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¿Hasta Qué Punto… Es Usted Usted...?
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¿Hasta Qué Punto… Es Usted Usted...?

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About this ebook

Saber uno quin es no tiene equivalente. Cuestionado, sarcsticamente, sobre su identidad, Don Quijote, protest enfticamente: Yo s quin soy! Y Jess, modelo de integridad e independencia, lapidariamente, afirm de s mismo: Yo soy la verdad misma, la verdad absoluta: Yo en el Padre y el Padre en M. Y por ser la verdad, tambin Soy el camino y la vida.
El descubrimiento de s conduce al ser humano a la autenticidad responsable.
Hasta que punto..., intenta, en un estilo alegre, con lenguaje sencillo, facilitar al lector ayuda efectiva para conocerse, apropiarse de s mismo y disfrutar su autenticidad, deseable y verdadera individualidad: el descubrimiento del intrnseco propsito de su vida nica e irrepetible.
LanguageEnglish
PublisherXlibris US
Release dateNov 24, 2008
ISBN9781469106052
¿Hasta Qué Punto… Es Usted Usted...?
Author

Dr. Valentín Acosta Morel

Valentín Acosta, PhD, Universidad de Puerto Rico, catedrático universitario de español, retirado, ha publicado tres libros. El más reciente, Pensándolo bien..., prologado por la famosa escritora, doctora Rosario Núñez de Ortega y elogiado por profesionales como: “Un libro que está por el libro” –con autoridad, “Un libro fuera de serie”. El autor, que ha ejercido funciones docentes administrativas (Director de Humanidades y Decano Académico, entre otras) tiene escritos y en vía de publicación sus libros: Aprenda a Viajar y Coja el humor en serio. Y actualmente redacta otro: “No es lo mismo ni se escribe igual”, de naturaleza didáctica; una muestra de que su labor docente y social no se jubila aún.

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    ¿Hasta Qué Punto… Es Usted Usted...? - Dr. Valentín Acosta Morel

    Introducción

    Durante milenios, los intentos de los artífices y los artistas de la lengua, ya en prosa ya en verso, han paralelizado la vida como un viaje, jornada, travesía, un camino, un bote, y plasmado con otras tantas figuras: símiles, metáforas, símbolos, argumentos y anécdotas. Los cantos, poemas, y temas alusivos o descriptivos resultan innumerables. Sin dudas, la vida es su propia alma y el alma del alma.

    Todos los recursos de que dispone el hombre, incluida su vida misma, sirven al propósito del vivir. Siempre que alguien logra satisfacer sus objetivos vitales—a veces objetables—considera éstos como logros de la vida, en toda su manifestación: física, volitiva, intelectual, moral y espiritual. Son una gratificación honrosa a su esfuerzo, dedicación, inteligencia, audacia o valentía.

    La sucesión de incontables segmentos—a veces simultáneos, superpuestos, discontinuos—del viaje de la vida: episodios programados, tristes, alegres, accidentales, inesperados, sorpresivos, dolorosos, altruistas, generosos, agradables, aleccionadores, fracasos, caídas, triunfos, cambios inesperados, frustraciones, desengaños, éxitos, fallas y fallos, satisfacciones, deponer las armas y volver a tomarlas, forjan el carácter y educan su talento, el último en la quietud y el penúltimo en la adversidad. Es el taller que da contenido, trascendencia y dignidad al viaje individual.

    Reconociendo el peso específico y gravitacional, la proyección, el alcance y el destino de un viaje tan singular como lo es la aproximación a nuestro fuero, al yo íntimo, al libre ejercicio del libre albedrío, ¿Hasta qué punto . . . es usted usted ?, partiendo de situaciones comunes, intenta poner al alcance de todos los que anhelan hincar pie, enarbolar bandera, sentar dominio y establecer su ciudadela (fortaleza interior, inexpugnable) como la gran meta de la vida, una serie objetiva de indicadores. Con los subtemas apenas hilados en la superficie—como puede lucir la vida-, se integran los episodios recurrentes y aislados, como la vida misma en su derrotero único y personal.

