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Marlenh - Versión Español: Púlstarverso, #0
Marlenh - Versión Español: Púlstarverso, #0
Marlenh - Versión Español: Púlstarverso, #0
Ebook364 pages5 hours

Marlenh - Versión Español: Púlstarverso, #0

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About this ebook

Marlenh está a punto de cometer el mayor error de su vida...

 

Vive en la caótica nación de Astralvia, pero tiene un marido adinerado que la adora y la complace en todo para que ella disfrute de una vida privilegiada. Aun así, Marlenh comienza un flirteo en línea con Rickhard Frey, un enigmático político exitoso que parece ser el hombre perfecto. Pronto, ella cae rendida ante sus encantos.

 

Es así como Marlenh se embarca en un intenso romance con Rick, el cual se sale de control y se convierte en algo sórdido, en algo demencial.

 

Cuando Marlenh toma una decisión crucial en su vida, descubre una espeluznante verdad sobre Rick que puede destruirla a ella y a su familia.

 

Ahora Marlenh debe enfrentar a Rick y a todo el entorno macabro que él representa. Además, debe descubrir por qué él orquestó ese destino siniestro para ella... un destino que ella tiene que vencer, así parezca imposible.

 

Marlenh es un thriller rebosante de sexo, mentiras, misterio y suspense. La historia comienza treinta años antes de los acontecimientos de Pulstar I - El cisne apenas recuerda, el primer libro de la trilogía Pulstar. Lee Marlenh como una novela independiente mientras escuchas su banda sonora oficial, compuesta para piano por el propio autor.

LanguageEnglish
Release dateNov 10, 2023
ISBN9798223634065
Marlenh - Versión Español: Púlstarverso, #0

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    Marlenh - Versión Español - Giancarlo Roversi

    Ésta es una obra de ficción. Los nombres,

    personajes, lugares e incidentes son producto

    de la imaginación del autor o se utilizan de forma ficticia.

    Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas,

    sucesos o lugares es pura coincidencia.

    Copyright © Giancarlo Roversi, 2023

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte

    de este libro puede ser reproducida o utilizada de

    ninguna manera sin el permiso escrito del propietario

    de los derechos de autor, excepto para el uso de citas

    en una reseña del libro. Para mayor información, comunicarse

    a la dirección de correo: info@giancarloroversi.com.

    Primera edición: Noviembre 2023

    Portada: Getcovers

    Formato: Giancarlo Roversi

    Mapas: Fabrizio Giuliano (Neyther en Fiverr), basados en diseños

    hechos por Giancarlo Roversi

    Imágenes y brochas de Guía de Conespa: brusheezy.com

    123freebrushes.com - fbrushes.com - fuzzimo.com - pexels.com - pixabay.com

    Maqueta 3D de libros: Derek Murphy

    Maqueta de cds y vinilos: Leandry Pauquer

    giancarloroversi.com

    info@giancarloroversi.com

    ADVERTENCIA DE CONTENIDO

    Este libro contiene escenas sexuales explícitas, lenguaje para adultos y una breve escena que incluye crueldad hacia los animales. Está dirigido exclusivamente a un público adulto.

    Para Jéral

    PRIMERA PARTE

    No dejes que el corazón lo arruine

    1

    El anillo de oro lustrado y de veinticuatro quilates se deslizó del dedo anular de Marlenh. No era la primera vez que ella se quitaba el sello de compromiso, pero nunca lo había hecho fuera de casa.

    —Es hoy, Thamy, en un par de horas —dijo Marlenh, guardando el anillo en su monedero de piel de guepardo. Ella y Thamy estaban sentadas en una mesa de madera mojada y con olor a ginebra, bebiendo cocteles de frutas. Pasadas las cinco de la tarde. El Bar Giro en la calle Dorian se encontraba poco concurrido; la crisis económica astralviana seguía creciendo a un ritmo desenfrenado, más de lo que sus gobernantes admitirían—. ¿Por qué los minutos pasan tan lento? Parece que mi estómago tuviera una guerra de martillos adentro, y no he probado ni un bocado desde ayer. Me tomé dos calmantes, pero no me han hecho nada de efecto. Al menos, estas bebidas están funcionando.

