre los homosexuales y la Iglesia Católica. ¿Es real este antagonismo?, ¿es tan radical como nos lo quieren vender?, ¿no conoce matices ni fisuras? El presente libro busca presentar los diversos integrantes de uno de los dramas sociales más palpitantes del milenio que comienza. Al hacerlo, puede matizar y disolver esas supuestas confrontaciones, o quitar radicalidad y crudeza a los antagonismos, mostrando cómo son válidos solo en ciertos extremos. Muchas veces los desencuentros no son reales, sino una ficticia invención prefabricada para manipular y obtener ventajas políticas y económicas.

LanguageEnglish
Release dateNov 10, 2018
ISBN9780463600733
La Iglesia y Los Homosexuales: Un falso conflicto.
Author

Mario Arroyo Martinez Fabre

Mario Arroyo Martínez Fabre es licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana, bachiller en Teología por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y doctor en Filosofía por la misma universidad. Ordenado sacerdote en Torreciudad, España, en el 2002, ha desempeñado su ministerio sacerdotal en España, México, Perú y Ecuador. Actualmente, es capellán de la Universidad de Piura (Campus Lima). Colabora habitualmente con periódicos mexicanos como Expreso o Mural. Antes hizo lo mismo con otros diarios del mismo país y algunos de Estados Unidos, como El Imparcial, Diario Binacional, Diario Latino, entre otros. También escribe habitualmente en el portal Vox Fides de México, y anteriormente en Church Forum y El Rayo de Sonora. Participó regularmente en un programa de Radio Vital, de Guadalajara, México, sobre diálogo interreligioso. En el Perú, sus artículos han sido publicados a través de los portales Lucidez, Crónica Viva, La abeja, DePolitika y Perú Católico. Publicó el libro Poder, dinero y santidad. Una aproximación desde la Doctrina Social de la Iglesia (Lima, 2012) y es coautor del libro Dios busca al hombre (Lima, 2013). Ha publicado también Ciencia y fe: ¿un equilibrio posible? (Lima: Fondo Editorial UCSS, 2015), Ciencia y Fe. Situación actual (Lima, 2016) y La Iglesia y los homosexuales. Un falso conflicto (Lima, 2017).

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    La Iglesia y Los Homosexuales - Mario Arroyo Martinez Fabre

    Mario Arroyo Martínez Fabre

    La Iglesia y

    Los Homosexuales:

    Un falso conflicto

    Smashwords 2018

    © Copyright 2018 by Mario Arroyo Martínez Fabre

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización expresa, positiva y precisa del autor la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo.

    Introducción

    Pareciera el guión de una serie televisiva. Al seguir las noticias, como si fuera una historia propia de la farándula, se va dejando constancia de los sucesivos desencuentros entre representantes de la Iglesia Católica y del movimiento homosexual. Para los amantes de las luchas, pareciera que existe un auténtico ring social, en el cual pelean por la legislación y la educación de un país los obispos y los evangélicos por un lado ––curiosa alianza––, y los líderes del movimiento LGTBI por otro. Que si aprueban el matrimonio gay o no; que si la curricula contiene o no ideología de género, marchas a favor o en contra, plantones, declaraciones agresivas y un largo etcétera parecen justificar esta desavenencia, de la cual la inmensa mayoría de la población es pasivo testigo.

    La tesis del presente texto es que tal enfrentamiento en realidad es una construcción mediática. Tiene fundamento en la realidad, pero está artificiosa y estudiadamente inflado. Puede convertirse en una sutil forma de manipular, en la que, frecuentemente, los medios de comunicación se dejan involucrar, convirtiéndose así en cómplices del engaño o, por lo menos, de la simplificación del problema. La dificultad, en realidad, es más profunda y matizada, y muchas veces los medios de comunicación, más bien rápidos y superficiales a la hora de transmitir las noticias, carecen de la capacidad necesaria para explicar los oportunos matices que permiten encuadrar correctamente la cuestión. El presente texto busca llenar esta laguna. El amable lector juzgará en qué medida se consigue o no tal objetivo.

