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Una casa y cinco jóvenes
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Una casa y cinco jóvenes

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About this ebook

Sumérgete en la apasionante continuación de 'Grimoire', donde la aventura se intensifica y los personajes se embarcan en un viaje de autodescubrimiento y exploración sensorial. En estos capítulos adicionales, nos sumergimos en la evolución de las relaciones y la adaptación a un mundo transformado, donde el protagonista y sus compañeros enfrentan desafíos emocionales y físicos. Prepárate para una narrativa rica en emociones y descubrimientos en un entorno donde los límites se ponen a prueba y los lazos se fortalecen.

LanguageEnglish
Release dateDec 8, 2023
ISBN9798223315803
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    Una casa y cinco jóvenes - Ramon H. Guiardinu

    Advertencia

    Este libro no está recomendado para menores de edad. Debo advertir que contiene sexo explícito, temas polémicos como; situaciones poco realistas, relaciones enfermas, BDSM, dependencia, robo/violación a la privacidad, maltrato, abuso, promiscuidad, depresión, ansiedad, bulimia/anorexia, drogas, fetiches asquerosos y otras cosas poco beneficiosas en una lectura sana. Cabe aclarar que antes, en la línea original de la historia y cuando estaba armando la trama, los personajes eran más inocentes, pero por alguna razón... este libro quedo así sin darme cuenta. Espero puedas logras llegar hasta el final.

    La muerte se abraza a la vida ardiente,

    le arranca gritos y suspiros en aliento.

    Lleva un sinfín de instantes, largo tiempo,

    tejiendo sentimientos en aquel

    que hoy yace en sus pensamientos.

    Y, con estas páginas contaminadas de sexo,

    que se enciendan en llamas,

    las ascuas de un mundo viejo.

    Ramón H. Guiardinú

    Prefacio

    ––––––––

    En el libro titulado Grimoire, a todos los habitantes del planeta tierra se les fue concedido un deseo por una entidad desconocida, cosa quienes sobrevivieron terminaron siendo conocidos como incarnates, monstruos que se ocultan entre los humanos, y también se alimentan de ellos. En un principio humanos abarrotados por sueños, terminaron siendo prisioneros de sus deseos ocasionados el final del mundo que conocemos y el comienzo de otros. Este libro es una secuela que contiene detalladas escenas de sexo y lenguaje explícito, nos adentraremos en la experimentación de placeres y la ambientación de un nuevo mundo para el personaje principal y quienes le acompañan en el viaje.

    Capítulo 1: El inicio de una oportunidad

    Rey entró en su habitación con el propósito de cambiarse y ponerse cómodo, no era que esa noche tuviera mucho que hacer más que quedarse en la casa con los demás miembros del grupo. Para él el trabajo como mercenario era tan tedioso como lucrativo, pero también buen remedio para mantenerse ocupado y poder preservar la compostura ante situaciones morbosas que ya se volvían parte de la rutina del día a día. Como, por ejemplo, el sonido pervertido que se podía escuchar en el cuarto colindante.

    ¿Quién está conforme con lo que tiene?, se preguntó él, sintiéndose un tanto ansioso, abrumado por sus deseos sexuales que ya le volvían loco, tal vez, porque a pesar de tener poderes sobrehumanos, aun su cuerpo estaba contaminado por urgencia que no podía controlar muy bien. Mismas que con el tiempo se acumularon y ahora no le dejaban pensar con claridad cuando se vio poniendo el seguro a la puerta de su habitación, cosa que nunca hacía. Samantha era quien estaba haciendo de las suyas al otro lado de la pared y de cierta manera no tenía consideración por ninguno de los demás miembros.

    Prendiendo la pantalla de su dispositivo, Rey optó por hacer algo que se había prometido nunca haría. Usando los privilegios de administrador, los cuales se reservó de decir que tenía cuando les dio los celulares a sus compañeros, él entró en el teléfono de Samantha y tras tocar unas cuantas opciones, pudo compartir las imágenes que capturaba la cámara en el otro cuarto a tiempo real. Tragando en seco, Rey se quedó con los ojos abiertos y el corazón que se le quería salir. Lo que estaba haciendo era deplorable, abusando de la confianza de alguien a quien estaba supuesto proteger y se expone de forma vulnerable. Aun así, no pudo dejar de agarrarse la verga y sacudirla tan duro como pudo, por encima de las prendas que tenía puesta. En su pantalla veía a la intelectual del grupo en cuatro, sobre el piso, taladrándose el culo con un peine de cabellos, apuntando la cámara de su celular al espejo.