    —No sé si felicitarte o... —Thamy sorbió un poco de su cóctel a través de la pajita arrugada—. ¿Cuántas veces lo hemos hablado? Aún no te has metido en las agitadas mareas, sólo coqueteado con ellas desde la orilla. Vaya, me salió con poesía. En fin, te lo pregunto una vez más: ¿Estás segura de lo que vas a hacer?

    —Vamos, vamos, Tha. Si tú no me apoyas, ¿entonces quién? Sabes cuán importante es esto para mí. No hay marcha atrás.

    —Error, sí la hay, todavía; dentro de poco, no.

    Marlenh volvió a dar un vistazo al bar. Una pareja de ancianos bebía chocolate caliente y degustaba las galletas surtidas que el Giro solía obsequiar a sus clientes más asiduos. Los ojos de la mujer anciana brillaban con una paz envidiable. ¿Cuántos años llevarán juntos? La música jazz de fondo era plácida, pero aun así, Marlenh la encontraba un tanto anárquica.

    —Está bien —continuó Thamy—, repasémoslo con calma. Le comentaste a Caleb que te sentías un poco… um, ¿cuál fue la palabra?

    —Frustrada.

    —Ajá. Frustrada y dependiente.

    —Le dije que necesitaba hacer algo diferente, algo para mí propia satisfacción personal.

    —Comprensible —dijo Thamy—. Llevan cinco años de matrimonio; la rutina nunca perdona.

    —Ah, mi Caleb. A veces no me creo la suerte que tengo.

    —Y Jill es adorable. —Thamy mordió un cubo de hielo—. Esa pequeña va a llegar lejos, y te ve como si fueras su verdadera madre. Halcie, a pesar de que te entiendo, temo por ti.

    —Entonces no hablemos más de los riesgos. Me merezco una bocanada de aire fresco, un poco de emoción, de fuego.

    Marlenh sacó la pajita y bebió lo que quedaba del cóctel directamente desde el vaso. Suspiró, luego volvió a ver a la pareja de ancianos.

    —Ma —dijo Thamy—, Caleb te compró la Tablet más cara del mercado para que buscaras en la Red Global algún curso que te entusiasmara o algo que te entretuviera, no para que...

    Marlenh golpeó la mesa con ambas palmas.

    —¿Estás a mi favor o no? —preguntó, mirando a Thamy fijamente a los ojos—. Él nunca se va a enterar. Yo sé cómo manejar la situación. Sí, claro, tendré que mentirle, pero será una mentira blanca. Sólo voy a divertirme un poco sin hacerle daño a nadie. Y cuando termine, amaré aún más a mi esposo.

    —Si tú lo dices. Ma, no creo que lo hayas planeado bien. Lo que pasa es que un hombre tan perdidamente enamorado (o perdidamente tonto, quizá es lo mismo) es tan fácil de engañar. Pero Caleb puede abrir los ojos en cualquier momento.

    Maldita sea, Thamy, no necesito esto ahora. Pero Thamy tenía razón. En los últimos meses, Marlenh había estado conectándose todas las noches en la Red Global desde el estudio que Caleb le había adornado para que ella hiciera ejercicio, meditara … para que tuviera mi espacio. Las excusas que ella le daba a su esposo por pasar tanto tiempo allí eran tan absurdas que a veces se preguntaba cómo él podía creerle.

    —Mi Caleb confía en mí —dijo Marlenh.

    —No debería. Una cosa es confiar y otra es estar ciego.

    Marlenh llamó al camarero y movió su mano izquierda como si firmara un papel invisible. Sacó de su monedero su tarjeta de crédito platino, la que su esposo le había regalado en su último aniversario. Le sonrió a Thamy, aparentando una súbita serenidad que ni Caleb (el hombre crédulo) creería.

    Al igual que todos los días, Marlenh rememoró los eventos que habían propiciado que ella y su esposo estuvieran juntos. Como siempre, un escalofrío helado recorrió todo su cuerpo.

    2

    —¿De verdad crees que Caleb lo superó? —preguntó Marlenh, luego de pagar. Una vez que él mesonero se retiró, ella guardó la tarjeta de crédito y continuó—. Me refiero a eso… a lo que hemos hablado tantas veces.

