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Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)
Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)
Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)
Ebook528 pages8 hours

Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)

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Este libro explica hasta qué punto el Credo de Nicea, elaborado en el Concilio de Nicea en la Antigüedad tardía, ha tenido una mala influencia en los cristianos de hoy.
En esta época, para encontrar la verdad de nacer de nuevo, debes estudiar un poco más. Y necesitas conocer más profundamente el credo de fe que has creído hasta ahora.
Ahora debes encontrar en este libro el significado del bautismo de Jesús por Juan el Bautista que fue omitido en el Credo de Nicea. Por lo tanto, debe ser una oportunidad para recibir la verdadera salvación y la paz en tu corazón.
Ahora descubrirás el verdadero valor del evangelio del agua y el Espíritu en el bautismo que recibió Jesús. Llegarás a conocer más profunda y claramente cómo la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista ha afectado tu alma y, por lo tanto, darás gloria a Dios por la fe.

LanguageEnglish
PublisherPaul C. Jong
Release dateSep 8, 2023
ISBN9788928213177
Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)

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    Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II) - Paul C. Jong

    Este libro explica hasta qué punto el Credo de Nicea, elaborado en el Concilio de Nicea en la Antigüedad tardía, ha tenido una mala influencia en los cristianos de hoy.

    En esta época, para encontrar la verdad de nacer de nuevo, debes estudiar un poco más. Y necesitas conocer más profundamente el credo de fe que has creído hasta ahora.

    Ahora debes encontrar en este libro el significado del bautismo de Jesús por Juan el Bautista que fue omitido en el Credo de Nicea. Por lo tanto, debe ser una oportunidad para recibir la verdadera salvación y la paz en tu corazón.

    Ahora descubrirás el verdadero valor del evangelio del agua y el Espíritu en el bautismo que recibió Jesús. Llegarás a conocer más profunda y claramente cómo la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista ha afectado tu alma y, por lo tanto, darás gloria a Dios por la fe.

    Si tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad (II)

    Smashwords Edition

    Copyright 2023 by Hephzibah Publishing House

    Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma o por ningún medio―electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro―sin el permiso previo por escrito del editor y de los propietarios de los derechos de autor.

    La Sagrada Escritura usada en este libro es de la Versión Reina-Valera 1960.

    ISBN 978-89-282-1317-7

    ÍNDICE

    Prefacio

    1. Cómo Orar de Acuerdo al Padre Nuestro (Mateo 6:5-15)

    2. ¿Por qué Tipo de Fe Podemos Recibir Ahora la Remisión de los Pecados? (Levítico 1:1-9)

    3. ¿Cómo Nos ha Salvado Jesús, el Hijo de Dios, de Los Pecados de Este Mundo? (Romanos 3:25-31)

    4. La Salvación Cumplida Según la Voluntad de Dios (Mateo 11:25-30)

    5. ¿Verdaderamente Nos ha Dado el Señor la Remisión de los Pecados y la Resurrección? (Juan 11:1-42)

    6. Recibe a Dios, Quien es el Verbo (Juan 1:1-18)

    7. El Señor Quiere que Seamos Personas de Fe como José Arimatea (Lucas 23:50-56)

    8. El Señor Ha Limpiado Nuestros Corazones (Juan 2:13-22)

    9. El Señor, Quien se Convirtió en la Ofrenda de Expiación por el Pecado (Isaías 53:7-12)

    10. La Providencia de Dios Que nos Salva de Nuestros Pecados (Jeremías 31:31-34)

    11. ¿En qué Evangelio Debemos Creer para Alcanzar Madurez Espiritual? (Éxodo 32:25-29)

    Prefacio

    La historia del cristianismo está llena de confusión y vacío. Lo mismo ocurre con los pensamientos teológicos y con todas las doctrinas religiosas. También los corazones de los que creen en Jesús son iguales. Porque están confundidos y vacíos y su pecado está en lo profundo de sus corazones, están buscando al Salvador. Mucha gente cree en Jesús como su Salvador y todavía están confundidos después de muchos años. Los teólogos dicen: Al creer en Jesús, has sido salvado, estás siendo salvado y serás salvo. ¿Entiendes esto ahora? Este tipo de fe y creencia religiosa es el estado actual de los cristianos de hoy.

    ¿Por qué los cristianos de hoy tienen una fe confusa? Es porque creen en credos confusos. Los cristianos de hoy creen que los pecados que han heredado de sus antepasados son perdonados cuando creen en Jesús y reciben el bautismo en la iglesia, y todos los pecados cometidos en su vida se resuelven creyendo en los siete sacramentos prescritos por su iglesia. Las ideas teológicas que crearon también incluían las doctrinas de la oración de arrepentimiento, la santificación gradual y la penitencia.

