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Fatima para hoy
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Fatima para hoy

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"Para nosotros, Fátima es una señal de la presencia de la fe, del hecho que precisamente es de los pequeños que ésta adquiere nuevas fuerzas, tales que no solamente están sujetas a los pequeños sino que contiene un mensaje para el mundo entero y toca la historia aquí y ahora, y brinda luz a esta historia."
- Papa Benedicto XVI

A pesar que las apariciones de Nuestra Señora de Fátima tuvieron lugar hace casi cien años, el llamado de la Virgen a la oración y la penitencia por la salvación de las almas y la paz del mundo es tan relevante hoy como cuando fue revelado a los tres niños campesinos portugueses en 1917.

En la cúspide de la Primera Guerra Mundial, Nuestra Señora advirtió sobre otro conflicto en todo el mundo, el auge y expansión del Comunismo, y una terrible persecución a la Iglesia a menos que la gente se arrepintiera de sus pecados y volvieran a Dios. Además pidió devoción a su Inmaculado Corazón y una especial consagración de Rusia.

Gran parte de lo que dijo Nuestra Señora de Fátima fue revelado poco después de sus apariciones, pero el tercer y último "secreto", que no era un mensaje sino una visión profética que tuvieron los niños, no se dio a conocer por el Vaticano hasta el año 2000. El Papa Juan Pablo II, quien leyó el tercer secreto mientras se recuperaba del atentado contra su vida en 1981, cree que la visión significaba los sufrimientos que la Iglesia había sufrido en el Siglo XX.

Debido a la naturaleza profética de sus mensajes, Nuestra Señora de Fátima ha sido objeto de mucha controversia y especulación. En este libro, el Padre Andrew Apostoli analiza cuidadosamente los acontecimientos que ocurrieron en Fátima y aclara interrogantes e incertidumbres sobre su significado. Además desafía al lector a escuchar de nuevo la llamada de la Virgen a la oración y el sacrificio, pues el mundo necesita corazones generosos dispuestos a reparar por aquellos que están en peligro de perder su camino hacia Dios.

Padre Andrew Apostoli, C.F.R., miembro fundador de Franciscan Friars of the Renewal (Frailes Francisanos de la Renovación), ha estado enseñando y predicando retiros y misiones parroquiales durante algunas décadas. Es considerado uno de los principales expertos sobre las apariciones de Fátima a nivel mundial. El Padre Apóstoli es autor de numerosos libros, entre ellos Following Mary to Jesus (Siguiendo a María hacia Jesús) y Walk Humbly With Your God (Camina Humildemente con tu Dios). El Padre Apostoli es el vice-postulador de la causa de canonización del Arzobispo Fulton Sheen. Un invitado frecuente en EWTN televisión, fue el anfitrión del especial de televisión "Our Lady of Fatima and the First Saturday Devotion" (Nuestra Señora de Fátima y la devoción del Primer Sábado).

LanguageEnglish
Release dateOct 27, 2014
ISBN9781681491752
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    Fatima para hoy - Andrew Apostoli

    PRÓLOGO

    DURANTE SU HISTÓRICA VISITA al Santuario de Nuestra Señora de Fátima el 13 de mayo de 2010, Su Santidad el papa Benedicto XVI habló de la enseñanza maternal de la Santísima Virgen María a toda la humanidad, que ella comunicó por medio de sus mensajeros escogidos, el beato Francisco Marto, la beata Jacinta Marto y la sierva de Dios Lucía dos Santos. Resumiendo el contenido de la enseñanza impartida por medio de sus seis apariciones entre mayo y octubre de 1917, que fueron preparadas por las tres apariciones del Ángel de la Paz, Su Santidad describió a nuestra Señora de Fátima como la Maestra que introdujo a los pequeños videntes a un profundo conocimiento de la Santísima Trinidad y los llevó a saborear a Dios mismo como la realidad más hermosa de la existencia humana.¹ Su Santidad continuó citando expresiones del tiernísimo y profundísimo amor de Dios, que fueron inspirados en los videntes por las apariciones y el mensaje de nuestra Señora de Fátima y del Ángel de la Paz.

    Mediante sus apariciones y su mensaje, la Madre de Dios, como siempre lo hace, guio a Francisco, Jacinta y Lucía a acercarse con más seguridad y plenitud a nuestro Señor Jesucristo, Dios Hijo encarnado, y por medio de él a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo, con quien comparte su divina naturaleza. En palabras del papa Benedicto XVI, Nuestra Señora les ayudó a abrir sus corazones al amor universal, es decir, al amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que ama a todos los hombres y solo desea su salvación eterna.²

    La Santísima Virgen María vino a visitar a la humanidad en Fátima en un momento en que muchos habían empezado a olvidarse de Dios y de su amoroso plan para nuestra salvación, y muchos más se habían vuelto rebeldes ante la Ley de Dios, mediante la cual él ordena todas las cosas para nuestro bien. Habiéndose alejado del amor universal que nos viene solo de Dios, cayeron presa de un destructivo egoísmo del corazón, que llegó a su más espectacular y trágica manifestación en el horror de la I Guerra Mundial. La gran tentación en un mundo acosado por el más grave de los males era perder la esperanza en el amor divino, y por lo tanto, dejar de responder al amor divino con un amor puro y desinteresado. Conociendo la gravedad de la tentación de que sus hijos estaban sufriendo, Dios Padre envió a la tierra a la Santísima Virgen María, la madre de su Hijo unigénito, en fidelidad a su misión de Madre de Dios, que ella aceptó por primera vez en la Anunciación y que expresó tan claramente en las Bodas de Caná. Cuando los sirvientes de la pareja de recién casados en Caná se encontraron en una situación sumamente angustiosa, fue la Santísima Virgen quien de inmediato se percató de su angustia; fue quien intercedió ante su Divino Hijo para salvar de la vergüenza a los recién casados; y quien, con total confianza, instruyó a los servidores del vino: Hagan todo lo que él les diga.³

    En todos nuestros tiempos de crisis, tanto personales como sociales, la Virgen Madre de Dios siempre se percata inmediatamente de nuestra angustia, y siempre está intercediendo por nosotros ante el trono de Dios. También nos aconseja fielmente, con el más profundo amor maternal, que hagamos lo que nuestro Señor Jesucristo nos dice: entregarle nuestras vidas a él, a través de la oración y la penitencia.