    —¿Lo de Nancy? —Thamy frunció el ceño—. ¿A qué viene esa pregunta?

    Marlenh meneó la cabeza.

    —Me molesta que aún me afecte —dijo.

    —Ma, Caleb y tú nunca se van a librar de ese pasado. Aunque cada vez pierde más relevancia. Menos mal. Y contestando a tu pregunta: sí, sigo convencida de que él lo superó. Me extraña que tú todavía lo pongas en duda.

    —Él estaba desesperado ese día. Me llamó más de diez veces suplicándome que lo acompañara. Yo pensé: ¿Este pobre hombre noble no tiene a nadie más a quien llamar? ¿Un amigo, un hermano? Yo soy una desconocida. Sí, él me gustaba, pero apenas lo había visto dos veces. Se trataba de una situación incómoda. Caleb vivía un infierno y yo ni siquiera era su amante. Así que bloqueé su número.

    —¿Y de nuevo me repites esa historia? ¡Qué Rock! ¿Hasta cuándo vamos a tocar este tema? Suéltalo. Yo hubiera hecho lo mismo.

    —Desde que él me llamó para contarme lo que había ocurrido con Nancy, mi deseo entró en hibernación. Yo quería una aventura con el Caleb que había conocido en Mayrion, ese caballero inteligente, encantador, excitante. Este nuevo Caleb era un hombre sin rumbo que sucumbía en la desgracia. Él insistiría en llevarme a la cama y yo diría que no a cada momento.

    —A Rebech le pasó algo similar.

    —¿Ah sí? No me habías contado.

    —Rebech llevaba días buscando hombres en la Red Global hasta que conectó con un empresario que vivía en Mar Diamante. En la primera cita, luego de una noche apasionada y productiva, él le confesó que su esposa había muerto semanas atrás y que desde entonces él sólo deseaba tirar (ésa fue la palabra que usó) con quien fuera. Le aseguró que esa estrategia lo estaba ayudando a sobrellevar el luto. ¿Ves por qué no te lo comenté?

    Marlenh asintió, apretando los labios y observando de nuevo a los dos ancianos. Al igual que ella, acababan de pagar la cuenta y se preparaban para irse. Marlenh no se arrepentía de la decisión que había tomado en aquel entonces. Estaba segura de que cuando Caleb se repusiera, en el tiempo que fuera, la buscaría. Y así fue. Casi un año después, él la llamó. Ella había desbloqueado el número de él meses atrás, y como le había confesado tantas veces a Thamy, esperaba esa llamada. No era el mismo Caleb que había conocido en Mayrion, pero volvía a ser atractivo. Hablarían todos los días y se verían al menos una vez por semana, cuando el esclavizante trabajo de ella en el Ministerio de Finanzas se lo permitiera. Al principio, Caleb nombraba a Nancy a cada momento, y a Marlenh le molestaba. Nancy ya no existía, pero Marlenh sí. Antes de la tragedia, Caleb estaba dispuesto a hacer lo que fuera por Marlenh, pero Nancy tomó mayor poder después de morir.

    La primera vez que Caleb le hizo el amor a Marlenh, fue tierno, cálido, atento. Las siguientes veces que estuvieron juntos, los besos y las caricias de Caleb la hicieron sentir que ella era un ángel elevado, que Nancy pasaba a ser sólo un recuerdo ligero. Marlenh no lo dejaría ir jamás. Un año y dos meses después del fallecimiento de Nancy, Caleb y Marlenh estarían casados, y la única persona que nombraría a Nancy sería Jill.

    Thamy solía recalcar que si Jill no hubiera sido tan pequeña, a Marlenh le hubiera costado más hechizar el corazón de Caleb. Tal vez. En todo caso, ganarse a Jill había sido un picnic.

    Habían sido buenos tiempos, y ahora debían ser mejores. Sin embargo, el fantasma de Nancy siempre la perseguiría. Quizá, quien nunca superaría esa muerte era la propia Marlenh.

    La pareja de ancianos se levantó y salió tomada de la mano del Bar Giro.