    ¿Es posible que lavemos nuestros pecados con nuestras propias oraciones de arrepentimiento? Si piensa que sí, usted está complacido en la doctrina teológica de la salvación. Si el proceso de santificación de los cristianos depende del paso del tiempo, solo será posible en las doctrinas de las religiones hechas por el hombre. ¿Cómo podría la gente recibir la remisión de los pecados dependiendo del paso del tiempo? Si los pecados de uno pueden ser lavados con el paso del tiempo, es solo una ilusión que proviene de una firme creencia en los propios pensamientos y voluntad.

    La Reforma iniciada por Lutero fue recortada y sistematizada ideológicamente por Calvino. La gente dice que Lutero fue quien llevó a cabo la Reforma y que Calvino fue quien la organizó teológicamente. Sin embargo, hasta hoy, la Reforma ha terminado como un simple acontecimiento histórico, y la gente sigue viviendo como pecadores en la Reforma.

    Lo que necesitas absolutamente ahora es conocer el hecho de la salvación de que el Señor, el Salvador de la humanidad, tomó los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. Y debes recibir la remisión de los pecados por esta fe.

    De esta manera, si conoces y crees en la obra del bautismo de Jesús como se revela en el Antiguo y Nuevo Testamento, entonces seguramente te convertirás en el nacido de nuevo. De lo contrario, estás condenado a muerte con el pecado en tu corazón. En este libro, te darás cuenta de las inconsistencias del Credo de los Apóstoles, cómo fue instituido, y qué daño te ha hecho espiritualmente.

    ¿Cuál es la solución de fe para los Cristianos de hoy?

    La fe de los discípulos de Jesús, como el apóstol Pedro, el apóstol Pablo y el apóstol Juan, está revelada en la Biblia. Entonces debemos tener la misma fe que ellos.

    El apóstol Pedro testifica que Jesús lavó sus pecados al asumir los pecados del mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. La Biblia dice en 1 Pedro 3:21, El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. Pedro dijo aquí, También hay un antitipo que ahora nos salva: el bautismo. Podemos ver que Pedro hizo una confesión de fe de que Jesús lavó sus pecados de una vez por todas porque el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista era para tomar los pecados de la humanidad.

    E incluso en la del apóstol Juan, podemos encontrar su fe en la verdad de que Jesús lavó los pecados del mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. 1 Juan 5:4-8 dice, Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo—nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? La certeza del testimonio de Dios Este es Jesucristo—que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. Aquí, el Apóstol Juan testifica que la fe que vence al mundo es la fe que cree en Jesucristo que vino a este mundo por agua y sangre. Dice que vence al mundo creyendo en la verdad de que Jesús lavó los pecados del mundo mediante el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista.

    El Apóstol Pablo también dice en Gálatas 3:27, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. El Apóstol Pablo está diciendo que su salvación está basada en la fe de que Jesús lavó todos sus pecados por el bautismo que recibió de Juan el Bautista.

    Sin embargo, la fe en el Credo de los Apóstoles, en la que usted cree ahora, se basa únicamente en el Jesús crucificado, omitiendo la verdad de que Jesús asumió los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Hoy, el cristianismo del siglo XXI está causando muchos problemas porque no se basa en el hecho de que Jesús cargó con los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista.

    Por lo tanto, debemos encontrar la solución al problema de nuestros pecados en la verdad de la salvación cumplida por el Señor. Sólo cuando creemos en Jesús basándonos en la verdad de que Él cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, podemos lavar nuestros pecados y escapar del juicio de los pecados por la fe. Es indispensable que nos demos cuenta de que al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, podemos ser lavados de nuestros pecados y recibir la preciosa bendición de recibir el Espíritu Santo como un regalo. Podemos recibir la bendición de pasar todos nuestros pecados al cuerpo de Jesús creyendo en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. ¡Aleluya!

    SERMÓN 1

    Cómo Orar de Acuerdo al

    Padre Nuestro

    < Mateo 6:5-15 >

    "Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así:

    Padre nuestro que estás en los cielos,

    Santificado sea Tu nombre.

    Venga tu reino.

    Hágase tu voluntad

    Como en el Cielo, así también en la tierra.

    El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

    Y perdónanos nuestras deudas,

    Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

    Y no nos metas en tentación,

    Mas líbranos del mal;

    Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

    Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas."

    La lectura de la Escritura de hoy habla de la oración que el Señor nos ha enseñado. El Señor dijo: No oren sólo en forma para presumir ante los demás, ni emuléis a quien ora de esa manera. Les dijo a sus discípulos, y a nosotros también, que no oráramos hipócritamente como la gente religiosa del mundo. Consideremos hoy el contenido de la oración que el Señor nos ha enseñado.