    No es correcto lo que estoy haciendo, pero tampoco puedo rehusarme a seguir viendo y sentir esta necesidad sexual, pensaba Rey. Quizás, si dejo de salir de esta casa, paso tiempo con ella y creo más confianza, entre los dos podrían suceder cosas que nunca imaginaría. Pero ¿y los demás? ¿Qué podría suceder si me equivoco?, si rebaso la línea de la amistad con Samantha y se crean preferencias entre ella y yo, los otros se pondrían celosos y el grupo terminaría consumiéndose por dentro. La unidad es la supervivencia, después de todo, estamos en un mundo post apocalíptico... aunque, puede ser la misma razón por la cual la pérdida de vidas humanas a nuestro alrededor nos deje con deseos de crear más... por la cual estos instintos se hacen lugar...

    Pensativo, Rey respiró con profundidad y tras presionar uno de los botones a un lado de la pantalla de su celular, cerró la aplicación que violaba la privacidad de su amiga. Acto seguido, para evitar caer en nuevas tentaciones, él arrojó el teléfono a un lado, se tumbó sobre la cama, tomó las sábanas y también algunas almohadas e hizo un bulto a su alrededor. Ya cuando estaba casi atrincherado sobre su cama, a punto de sentirse culpable y solo, Rey escuchó que alguien le hablaba detrás de la puerta al mismo tiempo que intentó abrirla, pero no pudo.

    —Rey, Howard dice que no pudo cazar nada para la cena — era Elena, hablando estresada por la situación que tenía entre las manos. Al parecer le había tocado cocinar y ahora que no tenía los ingredientes trataba de resolver el problema como siempre lo hacía, pidiendo ayuda.

    Rey había olvidado remover el seguro de la puerta que había puesto antes de empezar el trabajo que no pudo terminar por cargos de conciencia.

    —Ahora te ayudo —dijo Rey, mientras se levantó de su cama, procedió a cambiarse tan rápido como pudo y tras chequear si no se le notaba mucho la erección, abrió la puerta como si no hubiera sucedido nada.

    Elena le estaba esperando del otro lado y apenas le vio, mostró una sonrisa picaresca. Ella no era de hablar mucho y últimamente no se le había visto muy contenta, pero esta vez su risa insinuaba que ella le había sorprendido en medio de algo. Ellos dos se llevaban bien, al punto de sorprenderle cambiándose unas cuantas veces y seguir actuando natural, pero según ella recordaba, esta era la primera vez que escuchaba como el seguro de dentro del cuarto de él había sido puesto para que nadie pudiera abrir la puerta.

    —A mi defensa, se me quitaron los deseos de hacer algo —dijo Rey como quien se consideraba culpable de un crimen y quería que le reprendieran.

    —Seguro, claro que sí. ¿Quién pensaría mal de ti? Aun así, hubiera sido más interesante si casualmente se te hubiera olvidado poner el seguro —dijo Elena con voz decepcionada, para continuar—. Ahora, ayúdame con la carne y otros ingredientes.

    Tal vez Samantha estaba gritando y haciendo lo que hacía en el otro cuarto, pero Elena era buena para seducir y hacer insinuaciones sexuales que podían dejar la mente de cualquier hombre pensado, ¿podría ser, o no?. Además, caminaba por la casa sin prendas interiores y no le importaba tener que pegarse a Rey para pasar de un lado a otro en la cocina.

    Dejando ese tipo de situaciones de lado, entre las chicas del grupo, Rey también podría afirmar que a ella era a quien más le gustaba trabajar. Pero cada vez que alguien quería hacer más difícil su tarea para hacer una cena tan elegante como sabrosa, se podía molestar muchísimo. La otra que parecía compartir estas prácticas de molestarse por trabajar más de lo que debía era Samantha, la misma que aun estando en la cocina, él podía sentir cómo aún se estaba masturbando, cosa que no le dejaba bajar su erección.

    Es cierto que Sam a veces puede tener mal carácter y actuar por interés propio. Pero, detrás de esos lentes, tiene lindos ojos, y una personalidad encantadora cuando se ríe. Estoy pensando diferente de ella, ahhh, me gustaría que nos llevemos mejor. ¿Y si sus gritos tienen la intención de que alguien entre en su cuarto y le sorprenda?, se dijo Rey, apretando sus puños y tensando sus músculos. Sería muy excitante entrar y verla en cuatro, o tocándose como le vi. Pero, y si se enoja conmigo... como lo hace con Elena cuando ella le da una risita sugerente de las suyas...

    Inclinándose con tal de revisar la zona baja del frío, Elena nombró en voz alta los vegetales y verduras que faltaban. Rey, tapándose los ojos con la mano derecha, hizo aparecer sobre la mesa lo que se le pedía.