    —Thamy, tú sabes que me enamoré perdidamente de Caleb; todavía lo estoy —dijo Marlenh, delineando una parca sonrisa—. Es el hombre de mi vida. —Hasta ahora, lo es—. Me ama, me respeta, me valora, me consiente. Además, es generoso, buen padre, trabajador. Y el sexo es bueno. Pero hay cosas de él que, tú sabes… cosas que no son tan agradables.

    Años atrás, durante su luto, Caleb se había hecho adicto al trabajo, lo que le había permitido ascender más alto en la compañía donde trabajaba. Lo habían nombrado director general del área de ventas en Astralvia. Eso había facilitado todo. Marlenh había tenido la desgracia de nacer en la pobreza, por lo que atesoraba todos los beneficios que la independencia económica podía brindarle. Ella siempre aseguraba que no se había casado con Caleb por dinero, pero si la parte financiera no hubiera sido tan holgada, quizá habría buscado otras opciones cuando él mostró ciertos aspectos que a ella no le gustaron: su adicción al trabajo, su afición por los partidos de rugby del equipo de Conespa, su verborrea al defender sus ideas. ¿Me faltó algo? Bueno, a veces es un poco aburrido, casi nunca me hace reír, y espero que no vuelva jamás a sus antiguos malos hábitos, como engañar a su esposa… ¿Dije engañar?

    —Ojalá los mocos humanos con los que he estado hubieran tenido defectos como los de Caleb —dijo Thamy—. Ustedes tienen cinco años de matrimonio y ese hombre te sigue idolatrando. Se babea por ti, te da todo lo que le pides, y no deja que gastes ni un centavo de tus lidos. Además, no te exige nada machista, y tienen varios sirvientes que se encargan de todos los deberes de la casa, incluyendo la cocina. Ya, ya, él te pidió que fueras una madre para Jill, pero eso es normal, Marlenh. Se supone que adoras a esa niña, ¿no?

    —Por supuesto. Jill es una hija para mí. —No, es la hija de Nancy.

    —Me dices que él aún es bueno en la cama. Sí, no como antes, pero oye, las ondas suben y bajan. Caleb no tiene vicios de ningún tipo, es fiel (hasta permitió que instalaras un programa espía en cada uno de sus celulares y en su Tablet), nunca llega tarde, tú siempre eres su primera prioridad, y además, sigue siendo un hombre atractivo. ¡Halcie, por favor! Parece que tú también estás ciega.

    —Ya, ya. —Marlenh protestó, moviendo sus manos—. Suenas como mi madre. Tha, ya tengo veintisiete años, y necesitaba esta chispa, este fuego que he estado viviendo en estos últimos meses. Te he mostrado las fotos, los chats, las conversaciones. Tú misma has reconocido que Rickhard es diferente. Él vive en otra dimensión. En nuestras videollamadas, me hace sentir que está conmigo en el estudio, tocándome, respirando en mi oído. ¡Ah, khurf! Incluso ahora, tengo que calmarme después de pensar en él. Sus palabras, ese lenguaje inteligente, varonil, seguro. Es como si él fuera invencible, Thamy, y me desea. ¿Entiendes eso? Esto va más allá de las miradas lujuriosas de la gente en la calle. Un hombre como Rick me desea y se siente inspirado por mí. Para él, yo soy más que una mujer que renunció a su trabajo en el ministerio para quedarse en casa disfrutando del bienestar que le brinda su esposo. No, yo me merezco que un triunfador como Rick fantasee conmigo. Lo necesito conmigo. Quiero que me haga palpitar y temblar.

    —Pues no hay nada más que decir, sólo lo de siempre: el riesgo es enorme.

    —Parece que no me conocieras. Si la cosa se complica o mis sentimientos empiezan a amplificarse, lo corto y ya. Y si se convierte en algo más maravilloso y profundo, pues tendré que dejar a mi esposo. Para ese entonces, estaría perdidamente loca por Rick, y Caleb tendría que mantenerme con los mismos beneficios sociales y económicos que ahora tengo. No nos olvidemos de las nuevas leyes aprobadas en el Congreso. Las mujeres cada vez nos liberamos más y nos parecemos más a los hombres, como debe ser. Y al mismo tiempo, cada vez disfrutamos de más protecciones y regalías. Dime, ¿qué puede competir contra una mujer hermosa, inteligente y apetecible?