    Debemos prestar mucha atención a lo que dijo el Señor en Mateo 6:9: Vosotros, pues, oraréis así. La oración que el Señor nos enseñó comienza así: Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre. El Señor nos dijo que oráramos de tal manera que el nombre del Padre sea santificado. Necesitamos reflexionar sobre esta Palabra y pensar si el tipo de oración que estamos dando en estos días es correcto. Muchos Cristianos recitan el Padrenuestro ritualmente de memoria, pero esa oración no cumple con el requisito de Dios. En la oración que el Señor nos enseñó, nos ordenó orar para que el nombre del Padre que está en los cielos sea santificado. El Señor nos dijo que oráramos de esta manera.

    Al enseñarnos a orar, el Señor nos dijo específicamente que el contenido de nuestra oración debe santificar el nombre de Dios Padre. ¿Cuál debe ser, pues, el primer tema de nuestra oración? Para cumplir lo que el Señor nos pide en nuestra oración, debemos pedir en primer lugar la remisión de nuestros pecados. Debemos orar a Dios Padre para que lave nuestros pecados, para que Su nombre sea santificado. Puesto que es imposible que nos hagamos libres de pecado ante Dios por nosotros mismos, debemos orar a Él para que nos enseñe la verdad de que nuestro Señor Jesucristo cargó con nuestros pecados y los lavó de una vez por todas.

    La oración que Jesucristo nos ha enseñado implica santificar el nombre de Dios Padre con nuestra fe. Para orar así con el tipo de fe que puede santificar el nombre de Dios Padre, primero debemos entender Su Palabra que promete nuestra salvación con un nuevo pacto. Aquí debemos comprender qué es el nuevo pacto que Dios nos prometió, pero abordaré este punto más adelante en el sermón.

    Para que podamos orar de manera que el nombre de Dios el Padre sea santificado, primero debemos tener la fe para revestirnos de santidad ante Dios. Entonces, para orar de la manera que Dios quiere que oremos, primero debemos orar a Él para que nos dé la fe que puede lavar nuestros pecados.

    El primer contenido de la oración que Dios Padre quiere de nosotros comienza así: Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre. El Padre de Jesucristo en el Cielo es sumamente santo. Por lo tanto, el Señor nos dice que oremos para que podamos conocer la Palabra del evangelio de la regeneración que puede lavar todos los pecados que ahora están en nuestros corazones. Pedirle al Señor que nos ayude a entender la salvación que Él nos ha traído debe estar en la cima de nuestros temas de oración. Nadie que tenga algún pecado en su corazón ahora puede invocar a Dios el Padre Celestial, y es por eso que Él nos dijo que pidamos en nuestra oración que primero lave nuestros pecados ahora mismo en este preciso momento.

    Nuestro Padre Celestial es un Dios sumamente santo, así que ¿cómo podría complacerse si un pecador simplemente le orara por Su ayuda sin buscar el lavado de los pecados de su corazón? Si hubiera algún pecado en nuestros corazones, Dios querría que primero le oráramos a Él para que lo lave. Dios es el Salvador que libera a los pecadores de sus pecados. Por lo tanto, cada vez que un pecador ora a Dios, primero debe pedirle que lo salve de sus pecados. Esto se debe a que nuestros corazones son santificados sólo si recibimos la remisión de los pecados en ellos, y es sólo entonces que podemos llamar al Dios santo nuestro Dios y glorificarlo en nuestras vidas.

    Aunque Dios tiene misericordia de los pecadores, no puede ponerse de su parte. Aunque Él es el Dios que salva a los pecadores de sus pecados, Él no es su Dios. Por lo tanto, para que nosotros podamos llamar al Santo Dios nuestro Padre, primero debemos recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones ahora creyendo en el bautismo que Jesucristo el Hijo de Dios recibió de Juan y Su sangre en la Cruz. Sólo entonces podemos llamar a Dios nuestro Padre. Como sabemos, nuestros pecados son los que nos separan del Dios santo, y por lo tanto deben ser quitados de nosotros. Por eso debemos ser lavados de nuestros pecados de una vez por todas creyendo en el bautismo que Jesús recibió de Juan y en Su sangre.

    Creyendo en el bautismo y la sangre del Hijo de Dios, debemos ser salvados de nuestros pecados para que podamos estar en comunión con Dios. Dios no es el Dios de los pecadores, pero Él se regocija en lavar nuestros pecados. Debemos creer en la Verdad de que Jesucristo ha lavado nuestros pecados de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan y con Su sangre. Dios se complace con aquellos que creen en el bautismo y la sangre que han lavado los pecados de la humanidad. Él se complace con nosotros sólo si primero somos transformados de pecadores a justos por la fe, y luego oramos a Él en el nombre de Jesucristo nuestro Salvador.