    No, ella no... no puedo abusar de su inocencia y de lo cómoda que se siente a mi alrededor. Pero, ¿por qué tengo tanta hambre de sexo? No me reconozco a mí mismo..., se dijo Rey.

    Entre el martirio de dos tentadoras chicas, los ingredientes que una vez estuvieron sobre la mesa fueron manipulados por Elena quien, con la ayuda de Rey, pudo preparar una cena que se veía tan bien como olía. Una vez la mesa quedó preparada, los otros tres individuos salieron de sus cuartos atraídos por el olor. Samantha se sentó en la punta de la mesa con mirada seria y carácter recto. Elena a su derecha, contenta y feliz como era usual cada vez que iba a comer algo que no le decepcionará el paladar. Con un tanto de apuro Rey se sentó a la izquierda de Samantha, y tan pronto se acomodó en la silla mostró un rostro de alivio. Juliet se sentó al lado opuesto de Howard quien estaba sentado en la misma fila que Elena. Estos dos últimos parecían un tanto traumatizados e incómodos por estar ahí.

    Apenas empezaron a comer, Howard le preguntó a Rey si podía aceptar un trabajo extra, lo cual se veía como una excelente oportunidad para obtener un favor en compensación.

    —... Rey, prometo que no te voy a fallar y pienso ir hoy mismo de ser necesario —dijo justo antes de agarrar lo que pretendía comerse.

    Sin tiempo a llevarse un trago a la boca, el joven mencionado se atoró con su propia saliva. Tal vez esa era una señal del destino.

    A pesar de haberse propuesto quedarse más tiempo en la casa, su amigo y el otro chico que componía al grupo de cinco sugería marcharse por su propia cuenta. A punto de responder que sí, Rey fue interrumpido por Samantha.

    —Howard, ya sabes muy bien que yo soy la líder del grupo. ¿Por qué no me lo pides a mí? —se quejó la trigueña.

    Rey, con discreción, observó en dirección a quien se sentaba a su lado, de entre todos los miembros de la mesa, ella era quien más fuerte tenía impregnado en su mano el olor que dejaba haberse tocado los genitales por un buen rato. Sin mencionar los ruidos incómodos escuchados por todos. Era obvia la razón por la cual nadie le quería preguntar nada en ese momento.

    —Ya lo sé, líder; pero no puedes darme lo que voy a pedir a cambio de mi trabajo extra —Howard se justificó, era cierto que independientemente de ser la líder, sus capacidades no se veían afectadas por lo que hacía o dejaba de hacer en su vida privada. Pero, Rey indiscutiblemente tenía el poder de hacer aparecer cosas siempre y cuando se cumplieran ciertas limitaciones.

    —¿Y se puede saber qué vas a pedir?

    En el aire comenzó a formarse la usual tensión de siempre, a lo cual, exceptuando a Elena, Samantha y Howard los demás aumentaron la rapidez con la cual comían por si ocurría una pelea que destruyese la mesa, no quedarse con el estómago vacío.

    Elena, a pesar de ser la más hambrienta, tenía la boca abierta y apoyaba su frente sobre su mano derecha, como quien creía que su comida no había sido tan buena como para que todos se preocuparan por comer y después limpiar el plato con la lengua antes de hablar o pelearse.

    —Medicamentos como; Aldactone, Testo-bloker y estrógeno —respondió Howard sin poder dejar de dar una sonrisa de medio lado por lo nervioso que estaba—. Quiero alterar mis niveles hormonales y que coincidan con mi identidad de género. Últimamente, he estado sufriendo mucho en este cuerpo que me tocó al nacer.

    Howard había utilizado términos complicados que hacían raras sus palabras, pero con su última oración, más o menos, los presentes pudieron formarse una idea general de lo que trataba el tema.

    —¿Estás tomándonos el pelo? —preguntó Sam con los ojos bien abiertos. Para ella, si había algo que ese chico de cabellos alocados tenía, era que desde el principio se había comportado como un cómico y siempre decía chistes o payasadas sin motivos ni razones aparentes. A sus ojos él era, irresponsable, inmaduro e irritante.

    —No... como se notarán los cambios... quería dejarles saber de antemano. ¿Qué mejor oportunidad que esta? —dijo Howard con seguridad, para continuar hablando como si estuviera a punto de chantajear— Y tú no eres nadie para decirme que no.

    Algo tuvo que pasar entre estos dos, pensaba Rey. Samantha puede ser mucho más firme y severa que esto, en cambio, diría que discute como si estuviera caminando sobre un campo de minas.

    Era cierto, la terapia hormonal, a pesar de ser segura y eficaz, crea cambios en las personas y esos cambios no se pueden esconder.

    El silencio de los presentes se dio lugar, se estaba abordando un tema que debía de ser tratado con seriedad.