    3

    El celular de Marlenh vibró por segunda vez.

    Ella conducía el auto deportivo que Caleb había comprado el año pasado. Quizá, uno de los carros más pomposos que transitaban Conespa a esa hora; aún faltaban dos años para terminar de pagarlo. La creciente crisis económica había tocado a la mayoría de los astralvianos, pero no a Marlenh. Ella no disimulaba su afortunado estilo de vida, a pesar de que Caleb y Thamy siempre le repetían que estaba comiendo grandes platos de carne mientras una manada de leones hambrientos la rodeaban. Ahora se dirigía a la urbanización de Calhman en el oeste sur de la ciudad. Este barrio industrial seguía perdiendo cualquier encanto que tuviera en el pasado. La inmigración ilegal, los vicios y las pandillas se lo engullían. El gobierno no atendía el asunto, más bien lo negaba por completo. Caleb solía comentar sobre esto: En un par de décadas, Calhman será un nido de pudrición. Te vas a acordar de mí. Y hacia allá conducía su amada Marlenh, a un reactor nuclear. Porque lo que ella necesitaba ahora mismo era una reacción ardiente, ¿no?

    Tercera vibración del celular adherido a la base cerca de la guantera. Marlenh pulsó un botón en el volante. La llamada se conectó.

    —Ma, te he llamado cien veces. —La voz de Caleb arribó desde los parlantes del auto—. ¿Estás bien?

    —Caly, cielo —dijo Marlenh con voz edulcorada—, disculpa. Me quede hablando con Thamy y…

    —Andaba preocupado. Ya son las siete. Como me dijiste que ibas a llegar a casa antes de las seis, salí más temprano del trabajo para compartir un rato contigo antes de la cena.

    —Ay, mi amor, disculpa. Qué bonito eres. Lo que pasa es que Thamy tiene un problema con su chico, y tú sabes que ella es bien intensa. Me estaba contando todo y yo no sabía cómo cortarla. —Marlenh respiró profundo—. ¿Ya Jill terminó su tarea?

    —Sí, y también está esperándote. Quiere contarte algo que le sucedió en la escuela. Intenté que lo platicara conmigo, pero me dijo: Papi, tú no lo vas a entender, Ma sí. ¿Qué te puedo decir?

    —Ups. ¿Qué será lo que le pasa a mi niña? Caly, discúlpame también con Jill, pero aún no puedo ir a la casa. Es que… es…

    —Pero ya es de noche, Ma, y a ti no te gusta manejar a oscuras. ¿Dónde estás?

    Marlenh tomó un aliento pesado, sus nervios crispándose.

    —En el carro. Thamy me pidió que no la dejara sola. Cielo, la pobre está tan mal.

    —¿Puedo saludarla?

    Mershk, tengo que planear mejor todo esto.

    —Está comprando unas medicinas en la farmacia. Me había pedido un calmante, pero yo no tenía ninguno, así que la traje hasta acá. Estoy esperando a que salga.

    —Ten cuidado, mi amor. Conespa cada vez está más peligrosa. ¿En cuál farmacia estás?

    Oops.

    Marlenh tocó sus labios como si éstos fueran un piano diminuto.

    —Caly, quédate tranquilo, por favor. Todo va a estar bien. Mi amor, yo sé que casi nunca salgo sola en la noche, pero esto lo hago por mi amiga. Anda, disfruta ese rato en la casa; pasas tanto tiempo en el trabajo.

    Ninguna respuesta por unos segundos.

    —Bah, quería pasarlo contigo. De haberlo sabido, me hubiera quedado en la oficina adelantando algunas cosas —Caleb espetó.

    —Oh no, Caly, no te pongas así. ¿Ves? Lo hemos hablado. Ella es mi halcie, y siempre me ha apoyado en todo.

    —Está bien. ¿A qué hora vienes, entonces?

    Silencio. Menos mal que no hay muchos carros y que mis ventanas están cerradas.