    Sigo repitiéndome, pero ¿qué clase de fe debemos tener para que Dios en el Cielo sea ahora nuestro Padre? Sin falta, debemos tener fe en la Verdad de que Jesucristo, el Hijo de Dios, tomó todos los pecados de la humanidad y los lavó de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan y Su sangre en la Cruz. Esto significa que nuestros corazones deben obtener de la Palabra de Dios la fe que lava nuestros pecados. Por lo tanto, he estado testificando últimamente que Jesucristo, quien vino como el Salvador de los pecadores según el orden de Melquisedec el Sacerdote, es nuestro Sacerdote eterno. Hoy, me gustaría volver a compartir la Palabra con ustedes sobre este tema.

    Jesucristo Es el Sacerdote Eterno que Vino Buscándonos según el Orden del Sacerdote Melquisedec

    Volvamos a Jeremías 31:33-34: Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

    ¿Fue la Palabra hablada aquí sólo al pueblo de Israel? No, no necesariamente. Cuando Dios habló aquí a la casa de Israel, Él nos estaba hablando a todos nosotros ahora. Nuestro Dios es un Dios misericordioso. Él nos está hablando de un nuevo pacto para que Él pueda dar la remisión de los pecados a todos los pecadores. Durante la época del Antiguo Testamento, Dios trató de no abandonar al pueblo de Israel sin importar cuánto pecaran. Sin embargo, el pueblo de Israel no podía detener los pecados que cometía. Como una manada de malhechores, todos ellos nacieron en esta tierra llenos de pecados, y por lo tanto no podían evitar seguir pecando.

    Por lo tanto, Dios trató de dar la Palabra de un nuevo pacto en lugar de la Palabra de la Ley. Dicho de otra manera, Dios buscó lavar los pecados de la humanidad y darles la salvación a través del bautismo y la sangre de Su Hijo. Esta salvación y la remisión de los pecados fueron prometidas no sólo al pueblo de Israel, sino a toda la raza humana. Esta fue la Palabra de la promesa de que Dios nos salvaría de todos nuestros pecados de una vez por todas y nos haría Su propio pueblo para siempre.

    Con un nuevo pacto, Dios prometió que salvaría a todos los pecadores de los pecados del mundo. Habiendo establecido un nuevo pacto de salvación para la humanidad, llegado el momento, Dios procuró darles la salvación por medio del bautismo que recibió Su Hijo Jesucristo y de la sangre que derramó. El nuevo pacto que Dios nos dio prometió que Su Hijo Jesucristo vendría a esta tierra y salvaría a la humanidad de todos los pecados al ser bautizado por Juan y ser crucificado. Dios hizo este pacto con la humanidad en Su Hijo. Debido a que el pueblo de Israel no pudo mantener el antiguo pacto que Dios había hecho con ellos, Él terminó este pacto e hizo un nuevo pacto con toda la raza humana. Dios sabía que cada corazón humano era corrupto y por lo tanto todos los seres humanos eran pecadores. Así como ahora la humanidad vive en pecado, el antiguo pueblo de Israel también amaba el pecado. Sin embargo, debido a que no sabían que su verdadero ser no era más que un montón de pecados, todavía trataban de alcanzar la salvación guardando la Palabra de Dios. Sin embargo, simplemente no pudieron mantener la promesa que hicieron con Dios en sus vidas.

    Así que, llegado el momento, Dios hizo un nuevo pacto con todos nosotros para la remisión de los pecados. Prometió no sólo al pueblo de Israel, sino también a todos los gentiles: Os salvaré de todos vuestros pecados. Dios hizo este pacto con nosotros en Su nombre. Como Dios sabía que los seres humanos eran demasiado débiles para guardar Su Ley, prometió salvarlos de todos sus pecados con la Palabra del nuevo pacto. Como sabemos, los seres humanos son simplemente incapaces de guardar la Ley, y por lo tanto era justo que Dios aboliera el antiguo pacto.

    A los ojos de Dios, estamos llenos de pecados y somos totalmente incapaces de guardar la Palabra de Su Ley por mucho que lo intentemos. A pesar de esto, la gente no sólo en la era del Antiguo Testamento, sino también en la era del Nuevo Testamento, se desafían temerariamente a sí mismos a guardar la Ley de Dios. Tantas personas están tratando de observar la perfecta Palabra de Dios, sin saber que ellos mismos son una generación de malhechores. Dios les dice: Si tanto quieres guardar la Palabra de la Ley, inténtalo. Y cuando se les acaban la fuerza de voluntad y las fuerzas, Dios les da la Palabra de la nueva alianza, diciéndoles: A partir de ahora, yo os salvaré de los pecados del mundo.