    —Pero Howard, eso no es para todo el mundo. Debe venir con consecuencias y... aquí nadie es doctor. No puedes autotratarte como si fueras uno...

    Ante los reclamos de Samantha, Howard reviró los ojos como si quisiera verse el cerebro para seguir comiendo sin prestar mucha atención a ellas.

    La misma afición que Howard tiene por no prestar atención a los reclamos, la tiene Sam porque le escuchen cuando habla y trata de advertir las consecuencias negativas de una situación.

    —¿Qué problema existe con que no tenga ni un laboratorio ni un doctor? —preguntó Howard como quien arrojaba gasolina a un fuego—. Tú no vives en mi cuerpo, el mundo se acaba ahí fuera y quién dice que mi último momento para respirar no esté muy lejos de llegar. En la vida solo existe una única regla... morir al final. ¿Qué tiene de malo que quiera ser egoísta?

    —Nada... ella, después de que se viene, tiene la mente de una conservadora —dijo Elena, y de inmediato alzó su mirada para ver a los ojos de Sam.

    —Es cierto que a ella le molesta todo lo que no es tradicional o incumple con los estándares de la sociedad, pero ¿necesariamente después de que se viene? —dijo Juliet, como quien señalaba lo obvio al mismo tiempo que indagaba sobre algo más.

    Corrigiéndose, Elena agregó: —Bueno, siempre y cuando esté excitada.

    —Interesante —Juliet miró a Elena y vio que Samantha guardaba un sospechoso silencio, pero sin querer seguir indagando en el asunto que no venía al tema, continuó: —Sam, se agradece tu opinión, pero Howard seguro está más que consciente de los riesgos. No necesita a alguien que le desanime en este momento.

    —¿Qué lo estaba desanimado? —preguntó Sam, parecía molesta—. No. Tampoco es que sea una ‘conservadora’ cuando no estoy excitada, es su cuerpo y él puede hacer lo que quiera consigo mismo. Pero en mi opinión muy personal, creo que es una idea descabellada.

    —Samantha tiene razón —dijo Rey quien había mantenido el silencio—. Howard es una idea descabellada... posiblemente la más loca que se te ocurriera hasta el momento —el chico a quien se referían se puso tenso en su silla, como si no esperara que Rey se pusiera de parte de Samantha—. Pero te apoyo. El doctor tal vez no te lo pueda conseguir, pero sí el laboratorio para que te hagas los análisis de sangre y los medicamentos.

    Howard sonrió, estaba contento, casi que quería saltar de su asiento y llegar al techo. Que Rey dijera eso significaba que no era imposible la idea que se estaba proponiendo llevar a cabo.

    —Pero, Rey... ¡Estamos hablando de medicamentos y hormonas! —exclamó Samantha.

    —Sé lo que hago, Samantha, —el chico estresó las sílabas del nombre mencionado como si estuviera a punto de perder la paciencia—. Todos  los  que  estamos  en  esta  mesa, exceptuándome, seguramente en algún punto tuvieron una vida con una pareja, y perfectamente me las puedo imaginar teniendo sexo con alguien más, dentro de un cuerpo con el cual no se sienten mal. Yo quiero llegar a experimentar lo mismo.

    —Ese es un buen punto —dijo Juliet con una sonrisa amargada.

    Tanto para la pelirroja, la trigueña y la rubia del grupo concordaban en que la primera parte de lo que había dicho Howard no podía estar más equivocada, pero perfectamente podían entender el punto.

    —Qué lástima, creo que tendrás que incluir en esa lista a Samantha también, —comentó Elena—. Con lo recta que se comporta tras gritar enérgicamente en su cuarto por casi una hora, considero que ella tampoco está segura de su cuerpo ni de lo que hizo.

    —Tienes razón —sentenció Howard.

    —¿¡Eh!? ¿¡Qué están insinuando!? —alterada exclamó Sam ante la acusación de la rubia.

    —Que todos te escuchamos cuando pasas tiempo deseándote en tu cuarto o en el baño y ahora no lo admites por la vergüenza que tienes.

    —No tengo que admitir nada porque no hago semejantes cosas pecaminosas —respondió roja como un tomate, sus mejillas blancas cambiaban de color con facilidad cada vez que ella estaba nerviosa, y Samantha se ponía nerviosa cuando mentía o no sabía lo que estaba diciendo. —Además, qué tiene que ver eso con que me incluyan en la lista de Howard.

    Rey volvió a toser en el lugar, en verdad a Elena le gustaba tocar cuerdas sensibles a las personas.