    Marlenh había llegado a Calhman; un lugar que no visitaba desde mucho antes que se comprometiera con Caleb. Ahora, todo le parecía diferente, sucio, infectado por la proliferación industrial. Calles angostas, pequeños edificios descoloridos, y la mayoría de las farolas no servían. El estómago de Marlenh parecía arder. Como de costumbre, Caleb tenía razón. Las construcciones de las fábricas cerca de la zona residencial estaban apiñadas y lucían desconectadas del entorno. Los grupos de jóvenes, quienes debían ser inmigrantes ilegales, abarrotaban las aceras, mientras algunos motorizados hacían piruetas y malabarismos. Todas las mujeres parecían prostitutas delincuentes. Unos cuántos carros circulaban la zona, patrullas vigilantes autóctonas. Los ritmos urbanos que Marlenh tanto detestaba componían la mayor parte de la contaminación sonora. Y yo solía decir que nada podía ser peor que Ruich.

    —Ma, ¡aló! —La voz de Caleb denotó algunos visos de ansiedad.

    Marlenh miró a través del parabrisas, intentando divisar la maltrecha señalización. Tenía una idea vaga de cómo llegar al sitio acordado. ¿Por qué Rick quiso que nos viéramos aquí? ¡Por favor, es nuestro primer encuentro en persona! Soy una loca.

    —Ma, cielo, ¡aló! —Caleb sonaba más exaltado.

    —Ca… Caly, disculpa. Tengo que colgar. Ya viene Thamy, y no luce bien.

    —Pero…

    —Mi amor, por favor confía en mí. No creo que llegue pronto a la casa. Voy a llevar a Thamy a su apartamento. La consolaré un rato más, esperaré a que esté bien, y de ahí me regreso, ¿sí? Te amo, mi Caly, tú sabes cuánto.

    —Ma, por favor mantenme al tanto. Atiende tu celular cuan…

    Marlenh colgó y marcó el número que había guardado en su teléfono como Thamy Alterno.

    Un repique. Dos repiques. Cinco.

    Volvió a llamar. Lo mismo.

    ¡Mershk! .Qué va. Me largo de aquí; no soy tan estúpida.

    Varios transeúntes se aproximaron al carro de ella, sus rostros rígidos, su andar lento. Un animal gordo rodeado de leones hambrientos. Ella giró completamente el volante y aceleró. Su celular volvió a sonar. Sus ojos se desviaron hacia la pantalla: Thamy Alterno.

    Marlenh detuvo el auto, el miedo aderezándose con la emoción. Dejó que el aparato repicara varias veces, luego contestó.

    —¿Rick?

    Sin respuesta.

    —Aló, ¿Rick?

    —Mi bella, me llamaste. —Ella reconoció la tersa voz masculina—. ¿Está todo bien?

    —No, claro que no. ¿Es esto una broma? Estoy en Calhman.

    —Lo sé.

    —¿Por qué me pediste que viniera a esta pocilga? Me voy de aquí.

    —No, no, Marlenh, por favor. Disculpa, es que he estado tan atareado que no pude advertirte. Sí, es un sitio con personalidad y puede intimidar un poco, pero no te preocupes, porque ya ordené que se alejen de ti. En realidad, no te hubiera pasado nada, mi bella; son gente decente. Yo te estoy esperando, más cerca de lo que tú crees. Por favor, abre la ventana de tu carro y mira hacia la entrada de Calhman.

    Marlenh hizo una mueca desdeñosa, abrió la ventana, luego sacó la mitad de su cuerpo por allí. Una ensombrecida silueta masculina estaba de pie en el borde de la azotea del edificio industrial más elevado y ancho, el más próximo a la carretera. Al lado de la figura, una luz brillante.

    El hombre saludó con la mano.

    Marlenh se metió de nuevo en el auto y cerró la ventana.

    —¿No podías elegir otro sitio? —Tenía deseos de gritar—. Cuando me dijiste que era aquí, nunca imaginé que este lugar estaría así. La última vez…

    —Aquí es donde vivo, mi bella. Soy el alcalde de Calhman.

    —¿Alcalde de Calhm…? Eso no existe. Esta zona pertenece al municipio central.