    Incluso en este mismo momento, todavía hay muchas personas que intentan cumplir la Ley de Dios por su cuenta. Pero Dios los está observando. Él espera hasta que toda la raza humana desista de tratar de guardar la Palabra de Su Ley, y cuando llega el momento, les dice que se salven por la fe, diciendo que Su Hijo Jesucristo les quitó sus pecados al ser bautizado por Juan, fue condenado por sus pecados al ser crucificado, y por lo tanto los ha salvado de una vez por todas.

    Cuando los pecadores se presentan ante nuestro Dios y piden Su salvación misericordiosa, Jesús les dice que se laven de sus pecados creyendo en el bautismo que Él recibió de Juan y en Su sangre en la Cruz. Para aquellos que buscan lavar sus pecados con fe en el bautismo que el Hijo de Dios recibió de Juan y Su sangre, Dios Padre concede sus deseos y los salva. Pero, para aquellos que de otra manera tratan de alcanzar la salvación a través de su propio esfuerzo, Dios simplemente les dice que sigan intentándolo con aún más trabajo propio.

    ¿Qué Tipo de Personas Debemos Ser ante Dios?

    ¿Qué harías ahora? ¿Lavarías tus pecados creyendo en el bautismo que Jesucristo el Hijo de Dios recibió de Juan y en la sangre que derramó en la Cruz? ¿O te esforzarías más por guardar la Palabra de la Ley de Dios por tu cuenta? El Señor nos pregunta qué elegiríamos. Dios quiere que seamos salvos creyendo que Su Hijo Jesucristo se ha convertido ahora en nuestro Salvador al ser bautizado por Juan y ser crucificado, en lugar de ofrecerle los animales de sacrificio del Antiguo Testamento.

    Dios quiere que seamos salvos creyendo en el bautismo que Su Hijo Jesucristo recibió de Juan y en Su sangre en la Cruz. Ahora podemos alcanzar la salvación de todos nuestros pecados creyendo en la Palabra de Dios. Dios está esperando que seamos salvados de todos nuestros pecados poniendo nuestra fe en la Palabra del Evangelio de la remisión de los pecados.

    Por lo tanto, en obediencia a la voluntad del Señor, debemos recibir la salvación creyendo en Su bautismo y sangre. Dios nos está enseñando que la obediencia es mejor que cualquier sacrificio. En lugar de ser tan obstinados ante Dios y negarnos a creer en la Palabra de Su gracia, Dios quiere que creamos obedientemente en la Palabra de salvación que Él nos ha dado. Sobre todo, porque Dios quiere misericordia y compasión para nosotros. Él quiere que creamos en el bautismo que Su Hijo recibió de Juan y en Su sangre, y que lavemos los pecados de nuestros corazones de una vez por todas con esta fe.

    Cuando llegó el momento, Dios dijo: Puesto que quebrantasteis el antiguo pacto por vosotros mismos, ahora haré con vosotros un nuevo pacto por amor de vosotros (Jeremías 31:31-34). Y también prometió: Pondré Mi ley en vuestros corazones y la escribiré en vuestras mentes, y seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Dicho de otra manera, Dios Padre prometió salvarnos de nuestros pecados por medio de Su Hijo Jesucristo, ya que Él lavaría nuestros pecados al ser bautizado por Juan y sería castigado por nuestros pecados en nuestro lugar. Esta es la Palabra del nuevo pacto que Dios nos ha dado.

    El Señor ahora ha escrito la Palabra del nuevo pacto en nuestras mentes y corazones, y Él nos ha dado la Palabra de testimonio probando que Él ha lavado nuestros pecados. Esta Palabra de testimonio nos dice que Jesús ha lavado nuestros pecados con el bautismo que recibió de Juan y Su sangre en la Cruz. Dios nos dijo: Ustedes son incapaces de vivir según la Palabra de la Ley que yo les he dado. Por eso, he ideado un plan de salvación para vosotros, para que yo sea vuestro Dios. He levantado a Mi Hijo Jesucristo como el Sacerdote eterno para salvarte ahora de tus pecados. Con la Palabra del bautismo que Mi Hijo recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó, he lavado ahora vuestros pecados de una vez por todas.

    En el Antiguo Testamento, Dios Padre había prometido enviar a Elías, y de acuerdo con esta promesa, envió a Juan el Bautista a esta tierra para cumplir el papel de Elías en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, Jesús quitó los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan, fue crucificado, resucitó de entre los muertos, y así nos ha salvado a Sus creyentes de los pecados del mundo. Y Jesús completó toda Su obra en esta tierra, diciendo en la Cruz: ¡Consumado es!. De este modo, Dios mismo se ha convertido en nuestro Salvador de una vez por todas, tal como nos prometió: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.

