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Lo que oculta mi sonrisa: La verdad detrás de un suicidio, #1
Lo que oculta mi sonrisa: La verdad detrás de un suicidio, #1
Lo que oculta mi sonrisa: La verdad detrás de un suicidio, #1
Ebook230 pages1 hour

Lo que oculta mi sonrisa: La verdad detrás de un suicidio, #1

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About this ebook

 

-Para todos una sonrisa es símbolo de alegría y felicidad ,pero ¿Que pasaría si en realidad es utilizada para ocultar el sufrimiento que no se puede expresar?

 

La historia que relata la vida de un adolecente que cuenta su vida desde que nació hasta que deberá tomar una decisión sobre su vida. En esta historia sabrás lo que puede llevarte a tu propia muerte.

 

Su familia, sus amigos, los insultos que escuchaba, los golpes que sentía, el maltrato que pasaba ,los ocultaba en una insignificante sonrisa la que todos decían que era bella, pero solo era su método de ocultar su sufrimiento.

 

Tal como el dijo antes de suicidarse:

 

-Toda esta historia la oculté de los demás en una sonrisa, ahora todos saben la verdad y espero que tú final sea mejor que el mío.

LanguageEnglish
PublisherMauricio Aban
Release dateMar 20, 2024
ISBN9798224569465
Lo que oculta mi sonrisa: La verdad detrás de un suicidio, #1

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    Lo que oculta mi sonrisa - Mauricio Aban

    Detrás de la radiante sonrisa y la aparente alegría, a veces se esconde un mar de dolor que, lamentablemente, puede arrastrar a oscuros abismos emocionales.

    Mauricio Aban

    3

    Nota del Autor:

    Este libro aborda temas sensibles como el suicidio, la depresión y el bullying de manera explícita. Es importante destacar que esta

    historia es puramente ficticia y no está basada en hechos reales. Aunque en el relato se pueda afirmar que es verídico, quiero subrayar que es producto de mi imaginación y no refleja

    experiencias personales ni de ningún otro individuo. La intención es crear un relato

    impactante, pero recuerda que su contenido es completamente inventado.

    4

    Un mal sentimiento:

    No importa mi nombre ni mi identidad; lo

    crucial es que reflexiones sobre cómo se siente no tener un lugar donde puedas ser tú mismo.

    Al igual que tus opiniones, pensamientos e

    ideas no son escuchadas. Te sientes invisible y, por ser diferente, te critican, te consideras inútil y deseas correr, gritar, llorar por la

    represión interna. Quieres gritar '¡ayuda!', pero sabes que nadie te ayudará. Piensa en ese

    sentimiento que te ahoga cada vez más hasta que no puedes respirar.

    Cuando te das cuenta, ya es demasiado tarde; el sentimiento te ha consumido y solo se nota cuando estás solo. Mientras estás con los

    demás, solo muestras una sonrisa, una felicidad falsa, una sonrisa que solo pide

    auxilio para escapar de tu realidad. Eso es lo

    que sentí cuando era niño, eso es lo que siento ahora: un sentimiento de lucha para no

    terminar muerto, siendo yo el responsable.

    Pero para experimentar ese sentimiento, tuvieron que suceder cosas que me transformaron en lo que nunca creí ser. No es una historia inventada ni de ficción; es una historia real, mi historia contada en relatos

    simples de cómo mi sonrisa se convirtió en el reflejo de mi sufrimiento interno.

    1 Año: Mi llegada

    Mi llegada al mundo fue recibida con incertidumbre y desafíos. No diré mi fecha de nacimiento, pero fue casi al límite de otro día. Mis padres relatan que todo comenzó cuando mi madre, embarazada de nueve meses, estaba en casa de una amiga.

    En medio de la tranquilidad, mi madre empezó a sangrar y sentir fluidos, generando

    preocupación. Iba a ser su primer hijo, el que pondría a prueba su preparación para la

    maternidad. Mientras ella experimentaba estas

    complicaciones, mis abuelos y tía,

    preparándose para un evento, tuvieron que

    suspender sus planes para estar con mi madre en el hospital.

    Mi padre, trabajando como ingeniero, se enteró y se dirigió directamente al hospital. La

    situación se complicó, y los médicos decidieron realizar una cesárea, dando inicio a mi llegada al mundo.

    Desnudo y llorando, fui una carga para todos

    desde el principio. La leche de mi madre no era suficiente, y mi llanto constante generaba

    preocupaciones. Después del hospital, nos mudamos a una pequeña casa pero mi

    persistente llanto llevó a mis padres a llevarme nuevamente al hospital. La solución fue

    comprar leche para bebés, aunque eso significara dificultades económicas.