    Ciertamente el antagonismo genera escándalo y el escándalo noticia. El negocio editorial se alimenta de tal escándalo, produce noticia y, por lo tanto, ingresos económicos a los medios informativos. La serie televisiva tiene varios capítulos, dejando muchas veces en suspenso al gran público, de modo que la noticia sigue viva, causando una cierta dependencia ante la incertidumbre de en qué acabará todo esto. Muchas veces lo anterior es atizado con cierto afán morboso, que busca exhibir abruptamente los conflictos, exagerándolos incluso, para regodearse después en el fracaso de los vencidos.

    Al cubrir de esta forma las noticias se construye una visión maniquea de la realidad, una arbitraria división entre buenos y malos que por simplista, es falsa. Los buenos o malos serán según la perspectiva desde la cual se parta, aunque, generalmente, los medios ya presentan digerido el contenido ––no nos dan la oportunidad de pensar, paternalmente prefieren hacerlo por nosotros––. Es decir, por los epítetos que utilizan, no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de quién es el bueno y quién el malo. Si de un lado está el conservador, reaccionario, intolerante e ignorante, obviamente la contrapartida la constituirán los buenos sin que haga falta decirlo con tal claridad. Frecuentemente nos tratan como tontos, pero no tanto.

    Para presentar esta distinción dicotómica y maniquea, que simplifica la realidad cuando no la violenta, necesitan acudir continuamente a una argucia retórica, es decir, servirse de una argumentación falaz, más en concreto, de la falacia del hombre de paja. Dicha falacia consiste en fabricarme un enemigo a la medida de mis críticas y por tanto de mis necesidades. Se trata de pintar a mi antagonista como me conviene que aparezca, para que genere rechazo, animadversión, para que la gente sienta vergüenza, cuando no temor de apoyar tal postura. Al fin y al cabo, ¡nadie quiere ser retrógrado, ignorante, intolerante o conservador! Lo malo es que ese imaginario enemigo no existe, y que el antagonista real dista mucho de ser el monstruo que nos han presentado para justificar el rechazo de sus posturas.

    Por eso es preciso volver a la realidad, con sus matices, con sus diferencias, con toda la riqueza que encierra para redescubrir el problema y darse cuenta de que las cosas no son tan simples como las pintan, y que precisamente por ello son más interesantes. De hecho, resulta apasionante comprobar la riqueza del diálogo, del acercamiento, de la comprensión que han ido madurando al calor de las polémicas entre los homosexuales y la Iglesia. Efectivamente ha habido un cambio de postura, un enriquecimiento, un mutuo acercamiento, paradójicamente producido por las reales o supuestas desavenencias. Cada uno de los extremos en presunta discordia, cuando ha habido la disposición adecuada, ha intentado comprender mejor al otro y ponerse en sus zapatos, para decirlo coloquialmente.

    El presente texto busca entonces, más que atizar la polémica, sentar las bases de una cultura del encuentro y la comprensión que no caiga en el irenismo de simplificar el problema o renunciar a la verdad, simulando que realidades contradictorias en realidad son lo mismo. No se trata de solucionar por decreto las dificultades, o de plantear una especie de juego diplomático hecho a base de declaraciones, a la par huecas y falsas, en las que mientras por arriba de la mesa afirmamos que nos queremos y estamos de acuerdo, por debajo todo son puntapiés y zancadillas. En cambio, se busca evidenciar o denunciar los intentos de provocar una estéril y simplista confrontación, documentando los esfuerzos, por otra parte, que se hacen para alcanzar un mutuo acercamiento y una más profunda comprensión recíproca. Si consigue su objetivo, habrá aportado herramientas útiles para cimentar un diálogo fecundo, una mayor comprensión, un mutuo acercamiento, y habrá vacunado contra los ingentes esfuerzos que algunos hacen para manipularnos, sirviéndose primero de los medios de comunicación y más tarde, si tienen éxito, de toda la parafernalia estatal puesta al servicio de la ideología subyacente.

    Capítulo 1

    Distinguir los términos del problema

    Para desenmarañar el nudo y descubrir el engaño o la simplificación manipuladora, es preciso hacer un esfuerzo por despejar el problema en sus elementos más simples, en un intento de definir con precisión los términos de la supuesta disputa. Si conocemos quienes son realmente los actores del drama, sus características, su pliego petitorio, en fin, si hacemos un esfuerzo por definir quiénes están involucrados, hasta qué punto y por qué, se pueden comenzar a tener unos contornos claros del problema, presupuesto imprescindible de su solución.