    Con el nuevo pacto que Dios hizo con nosotros, Él nos dijo: Enviaré a mi Hijo Jesucristo como el Sacerdote eterno para borrar vuestros pecados. Y Él quitará vuestros pecados de una vez por todas, siendo bautizado por Juan el Bautista, que vendrá con el espíritu de Elías. Creed en la salvación que Mi Hijo cumplirá al ser bautizado y asumiendo la condenación de vuestros pecados de una vez por todas siendo crucificado. Con el bautismo que Mi Hijo recibirá de Juan y Su sangre, lavaré todos vuestros pecados. En otras palabras, Dios nos prometió: Yo te salvaré de los pecados de este mundo de una vez por todas si crees en la obra del bautismo y la sangre de Jesucristo. Y Jesús, efectivamente, nos ha salvado al ser bautizado por Juan, siendo crucificado y, por tanto, castigado por nuestros pecados en nuestro lugar. También se ha cumplido la promesa de Dios Padre de escribir mi ley de salvación en vuestros corazones y en vuestras mentes.

    Debemos creer en la Palabra de Dios, quien es nuestro Creador y Salvador. Dios nos prometió nuestra salvación con la Palabra del nuevo pacto así para que pudiéramos llamarlo nuestro Padre. En resumen, todos nuestros pecados son remitidos de una vez por todas al creer en la salvación que Jesucristo nuestro Salvador ha cumplido con el bautismo que recibió de Juan y en Su sangre. Al creer de una vez en el bautismo que nuestro Señor recibió de Juan y en Su sangre, nuestros corazones pueden ahora recibir la remisión de los pecados y revestirse de santidad. Por su misericordia, nuestro Dios nos ha salvado y nos ha dado la vida eterna. Al salvarnos de todos los pecados del mundo de una vez por todas, Jesucristo nos ha permitido llamar a Dios en el Cielo nuestro propio Padre.

    Padre Nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre. La oración que Dios nos está enseñando a través del Padre Nuestro aquí, se ha cumplido con la Palabra del bautismo que Jesucristo el Hijo de Dios recibió de Juan y con Su sangre en la Cruz. Esto significa que debemos ser lavados de nuestros pecados poniendo nuestra fe en esta Verdad ahora, y luego llamar a Dios nuestro Padre. Para que podamos llamar al Santo Dios nuestro Padre por fe, primero debemos creer en el bautismo que Su Hijo Jesucristo recibió de Juan y Su sangre en la Cruz como nuestra salvación.

    Como usted y yo ya sabemos muy bien, todos somos descendientes de Adán, y por lo tanto todos nacimos en este mundo como pecadores completamente depravados ante Dios. Sin embargo, al creer en el bautismo que Jesucristo, el Hijo de Dios, recibió de Juan y en la sangre que derramó, hemos sido lavados de todos nuestros pecados. Sin este lavado de pecados, no podemos llamar a Dios nuestro Padre. Aunque podemos invocar el nombre de Dios, debemos invocar Su santo nombre sólo después de haber sido lavados primero de nuestros pecados como Él lo desea, y por lo tanto es absolutamente indispensable que creamos en la Palabra del Evangelio del bautismo y la sangre de la salvación que nos permite nacer de nuevo.

    Si aceptamos el bautismo que el Hijo de Dios recibió de Juan y Su sangre como nuestra salvación, todos podemos convertirnos en los santos hijos de Dios. Sin embargo, si nos negamos a aceptar en nuestros corazones el evangelio de salvación que Dios nos ha dado, no podemos convertirnos en Sus hijos. Por lo tanto, debemos ser salvos creyendo con el corazón que Dios envió a Su Hijo a esta tierra e hizo que quitara los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan. Y también debemos creer que Jesucristo bautizado entregó Su cuerpo en la Cruz para ser sacrificado por los pecadores como su propiciación. Así, sólo mediante la fe en el bautismo que Jesús recibió de Juan y en la sangre que derramó podemos recibir la remisión eterna de los pecados y convertirnos en hijos del Dios santo. Esta salvación es la voluntad del Dios santo para nosotros. Por tanto, el Padre Nuestro nos enseña que debemos obtener, de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la fe que nos permita nacer de nuevo, para que Dios sea nuestro Dios.

    Por nuestra naturaleza fundamental, todos nosotros no éramos más que montones de pecados ante Dios. Todos nacimos en este mundo en un estado donde el santo Dios no era nuestro Padre. Debemos darnos cuenta de que es precisamente por eso que Dios nos dijo que el primer tema de nuestra oración debía ser pedir el perdón de nuestros pecados. Y Dios nos dijo que creyéramos que Jesús ha limpiado los pecados de nuestros corazones al ser bautizado por Juan, y que así santificáramos nuestros corazones y llegáramos a ser justos para poder llamar a Dios nuestro Padre.