    Finalmente, nos mudamos a otra casa pero no tengo recuerdos de mi primer año, pero esta

    serie de eventos marcó el inicio de mi vida con desafíos y dificultades, demostrando que

    desde mi nacimiento, presenté obstáculos para mis padres.

    2 Años: Escasos recuerdos

    Vaya, cómo explicarlo. La verdad, no recuerdo nada de mi segundo año. Tal vez solo sé que

    era un niño con mucha energía; quería saltar, correr, gritar, jugar, pero me tenían prohibido hacerlo. Solo podía estar sentado en el sofá o en una silla, ya que algunos les molestaba el ruido.

    No sé si en ese año mi mamá ya me había

    regañado; no lo sé y me duele porque podría

    ser que sí lo haya hecho, pero no lo recuerdo y quiero recordar. Quiero saber. Aunque le

    pregunte a mamá, puede ser que me diga sí o no, pero ¿será verdad? No lo sé.

    Mientras escribía esto, me vinieron a la mente todos los recuerdos, y la respuesta es sí, es sí.

    Lo tenía bloqueado porque creía que a los dos años no haría gran cosa, pero sí, en casa de mi abuela no me divertía. Recuerdo que usaba el maquillaje de mi tía para hacer dibujos, y la

    consecuencia era mamá regañándome todo el día.

    ¡Dios mío! Estos recuerdos me provocan ganas de llorar. Recuerdo cosas buenas, como cuando usaba los aretes de mi tía de distintos colores y los enganchaba en los detalles de metal de una lámpara. La hacía girar, soñaba que era un

    carrusel de colores. Algunos accesorios eran transparentes pero con colores, provocando

    que resaltaran la luz, pero la consecuencia eran los regaños.

    También recuerdo tener miedo a los truenos, y mi abuela, en la mesa mientras ella tomaba el té, me llamaba para que comiera pan con ella.

    Así me apartaba de mi miedo.

    Estos buenos momentos me hacen sentir que aún tenía mi alegría, porque amar a mi madre

    y sentir ese vínculo que tenemos. Recuerdo que era alegre, pero ¿qué me sucedió?

    Tampoco me gustaba comer. No quería hacerlo en algunos días, pero mamá y mi tía me obligaban. Mamá lo hacía obligándome y a

    veces tirándome de la oreja; las lágrimas salían al instante.

    Pero esto es todo lo que apenas recuerdo. No

    quiero entrar en detalles porque mis recuerdos son solo escenas, y no quiero mezclarlos con la ficción. No sería justo para mí ni para las

    personas que aparecen en este relato, ya que quiero que esto sea la verdad de lo que me

    sucedía cada año de mi vida.

    3 Años: Mi mundo inexistente

    En esta parte, me mude a otra casa.

    Al llegar a nuestra nueva casa, me encantó. Recuerdo que fui feliz allí, verdaderamente feliz. Tenía una televisión y miraba dibujos animados todo el día.

    Lo que me causa gracia es lo siguiente:

    Ver los dibujos animados que terminaban en finales felices, ver que el mundo era bueno y todos eran felices, me hizo creer que así era en realidad en mi mundo. ¡Que estúpido fui! ¡El mundo real es cruel, muy cruel!

    Tenía la visión de que estaba en un cuento de hadas, creía que mamá y papá se amaban, creía que no estaba solo, aunque realmente lo

    estuviera.

    La relación con mamá en ese año era

    demasiado bipolar. Un día, abrazos y besos, cariño que un hijo tiene con su madre. Otros días eran discusiones y gritos porque ella

    estaba de mal humor o yo hacía algo mal, pero no eran cosas graves; eran cosas que un niño hace, por ejemplo: hacer ruido, no parar de hablar, jugar demasiado, aunque a veces no le hacía caso.

    En fin, eran cosas que me provocaban que me regañara. Pero luego venía un beso y un abrazo.

    Sentía cariño, pero también veía a primera imagen las peleas de mis padres, los diálogos y las malas palabras que se decían. Mayormente, papá se iba de casa y volvía para estar bien con mamá, pero hubo una vez que mamá y yo en la noche salimos de casa y fuimos a la casa de mi abuela materna para refugiarnos.

    No entendía nada. Es como que en esos momentos una persona pediría ayuda o

    socorro porque no soporta seguir presenciando esas escenas.

    Pero yo me cegaba por los dibujos animados que mostraban otra realidad. Tal vez no está

    mal que un niño vea dibujos animados, pero al mismo tiempo hay que decirle que todo eso

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