    Al mismo tiempo, Juliet se rompió a carcajadas, tanto que necesito tomar agua para no atragantarse con la comida que tenía en ese momento en la boca. —Deberías pensar por ti misma. Tan inteligente que eres para ciertas otras situaciones... pero te lo voy a decir... No te sientes segura de afirmar lo que haces porque dudas de ti.

    —No tengo por qué afirmar cosas que son privadas. A ustedes no les importa si lo hago o no —se defendió Sam.

    —Sí, lo haces. Y no es que me importe, pero, precisamente hoy, tuve que empezar a cocinar más temprano para no tener que oír los ruidos que estabas haciendo y aun así los pude seguir escuchando. No sé si te has enterado, la habitación de Rey también está junto a la tuya —dijo Elena, riéndose, mientras masticaba un pedazo de pan—. Por cierto, estabas tan entonada que Rey casi se anima a estrangularse el ganso si no hubiera sido porque fui a rescatarle a tiempo.

    Sam se quedó asombrada, más cuando el chico de ojos blancos del grupo asintió penosamente con su cabeza ante la afirmación de Elena.

    Solo actúa con normalidad y sobrevivirás... con normalidad, se decía Rey enfocado en no dejar ver lo mucho que temblaba la mano con la cual aguantaba el vaso.

    —Y tiene la cara de seguir negándolo. Howard, en serio, tienes que incluirla en tu lista y después cuando tengas tu cambio, te sales y así le dejas sola —dijo Juliet—. Nada más hace falta que Rey pueda conseguir lo que necesitas.

    El chico ahí en la mesa estaba llorando de felicidad. Pasó a dejar de sentirse mal y vulnerable por lo que pudieran estar pensando de él, a sentirse aceptado y animado por sus compañeros. Él no tenía palabras que decir, solo lágrimas para mostrar.

    —Bueno, bueno. A mí me gusta la idea de que trabajes para que consigas lo que quieres Howard. También te voy a apoyar, siempre y cuando no hagas una lista con mi nombre en ella —dijo Samantha, quien de cierto modo hablaba por Rey—. Tienes mi autorización como líder de tomar el trabajo que Rey considere apropiado.

    —¡¿Ya le estás echando?! Ves Howard, por eso tenías que haberte convertido tú en el líder cuando se te dio la oportunidad —dijo Elena.

    —Un líder no puede salir del reino... además, él va a salir no solo para hacer el trabajo que se le mande, sino que también para buscar información y productos que son convenientes para él. Rey no puede clonar nada que no sea fotografiado por uno de los teléfonos que nos dio —argumentó Samantha—. Que mal pensada eres, Howard es un valioso miembro del grupo y sin él tal vez nuestras vidas se acorten.

    —No soy mal pensada, quería defenderlo —le dijo Elena a Sam, para luego ver en dirección a Howard, quien se ponía de pie con ánimos de lograrlo todo—. Para que cumplas tus sueños, puedes pedirme ayuda en lo que necesites.

    —¿No tienen nada en el teléfono que puedas utilizar mientras tanto? —preguntó Rey.

    —Sí y ya lo he estado usando, pero la eficiencia de dichos medicamentos no es la mejor. Los efectos se notan de un año a tres, pero como ya pasé mi pubertad, los cambios masculinos de mi cuerpo no pueden ser revertidos con lo que existe en el mercado. Lo que pienso buscar es mucho mejor y más potente — argumentó Howard.

    —¿En serio? —Elena parecía muy asombrada, algo sumamente raro en ella.

    —Sam —intervino Rey de forma confidente en dirección a la  pesimista  del  grupo—.  Estoy  seguro  y  creo  en Howard. Además, siempre que quede vivo puedo curar su cuerpo de cualquier enfermedad.

    Para un mortal, fuera del reino, salir solo en una misión no era juego. Al contrario de Howard, Rey lo hacía porque no podía morir y tenía poderes semejantes a los de un dios, como otros tantos individuos que existían ahí fuera. Era cierto que Howard tenía una habilidad absoluta, que con un chasquido de sus dedos podía hacer estallar en mil pedazos cualquier cosa que sus ojos pudieran ver. Pero de igual manera, los más de miles de otros individuos con habilidades absolutas podían otorgarles la muerte.

    En las afueras del reino, las peleas se resuelven de un solo movimiento y generalmente dependiendo de quién viera a quién primero.

    No obstante Rey, sabiendo esto, le estaba mirando de forma calmada.

    —Está bien —cedió Samantha—. Siempre y cuando no sea nada peligroso.

    —Les mostraré lo que hablo con resultados —dijo el chico de cabellos alocados—. Rey, ¿qué tienes para mí?

    Samanta respiró hondo, casi que mordiéndose la lengua para no permitirse a sí misma seguir comentando dado que no había pasado un segundo y ya se estaba arrepintiendo.