    ¿Quién Tiene Fe en la Justicia de Dios para Nacer de Nuevo de Sus Pecados de Una vez por Todas?

    Jesucristo, el Hijo de Dios, ha borrado nuestros pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz, y los que se dan cuenta y creen en este Salvador son los que tienen la fe para nacer de nuevo. A los ojos de Dios, los que se salvan de sus pecados son los que verdaderamente han nacido de nuevo. Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha salvado de una vez por todas con la Palabra del bautismo y la sangre de la remisión de los pecados. Por lo tanto, creyendo ahora en el bautismo que Jesús recibió de Juan y Su sangre en la Cruz, podemos recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones y llamar a Dios nuestro Padre. Fue para enseñarnos esta lección que el Señor nos enseñó Su oración. Jesús nos estaba enseñando a todos nosotros a orar creyendo en el bautismo que Él recibió de Juan y en Su sangre en la Cruz.

    Ahora nos hemos convertido en personas de fe que son capaces de orar así a Dios el Santo Padre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha dado la salvación aceptando nuestros pecados de una vez por todas mediante el bautismo que recibió de Juan y siendo castigado por ellos en la Cruz en nuestro lugar, y creyendo en esta salvación, hemos sido lavados de todos nuestros pecados de una vez por todas. Todo esto se debe a que Dios el Padre hizo que Su Hijo Jesucristo quitara los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, ser crucificado, y así completar la obra de salvación para liberar a Sus creyentes de una vez por todas.

    El propósito por el cual Dios Padre ha salvado a los pecadores del pecado de esta manera es para que glorifiquemos Su nombre. Jesús ha salvado del pecado a aquellos que creen en el bautismo que Él recibió de Juan el Bautista y en Su sangre para que el nombre del Señor sea alabado. Al hacer que Su Hijo recibiera el bautismo de Juan y fuera crucificado, Dios Padre sacrificó a Su Hijo en nuestro lugar. Por eso, quien cree en esta Verdad de la salvación—es decir, en el bautismo que Jesús recibió de Juan y en Su sangre—puede recibir la remisión de los pecados en el corazón y alabar el nombre del Dios santo. Debido a que hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones al creer en la salvación dada por Dios, ahora podemos alabar a Dios Padre ya que nos hemos convertido en Sus hijos. Ahora podemos orar a Él, llamándolo: Padre nuestro que estás en los cielos. Es cuando recibimos la remisión de pecados en nuestros corazones que podemos llamar a Dios, nuestro Padre.

    Incluso antes de la creación del universo, mucho antes de la fundación del mundo, el Dios Triuno planeó salvar a la humanidad de sus pecados para que llegáramos a alabarle. Cuando llegó el momento, Dios envió a Su Hijo Jesucristo a esta tierra e hizo que llevara los pecados de este mundo sobre Su cuerpo de una vez por todas siendo bautizado por Juan el Bautista; y habiendo sido bautizado por Juan, Jesús fue castigado por nuestros pecados derramando Su sangre en la Cruz, salvando así a Sus creyentes de sus pecados. Nuestro Señor nos ha salvado a los creyentes de todos nuestros pecados de una vez por todas al quitárnoslos mediante el bautismo que recibió de Juan, derramando Su sangre y muriendo en la Cruz para ser castigado por ellos, y resucitando de entre los muertos. Gracias a esta fe, hemos recibido la remisión de los pecados ante los ojos de Dios.

    Debemos creer con el corazón que Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha hecho justos con el bautismo que recibió de Juan y la sangre que derramó. Debemos creer en la verdadera Palabra de salvación que nuestro Señor ha cumplido profundamente en nuestros corazones y mentes. Debido a que el Señor completó la obra de Su bautismo y el derramamiento de Su sangre que nos salva de los pecados de este mundo, ahora es posible para nosotros ser salvos por la fe. En otras palabras, ahora podemos convertirnos en hijos de Dios por la fe porque Jesús nos ha salvado de los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan y la sangre que derramó en la Cruz. Es porque creemos en el bautismo de Jesucristo y el derramamiento de Su sangre que hemos sido bendecidos para llamar a Dios nuestro Padre ahora.

    El Señor está tratando de enseñarnos tales oraciones de fe. Para que podamos invocar a nuestro Padre celestial y orarle, el Señor Jesucristo nos ha salvado de todos los pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan y derramar Su sangre en la Cruz. Y Él nos dice que los que creen en esta Verdad de salvación son hijos de Dios (Juan 1:12). Debido a que Jesús pagó el precio de los pecados de la humanidad de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan y la sangre que derramó, aquellos que creen en esta Verdad pueden ser salvos de sus pecados de una vez por todas.