    —¿Estás segura? En todo caso, les pedí a los calhmanes que no te asustaran. Aunque no me gustó hacer eso. Ellos no tienen la culpa de que la mayoría de los conespanos y otros astralvianos los rechacen. Marlenh, mi bella, te prometí que nuestro encuentro sería supremo, glorioso, único. Por favor, confía en mí.

    Marlenh sacudió la cabeza, apretando los dientes. Los músculos de su cara y de su mandíbula estaban tensos.

    —Lo hice, y ahora me siento tan idiota. Me arriesgué por ti, y mira…

    —Mejor vuelve a echar un vistazo, bella.

    El entorno turbio de Calhman se apaciguaba. Los motorizados se marchaban, la gente en la calle andaba a paso ligero hacia los adentros de la urbanización, y los carros se retiraban.

    —¿Lo ves? —preguntó Rick.

    La entrada del barrio iba quedando desolada. Marlenh asintió varias veces, colgó la llamada, apagó el celular, luego puso el auto en marcha hacia su hogar.

    4

    Marlenh se cambiaba de ropa dentro del carro. Se había estacionado en el aparcamiento del principal hipermercado de Trinont, al sudeste de Conespa, a menos de dos kilómetros de la prestigiosa urbanización donde vivía.

    Tanto esfuerzo: la dieta, más ejercicio del habitual, la ropa interior que se había comprado. El tratamiento facial, el corte de cabello, la pedicura, el cuidado de las manos. Hasta había comprado una cera Gharliviana (producida en el centro de Astralvia) y rociado el mejor perfume en todas las partes de su cuerpo. ¡Ah, mershk! Este anormal… Uno se topa con cada loco en la Red Global. Y ella había estado a punto de hacerle daño a un hombre ejemplar, al esposo que amaba con locura. Eres una imbécil, Marlenh Murh.

    Se desarregló el cabello, se quitó un poco de maquillaje y se vistió con una franela y unos jeans casuales más acordes con la excusa que le había dado a Caleb. Bien. Luego arrugó la ropa del delito no cometido, esforzándose en no gritar, y la tiró en el grasoso asfalto del estacionamiento. Se bajó del carro respirando fuertemente y pisoteó varias veces la ropa.

    —Ah, discúlpame, mi Caly —dijo en voz alta mientras se subía de nuevo al automóvil —. Lo que estuve a punto de hacerte. Ufff, menos mal que no pasó nada.

    Thamy no me lo va a creer.

    Encendió el celular mientras reanudaba el camino a su casa. Ninguna llamada perdida, ningún mensaje. Bien, bien. Aún le daba chance de llegar a la hora de la cena. En pocos minutos, entró en el conjunto residencial, pasando las áreas recreacionales y la cancha de tenis. Aparcó el carro en el acceso de la última mansión, luego entró por la puerta posterior, la cual desembocaba directamente en la cocina. Avanzó hasta el elegante cuarto de estar.

    Caleb y Jill veían televisión. Una oleada de emoción inundó a Marlenh. Ahora los amaba más. Su familia, lo más preciado que tenía. Y la vida le había dado la oportunidad de no lastimarlos, de no engañarlos. Ambos se entusiasmaron al verla. Caleb se levantó del sofá y la envolvió con sus brazos.

    —Ma, mi linda, pensé que…

    —Todo está bien, mi Caly, mi amor —dijo ella, abrazándolo y besándolo con una pasión similar a la de los primeros días de relación—. Tuve que darle tres pastillas a Thamy para que se calmara. ¿Puedes creerlo? Cielo, discúlpame. No sabía que ibas a regresar temprano. ¿Me perdonas? —Trazó una de sus tantas sonrisas de seducción que hasta ahora parecían ser infalibles—. ¿O prefieres que pague una larga penitencia?

    Caleb se rio, con destellos en esos ojos enamorados a los que Thamy siempre aludía. Jill saltó del diván y se acercó a los dos.

    —Ma, Ma, tengo que contarte algo —dijo la niña.

    Marlenh la abrazó y le acarició los rizos.

    —Claro, mi pequeña. Me doy una ducha y

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