    —Esta es una misión simple, pero tediosa que desde hace rato tengo por hacer —dijo Rey mientras tocaba la pantalla de su teléfono—. Si todo sale bien, supongo que debes de estar de vuelta en unos días.

    —Cuidar un cargamento de suministros, suena muy aburrido —dijo el joven—. ¿Acaso no tienes nada de búsqueda y captura? O ¿Un trabajo de asesinato?

    Samantha se puso de pie en la mesa y antes de que pudiera decir nada, la rubia intervino.

    —Howard, mejor no te quejes. Puedes irte tranquilo con lo que tienes y no se te olvide, mándanos tu localización e iremos a ayudarte en cualquier momento —dijo Elena con una sonrisa afable.

    —Está bien, pero desde hoy pido que dejen de llamarme con ese nombre.

    —Hmmm, vas en serio. ¿Cómo quieres que te llamemos entonces? —agregó Juliet.

    Howard tenía razón, si alguien quería dejar su cuerpo masculino de lado no es de extrañar que también se deshaga de su nombre.

    —Llámame Arte... —optando por usar un bisílabo sencillo y fácil de recordar, Arte quería evitar que alguien del grupo volviera a utilizar el nombre por el cual fue bautizado—. ¿Suena bien?

    —¡Es fabuloso y profundo!

    Los comentarios sobre el nuevo nombre se dieron a escuchar por algunos minutos, incluso Samantha aflojo su rostro de nudo y también comentó su opinión favorable.

    Apenas la cena terminó, Rey, Juliet, Elena y Sam recogieron la mesa y regresaron a sus rutinas mientras que Arte, sin demora, se vistió para salir. Tras despedirse de todos y asegurarse de que contaba con lo necesario para lidiar con cualquier situación, se marchó por el portal desde la sala de la casa.

    Después de lavar los trastos y ver que todo estaba muy calmado, Rey procedió a dirigirse a su habitación un tanto desilusionado, para ver si podía al menos dormir sin sentirse culpable. Para ser un miembro sano e íntegro del grupo no podía tener tantos deseos de tener sexo y con un descanso, seguro que se le pasaba.

    Juliet se adelantó en el pasillo camino a su propia habitación. De todos en la casa, ella era la que más vestida siempre andaba, cosa que Rey consideraba ser una lástima, puesto a que, aunque ella tenía algunas libras de más, su cuerpo pasaba en belleza al de las otras dos.

    —Bueno, ¿qué tal si tomamos un baño juntos? —dijo Juliet, dándole una sonrisa simpática a Rey antes de abrir la puerta y entrar en su cuarto tan rápido como sus pies le permitieron.

    Rey respiró hondo, tengo que estar escuchando voces, se dijo como quien rezaba que se le hubiese dicho algo tan interesante. Desde su punto de vista se había quedado solo con tres chicas en la misma casa. Poniendo su mano sobre el picaporte del cuarto que le pertenecía, se dio cuenta de que Elena se había quedado con Samantha en la sala, las dos cuchicheaban sobre algo sospechoso.

    —Se fue de la casa por unos días... ¿Sabés lo que significa eso? —dijo Elena quien se mecía de adelante hacia atrás, como quien parecía estar caliente, e intentaba incendiar de curiosidad a quien le escuchaba.

    —¿Qué? —preguntó Sam.

    Elena se quedó callada, no quería responder sin antes asegurarse que nadie más le estaba escuchando. Lo cual le hizo mirar de reojo en dirección al pasillo. Rey había entrado en su habitación y Juliet a la suya. Elena entendía que no podía tener más de una persona a la cual persuadir a la vez. Ella no estaba tan segura de Juliet, la pelirroja podía pasarse una semana sin salir de su cuarto, ni siquiera a comer. Del grupo, era la más cerrada, pero ya tenían el punto débil de Samantha;

    —Sígueme... —dijo la rubia.

    Sin siquiera haber llegado a la cama, Rey se quedó detrás de la puerta de pie. Entendía que pudiera escuchar voces, y que el mundo no giraba en torno a él, pero era raro que Elena y Samantha se llevaran tan bien a pesar de la calurosa conversación que habían tenido en la mesa. Las manos le sudaban, sabía que ellas dos estaban tramando algo y él deseaba formar parte de ello. Si las dos vienen a mi cuarto, se encierran aquí conmigo y dicen «Yey, vamos a celebrar la ausencia de Arte con sexo casual, venimos a tu cuarto para que nos ayudes a quitarnos la calentura», no sé qué podría hacer... ¿Creo que estoy fantaseando mucho? Solo quiero una oportunidad. Desde hace cuánto no tengo sexo y justo ahora estoy aquí, en la misma casa con tres diosas, tiene que pasar algo antes de que yo termine enloqueciendo...