    Quien cree en esta Verdad de salvación puede ahora recibir la remisión de los pecados en el corazón y convertirse en hijo de Dios. Jesucristo vino a esta tierra según el orden de Melquisedec, y es gracias a Su bautismo y al derramamiento de Su sangre que hemos alcanzado la salvación. Así que recordemos todos que hemos sido salvados al poner nuestra fe en la gracia de salvación de Jesucristo.

    Sólo aquellos que han sido salvados de sus pecados al creer en el amor de justicia dado por Dios están calificados para llamar al Dios santo su Padre en Su presencia. En contraste, los que aún no han recibido la remisión de pecados en sus corazones no tienen la fe suficiente para llamar a Dios su Padre. Por lo tanto, no pueden orar a Dios y llamarlo nuestro Padre celestial. Tales personas deben orar primero por la liberación de sus pecados. Luego deben creer en el bautismo que el Señor recibió de Juan y en Su sangre, y lavar sus pecados con esta fe. Sólo después de esto pueden llamar a Dios su Padre.

    El propósito de Dios es hacernos humanos sin pecado como Él mismo. Por eso nuestro Señor nos dijo que oráramos por la remisión de nuestros pecados según la oración que Él nos enseñó. Para convertirnos en hijos de Dios, primero debemos comprender exactamente cuándo y cómo Jesucristo, el Hijo de Dios, borró tus pecados y los míos, y debemos creer en ello de corazón. Dios nos ha dado ahora la fe del nuevo nacimiento que nos permite alcanzar la salvación de todos nuestros pecados, y la Verdad de esta salvación es que Su Hijo Jesucristo cargó con tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan, murió en la Cruz, resucitó de entre los muertos, y se ha convertido así en nuestro Salvador.

    ¿Dónde Está Escrita la Palabra de la Remisión de Pecados en la Biblia?

    El Señor dijo: hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:18). ¿Dónde, entonces, está escrita la Palabra que testifica que el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo? Dios dijo que Su Hijo vendría a salvarnos de todos los pecados como nuestro Sacerdote eterno, pero ¿dónde está escrito este testimonio en la Palabra?

    Ahora bien, volvamos a la Biblia y busquemos la evidencia en esta hora. Verifiquemos primero de la Palabra escrita que Jesús fue levantado para ser el Sacerdote eterno de esta tierra. Está escrito en Salmos 110:4:

    "Juró Jehová,

    Y no se arrepentirá:

    "Tú eres sacerdote para siempre

    Según el orden de Melquisedec".

    Aquí en el Antiguo Testamento, vemos que la palabra Señor se usa para referirse al santo nombre de Dios, y este nombre significa Aquel que existe por Sí Mismo. Refiriéndose a Jesucristo, Él que existe por Sí Mismo, dijo: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Dios dijo esto porque Su Hijo Jesucristo salvaría a los creyentes de sus pecados al ser bautizado por Juan y ser crucificado para nuestra salvación.

    Como está escrito: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, Dios Padre ha levantado a Su Hijo para que sea nuestro Sacerdote eterno. Como tal, para salvarnos a ti y a mí de los pecados de este mundo y de la condenación, Jesús fue bautizado por Juan, el más grande de los nacidos de mujer (Mateo 11:10-12; Mateo 3:13-17), y fue crucificado, salvando así a todos los que creen en esta Verdad de todos los pecados del mundo. Por lo tanto, es ahora creyendo en esta verdadera salvación que somos lavados de nuestros pecados. Dios nos ha salvado de nuestros pecados de una vez por todas mediante el bautismo que Su Hijo Jesús recibió de Juan y Su sangre en la Cruz, y nos ha hecho a nosotros, los creyentes, Sus propios hijos.

    Dios Padre ha levantado a Su Hijo Jesucristo como nuestro Sacerdote eterno. ¿Por qué, entonces, Dios levantó a Jesucristo como el Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec? El relato de Melquisedec se encuentra en Génesis 14:17-20:

    "Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo:

    ‘Bendito sea Abram del Dios Altísimo,

    creador de los cielos y de la tierra;

    y bendito sea el Dios Altísimo,

    que entregó tus enemigos en tu mano.

    Y le dio Abram los diezmos de todo.’"

    Está basado en Melquisedec el Sacerdote que Dios está diciendo que Su Hijo es el sacerdote eterno que salvaría a la humanidad de los pecados del mundo.

    Basado en este pasaje del Génesis, Dios dijo en Salmos 110:4, Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec. Hay una gran diferencia de tiempo entre

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