    Mientras el lector se desplace por el sendero señalado hacia su yo íntimo, podrá descubrir respuestas a inquietudes naturales, cotidianas y desafi antes. Encontrará la misma simplificación que ofrece EGW al espinoso tema de la santidad. Según ella puntualiza: La santificación no cierra las avenidas del alma al conocimiento, sino que expande la mente y la inspira a buscar la verdad como tesoro escondido—Consejos para los maestros, Pág. 434. Veamos cómo la describe y simplifica, primero diciendo qué no es y luego en qué sí consiste: La verdadera santificación no es arrobamiento; consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la voluntad de Dios. (Palabras de vida, Pág. 294). Desde ¿Debemos o debemos de . . . ?, hasta ¿Es fi nal el punto final?, se descorre un delgado velo, el velo que requiere descorrer el viaje de la vida, desde que el humano se descubre ser viviente y responsable ante sí mismo, hasta la plenitud simétrica defi nitiva.

    Capítulo uno

    ¿Hasta qué punto...

    Debemos o debemos de . . . ?

    Debemos—obligación moral—más debemos de—posibilidad—nos adentra sin titubeos en el meollo de nuestra reflexión. Por supuesto, el desconcierto ocurre cuando somos superficiales, o quizás cuando hablamos sin pensar, o como suele decirse, a tontas y a locas, sin reflexionar. ¡Mea culpa! Pero un análisis con algún sentido práctico, despiertos, nos conduciría a reírnos seriamente de nosotros mismos, o quizás detenernos antes de hablar, para expresar lo que realmente queremos comunicar.

    Para acercarnos a nuestra esencia, tenemos que empezar por nuestro hablar, algo aparentemente trivial. Preguntarnos sobre lo que decimos y su cercanía con el mensaje que llegará al interlocutor. Nunca serán los mismos debe llegar que debe de llegar, debemos estar que debemos de estar. Así como difieren que alguien nos pague de que alguien nos adeude. El sentido de obligación supera en certeza al de tan sólo una posibilidad.

    Una mirada adicional al tema podría traernos más seguridad en la conceptualización. Los que piensan que deben estar preparados para un acontecimiento—como el temido fin del mundo-, se preparan, actúan; los que afi rman que deben de estar preparados sólo admiten que conocen, meramente, el asunto. Los primeros dedican sus vidas a prepararse con sentido de urgencia; los otros viven, tristemente, descuidados.

    Es posible que la laxitud del hombre moderno frente a la vida y en el terreno moral, cuando se asocia con el sentido del deber,—excepto quizás tan sólo en la tecnología y la ciencia—haya despojado el deber de su axial e inherente sitial.

    De forma paralela, el relativismo, especialmente en esta época permisiva y secular, suele dejar sin asidero la responsabilidad personal y casi sin sentido el volitivismo y el deber del hombre en su propio devenir. (Ejemplo: la explotación irracional de los recursos naturales)). Debido a esta desconcertante situación ético-social, muchos conceptos morales, tradiciones serias, prácticas y valores han tomado un derrotero peligroso por los rápidos y las arenas movedizas de la sociedad. ¿Quién escuchó antes hablar de preferencia sexual como aceptable y mucho menos defendible moralmente? ¿O considerar uso y costumbre por encima de la ley moral? ¿O de aceptación de lo político como norma se sana administración pública? ¿La práctica de contabilidad aceptada con libros dobles? ¿Eutanasia terapéutica? ¡La lista de atajos éticos, de aberraciones mentales y de subterfugios acomodaticios podría desbordar cualquier lista o enumeración!

    Por otra parte, si bien es cierto que el cumplimiento de un deber o asumirlo de voluntad—como criar hijos que algún irresponsable trajo al mundo—es altamente ponderable, cualquier bien que se haga con fines egoístas (o de manipulación) resulta deleznable e igualmente inmoral. ¡Hazte a un lado: te arrastra el deslave o deslizamiento de las pomposas corporaciones sin fines de lucro—para los donantes—no para inescrupulosos fundadores y gerentes!

    Lo más triste es que esas prácticas, actitudes y procederes, cuentan con el aval de religiosos y religiosas. ¿A dónde llegarán la vida y la moral si los mismos hombres y mujeres e instituciones que deben denunciar los descarríos, oponerse a la fuga—degradación—de la moral y levantar barreras contra el deterioro y el abuso contra el deber, los condonan, practican y defienden en aras de un malentendido respeto individual?