    Error como punto de partida

    Existe un error en el propio inicio de la polémica, precisamente sobre la identidad de los implicados en ella. La disputa es entre la Iglesia y los homosexuales. ¿Quién o qué es la Iglesia?, ¿quiénes son aquellas personas calificadas como homosexuales?, ¿todos los homosexuales están en contra de la Iglesia?, ¿son idénticas las situaciones vitales de los homosexuales, así como su forma de pensar?, ¿es adecuada la categoría homosexual para caracterizar y definir cumplidamente a una persona? Como se puede observar, son muchas las premisas obviadas o presupuestas a la hora de aceptar el debate entre la Iglesia y los homosexuales. Basta un análisis somero, una rápida reflexión, para darse cuenta de que se trata de una burda simplificación, ¿provocada o inconsciente? No se sabe bien, pero de cualquier forma, el que la provoca es ignorante o malicioso, y ninguno de estos dos adjetivos honra a quien los detenta.

    Comencemos por la Iglesia. Se parte de la errónea identificación entre Iglesia y jerarquía. La jerarquía forma parte de la Iglesia; de hecho, por institución divina, ésta tiene un gobierno jerárquico. Pero de nuevo caemos en una simplificación si afirmamos que se identifican. Toda la jerarquía es parte de la Iglesia, pero no toda la Iglesia es la jerarquía. Es verdad que la representa, pero no se identifica con ella, pues la Iglesia es una realidad mucho más amplia. Sería como decir que los políticos son los ciudadanos. Todo político es ciudadano, algunos representan al país (presidente, embajadores), pero el país es mucho más que sus políticos. Identificar a Perú con sus políticos es claramente reductivo, pues eso mismo sucede cuando se identifica a la Iglesia con los obispos.

    ¿Quién es entonces la Iglesia? La Iglesia somos todos los bautizados. Ciertamente, la Iglesia es un misterio de carácter sobrenatural, que trasciende las categorías de lo visible, pues incluye, por ejemplo, a Jesucristo, a los santos del cielo, y a las almas que se purifican en el purgatorio. Es decir, se trata de una realidad teológica que va mucho más allá del esquema sociológico y político, por lo que la comparación con el estado tiene bastantes limitaciones. Sin embargo, para los efectos del presente estudio, la analogía vale si somos conscientes de su limitación. Ahora lo importante es recalcar que al hablar de la Iglesia no nos estamos circunscribiendo a los obispos y a tomar conciencia de que en realidad todos los bautizados formamos parte de ella, aunque como realidad misteriosa que es, no la agotamos, siempre es algo más. Como categoría sociológica, es adecuado afirmar que está integrada, en el seno de una sociedad, por todos los que han recibido el bautismo, y en ese sentido, tan iglesia es el último bautizado como el obispo.

    ¿Quiénes son los homosexuales o qué es la homosexualidad? En el contexto de la presente discusión, puede adelantarse que, en realidad, se trata de una etiqueta, útil para ser usada en clave política o ideológica. ¿Por qué etiqueta? Porque la realidad humana es mucho más rica que un modo de vivir la sexualidad o el sentir una inclinación sexual concreta. Quizá no lo percibimos con claridad debido a la erotización de la sociedad. En efecto, la cultura en que vivimos ha sido fuertemente afectada por la revolución sexual, la cual tiende a convertir en absoluto o primordial, una realidad que, siendo importante, no es lo esencial de la existencia. Es decir, le da un peso desproporcionado a algo, que teniendo su importancia, no la tiene tanta, no es ni el centro ni el fin de la vida humana. Pero, precisamente por ser importante, la sexualidad es un elemento que manipulado facilita grandemente producir tal engaño.

    Probablemente se comprenda mejor con esta anécdota particular. Hace un tiempo sostuve un debate sobre el tema de este libro con un biólogo y activista homosexual. En determinado momento mi contrincante hizo hincapié en la necesidad absoluta de la sexualidad y en los daños que produce su represión. Por la forma teatral de su discurso, la comparó con el comer, el beber o el respirar, necesidades absolutas para la supervivencia del individuo. Podría parecer coherente, pero hasta el momento no conozco a nadie que haya muerto de

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