    En puntitas, se podía escuchar como las dos caminaron por el pasillo, mucho más calladas de lo usual, cuál si estuvieran preparadas para robar o matar y querían salirse con las suyas sin que nadie las viera. Elena se acercó a donde quería tirando a la trigueña de la mano y tras poner sus dedos sobre el picaporte de la puerta, con lentitud abrió la entrada a la habitación y entró junto con Sam, quien balbuceaba y decía que no a todo.

    Relajando sus manos, Rey negó con su cabeza y dejó salir el aire que tenía entre los pulmones como un luchador desanimado. Con ellas dos dentro de un cuarto a solas, él no tenía más remedio que resignarse a escuchar cualquier cosa que estuvieran haciendo, a no ser que quisieran tomarse fotos o videos la una a la otra. No existía más opción que probar el sabor de la derrota, o, mejor dicho, la sensación de su mano rugosa y áspera.

    De pronto se pudo escuchar un pequeño grito de Samantha:

    —¿Acaso estás loca?

    Iluminando su rostro con una sonrisa, Rey, tal vez por desespero, literalmente vio lo que representaba la oportunidad que estaba buscando. Si ellas no iban a él, él podía ir a ellas y quedarse  ahí,  haciéndose  el  noble,  preguntando  y disimuladamente insinuar que estaba dispuesto a chantajear si era necesario.

    Todo porque el grito, parcialmente silenciado de Samantha, no provenía de la habitación de Sam, ni la de Elena, sino de la de Howard quien, desde no hacía mucho, había sugerido que le llamaran Arte. Rey, se volvió, abrió la puerta borrando la sonrisa de su rostro, salió al pasillo y vio en dirección a Sam quien estaba parada en frente de la entrada a la habitación con las manos tapándose la boca.

    —¿Samantha qué sucede? —le preguntó Rey a la chica que abrió aún más sus ojos al verle.

    —¡Rey salió de su cuarto! ¡Y está viniendo! —dijo Samantha con un grito que sonó más como un susurro mientras movía sus manos.

    Rey comenzó a avanzar con pasos firmes, él sabía que Sam le hablaba a Elena, quien se encontraba en un cuarto que no era el de ella. El joven de ojos blancos se asomó dentro de la habitación de Arte y vio a la rubia de ojos azules arrodillada buscando bajo la cama, para después, ignorando lo que sucedía, pasando a revisar las gavetas de la cómoda y luego salto en dirección al closet.

    —Hmmm, ¿qué estás buscando exactamente? —preguntó Rey al dar un paso hacia adentro.

    Samantha no tuvo más remedio que seguir al joven.

    —No sé —respondió Elena—, lo sabré cuando lo encuentre... bueno, él nunca dijo que no había tenido sexo con alguien. Solo dijo que estaba dentro de un cuerpo con el cual se sentía mal. Más su cambio de sexo.

    —¿Y qué con eso? —preguntó Samantha.

    —Acaso no lo entiendes, él tiene que ser ‘gay’. Debió tener sexo y también debió de... haberlo... grabado...

    —¿Estás buscando si él hizo un porno? —dijo Rey a lo cual Elena asintió.

    Samantha se frisó en el lugar cuando la curiosidad y morbo se le metieron dentro. No era cualquier porno, sino que era el video privado de un amigo cercano que conocía. —Si estás intentando  sacarle  copias  para  quedártelos...  —agregó, sonriendo—. Te ayudo, pero sí 'ella' se entera, te quedas con toda la responsabilidad.

    —Trato hecho —dijo Elena.

    Rey no hizo más que llevarse la mano a la cara y pensar; este tipo de mujeres tenían un nombre bastante raro, —Fujoshis— dijo en voz alta. Mas, definitivamente, los rasgos convencionales que denotaba Samantha ya no existían como Elena había dicho.

    Tanto Samantha como Elena reaccionaron ante el nombre volteando sus rostros con sonrisa picaresca.

    —Ahh, eres una pervertida —dijo Samantha señalando un problema ajeno apenas recordó que estaba en frente de Rey.

    —Como si tú no fueras peor que yo.

    —Yo, definitivamente no, —aseguró Sam ante el comentario acusador.

    Rey dejó salir el aire que tenía en sus pulmones, dado a la actitud de Elena no era que se le pudiera ocurrir un chantaje que esta no pudiera descifrar. ¿Qué tanto tenía que avanzar en esta oportunidad para poder alcanzar su objetivo de tener sexo? Era una pregunta que no podía responder. Tal vez tenía que llegar a ver a su amigo desnudo en vergüenza para poder lograrlo. Por otro lado, Samantha le iba a dar mucho trabajo, ella no paraba de mentir, y lo que más le hacía gracia era que negara empedernidamente, ser una pervertida. ¿Por qué lo negaría si es tan obvio? Una necesidad humana básica con la que todos nacemos. Pensó. De todas maneras, es mejor evitar poner en desgracia la imagen de Arte y darle una salida de escape a estas dos...