    La sociedad ¡no confundamos sociedad con suciedad!, lo mismo que los hijos, urgen, necesitan, aprecian y claman por normas, barreras, y autoridad que los limiten y encaucen. ¿No será tiempo de que quienes son responsables ante Dios y los hombres asuman posturas más que dignas, responsables, inequívocas y salvíficas colocando el deber personal y colectivo donde debe estar, como ejes en toda área de la vida?

    Todo conocimiento trae implícito el deber moral de vivir a dicho nivel. Para el siglo XIX, se hizo escuchar la voz de un Eugenio María de Hostos, educador de todo un continente, y quien contra la vox populi—el grito del vulgo: ¡La escuela sin Dios!—se mantuvo incólume en su meta, aspiración y enseñanza porque todos los hombres vivieran la moral. Insistió en que es deber de todo hombre civilizarse-educarse; y, en consecuencia, descuidar ese deber constituye una inmoralidad. ¡Tanto como dejar morir por abandono—negligencia—a un recién nacido! Escribió: Hay hombres que viven felices aunque vivan sin decoro; otros padecen como en agonía cuando ven que otros hombres viven sin decoro en derredor suyo.

    No podemos negar, ni ignorar, que hay fuerzas negativas conspirando en todos los frentes, contra todo lo bueno, lo moral y digno. Pero es deber de cada uno: de cada hombre y mujer, dotado por el Creador con la libertad de decidir, elegir y actuar, tomar las decisiones que les competen aquí y ahora. Cuando el Almirante Nelson arengó a sus soldados, con el discurso militar—quizás el más breve de la Historia: Inglaterra espera que cada inglés cumpla con su deber, sembró en sus hombres el coraje que les dio la victoria sobre el otrora casi invencible Napoleón Bonaparte, en la memorable batalla de Waterloo.

    Una de las más patéticas situaciones que abonan nuestro punto de vista procede de los orígenes de la historia del hombre. Nos llega del tiempo cuando el Creador se comunicaba directamente con todos los hombres. Está contenida en el diálogo de Dios con el primer fratricida potencial. El Génesis lo resume así: Y el Eterno le dijo a Caín: El pecado quiere dominarte, pero tú debes dominarlo. Génesis 4: 6,7 (VI). Al no seguir el consejo divino, el primer asesino pasó del estado potencial al estado actual: de la tentación al acto pecaminoso, cuando cegó la vida de su propio hermano.

    Nada menos que el domino propio espera de ti el Eterno. El mal te rodea y asedia sin tregua, pero tú debes dominarlo, con las no carnales armas provistas por el Cielo . . . Pues el ideal que el El tiene para sus hijos sobrepasa el más sublime pensamiento humano; y como revelan fehacientemente los Evangelios, El no sólo los llama: los conduce y capacita hasta llegar a tener la mente de Cristo. ¡Desconcertante y excelso pensamiento¡

    Capítulo dos

    ¿Hasta qué punto...

    Necesitamos puntos de referencia?

    Todo en la vida, incluida la vida misma, está determinado, infl uido, por puntos de referencias: de partida y metatíferos. ¿Qué es el número de identidad—llámese de seguro social, carné de identidad, cédula, I. D.? Siempre que solicitamos un crédito, comercial o bancario—como las populares tarjetas de crédito-, se nos piden puntos de referencia: nombres, identificación con foto, licencia de conducir, seguro social, dirección residencial, número de teléfono—que abrevia la activación y el acceso a ellas. Y como a soslayo, nos piden el apellido materno. ¡Todos puntos de referencia!

    En adición, o necesariamente, cuando se trata de un documento más valioso, como lo es un pasaporte, éste incluye, invariablemente, país del cual se es ciudadano, lugar y fecha de nacimiento, más lugar y fecha de expedición ¡y hasta cuándo es válido!, el sexo del portador—complicado por el invento social de preferencias-’, firma de la autoridad responsable por su emisión; sin faltar el número asignado al documento. Y como si estos puntos fueran insuficientes para pintarnos" mejor, se nos requieren otros, entre los más comunes: nombre de los padres, dependientes, lugar de trabajo, graduado o estudiante de dónde, deudas, tres referencias de crédito, propiedades, cuentas de banco, nombres y direcciones de tres parientes o amigos, cambios de residencia reciente, y hasta datos de salud. En muchos casos sólo para negarnos la

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