    —No creo que él... digo, ella tenga semejantes videos. ¿Cómo alguien que se avergüenza de su cuerpo soportaría verse? —Rey aseguró convencido, aunque cuando recordó haber visto lo que capturaba la cámara de Samantha comenzó a dudar—. ¿Por qué no se entretienen mejor viendo porno en internet?

    Elena y Samantha hicieron una mueca amargada ante el comentario y siguieron poniendo todos sus esfuerzos en revisar el cuarto.

    Rey se quedó intrigado ante la mueca, no había entendido la razón. Tal vez el porno online les aburre, pensó ladeando la quijada.

    —¿Has encontrado algo de ese lado? —preguntó Elena.

    —Unas cremas que huelen divinamente —respondió Samantha pasándose las manos por el rostro y el cuello como quien se probaba lo que había encontrado—. Qué chica más aburrida. Siempre creí que era normal esconder las cosas privadas en la cómoda de noche, a mano para usarlas, pero ella no sigue las reglas universales. Tal vez tenga que enseñarle...

    —¿Ahora te ponés a hablar de enseñar? —preguntó Elena—. Convencional y mojigata... al menos tienes el valor para confesar que miras porno, ¿no?

    —Miraba... miraba y era por curiosidad y siempre fue sin querer.

    —Sí, sí... cómo no —se quejó Elena—. Te creo. ¿Me vas a decir que viste porno y no te masturbaste? Ni siendo de piedra.

    —¿Qué hizo que dejaras de mirar? —preguntó Rey, con la intención de dirigir la conversación a un tema más lineal y para que aquellas dos dejaran de pelear.

    Samantha murmuró algo que ni se le entendió. En cambio, Elena levantó el torso de su cuerpo y dijo en voz alta—: Llegar a esta casa... para ser más específica, tal vez tú.

    —¿Yo? —Rey preguntó sorprendido.

    —Sí. El único lugar en el que podemos acceder a internet es con el teléfono que tú nos diste y dicho artefacto no reproduce videos ni tiene páginas web de porno. Aaaaah... —Elena se revolvió los cabellos como loca—. ¡Ya lo dije! No he podido venirme en todo este tiempo por no tener videos al respecto, es como si estuviera sufriendo efectos de abstinencia.

    Entonces esto de buscarle el porno al Arte es como cuando un drogadicto intenta obtener de regreso los efectos de la sustancia que le fue arrebatada. Se dijo el joven de ojos blancos como quien entendía la situación.

    —Elena, el mundo se terminó ahí fuera y el gobierno prefiere guardar información esencial en los satélites, antes que ocupar espacio innecesario con porno. No es culpa de Rey —corrigió Sam a Elena, quien en las profundidades de su cabeza también entendía la razón—. A decir verdad, gracias a Rey, tal vez seamos los únicos en el mundo que mantienen una vida normal.

    —Tienes razón, este sentimiento de protección a veces se me hace muy fácil de confundir con afección. —Dijo Elena, para mirar al chico que parecía pensar en algo—. Nadie nos hubiera protegido como tú lo haces, gracias.

    Y yo aquí pensando en chantajearles y hacer que pagaran con sus cuerpos, se dijo Rey con un irónico cargo de conciencia. Recordando el tema principal, Rey se llevó la mano a la frente, ellas dos tenían razón en la base de datos que tenía dentro de su teléfono no estaba habilitada la búsqueda de porno. Era como un control parental, pero con total bloqueo de acceso.

    —No, el porno es también una necesidad básica que falle en proveerles. No fue mi intención pasarlo por alto. Con un poco de tiempo puedo habilitar la búsqueda de porno en sus teléfonos —dijo, Rey con tal de admitir en lo que había fallado.

    Las dos voltearon sus rostros y abrieron los ojos ante la luz celestial que casi irradiaba el mesías traedor de semejantes palabras.

    —¿Cuánto tiempo? —preguntó Elena, como quien se había rendido de seguir buscando.

    —No tanto —respondió Rey.

    —¿Y qué te importa eso? —preguntó Samantha como quien no quería que se le juntara la impresión interesada al porno que rodeaba a la rubia.

    —No importa. Ya, dejen de pelear. Acompáñenme al televisor de la sala —dijo Rey.

    —¡Wuuuuu! —exclamó Elena,

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