    En los momentos más críticos de nuestra peregrinación terrenal, Dios Padre nos ha favorecido con una extraordinaria muestra del amor maternal de la Virgen María, es decir, con sus visitas a nosotros por medio de apariciones y mensajes. En cuanto a sus apariciones en Fátima, el Santo Padre señaló: En un momento en que la familia humana estaba dispuesta a sacrificar todo lo más sagrado en el altar de los intereses mezquinos y egoístas de naciones, razas, ideologías, grupos e individuos, vino del Cielo nuestra Bienaventurada Madre, ofreciéndose para implantar en el corazón de cuantos confiaran en ella, el Amor de Dios que arde en su propio corazón.

    Por medio de la tercera aparición del Ángel de la Paz y la aparición de nuestra Señora en julio, los pequeños videntes tuvieron frente a sus ojos tanto la belleza indescriptible del Misterio de la Fe—el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacramentalmente ofrecidos y entregados por nosotros para nuestra eterna salvación—como la indescriptiblemente horrible vaciedad del infierno, de una vida sin Dios y en rebelión contra su amor puro y desinteresado por nosotros. El Ángel de la Paz, como los ángeles en las Sagradas Escrituras, era el mensajero de Dios para preparar a los niños para recibir las visitas milagrosas de la Madre de Dios y llegar a ser sus mensajeros al mundo, sobre todo por el ejemplo de sus vidas, incluso hasta nuestros días.

    Preparados por el Ángel de la Paz, los pequeños videntes pudieron colocar, en un grado heroico, sus corazones, unidos con el Corazón Inmaculado de María, en el Sagrado Corazón de Jesús y así ser purificados del pecado e inflamados con el puro y desinteresado amor que fluye sin cesar y sin medida desde el glorioso Corazón traspasado de Jesús. En su Consagración de la humanidad al Corazón Inmaculado de María, en octubre de 1942, el Venerable papa Pío XII expresó de manera impresionante el misterio del Corazón Inmaculado de María, que nos lleva al glorioso Corazón traspasado de Jesús en el que la humanidad encuentra la victoria sobre el pecado y la muerte, y el triunfo del amor divino y la vida eterna:

    Por último, así como la Iglesia y todo el género humano fueron consagrados al Sagrado Corazón de Jesús, para que poniendo en él todas sus esperanzas puedan tener una prenda de victoria y salvación, que así, a partir de hoy, puedan estar perpetuamente consagrados a tu Corazón Inmaculado, oh Madre y Reina del mundo, para que tu amor y tu protección aceleren el triunfo del Reino de Dios, y para que todas las generaciones de la humanidad, en paz consigo mismas y con Dios, te proclamen Bienaventurada y contigo entonen, de un polo a otro del orbe, el Magníficat eterno de gloria, amor y acción de gracias al Corazón de Jesús, que es el único lugar donde se pueden encontrar la Verdad, la Vida y la Paz.

    Por medio de la Consagración de la Humanidad al Corazón Inmaculado de María, el Pastor de la Iglesia Universal, el Venerable papa Pío XII, oró para que el cuidado maternal de la Santísima Virgen María, representado de modo perfectísimo en su Corazón Inmaculado, pueda conducir a todos los hombres al Corazón de Jesús, la fuente de su salvación eterna.

    Al reflexionar sobre el contexto humano, individual y social de las apariciones de la Madre de Dios en Fátima, no es difícil percibir la importancia fundamental del mensaje de nuestra Señora para nuestro tiempo, una importancia vigorosamente destacada para nosotros por el Venerable papa Juan Pablo II y por su sucesor, el papa Benedicto XVI. Nosotros también vivimos en una época en que muchos están dispuestos a sacrificarlo todo, incluyendo las vidas de nuestros indefensos e inocentes hermanos no nacidos; las vidas de aquellos que tienen el primer derecho a nuestro cuidado: los ancianos, los enfermos graves y los que sufren con necesidades especiales; y el gran bien del matrimonio y la familia, primera célula de la vida social, en el altar del individualismo egoísta y el relativismo tiránico. Muchos, en nuestros días, se han alejado de Dios y se han rebelado contra las enseñanzas más fundamentales de su Ley vivificadora: la enseñanza referente a la dignidad inviolable de la vida humana inocente y la enseñanza sobre la integridad de la unión fiel, indisoluble y procreativa de un hombre y una mujer en el matrimonio; por lo que se han encontrado a sí mismos profundamente infelices y sin esperanza, contemplando el vacío aterrador del infierno.

    Podemos estar seguros de que la Madre de Dios tiene clara conciencia de la situación y que ella busca atraernos hacia sí misma y por lo tanto colocar nuestros corazones, unidos con su Corazón Inmaculado, en el Sagrado Corazón de Jesús. En su amor maternal, ella nos atrae al Corazón de Jesús, el único lugar donde vamos a encontrar tanto la purificación de nuestros pecados como la inspiración y la fuerza del amor inconmensurable e incesante de Dios por nosotros. En última instancia, ella desea conducirnos al Misterio de la Fe, a la Santa Eucaristía, la medicina y el alimento que nos cura del pecado y nos fortalece contra la tentación a pecar, rescatándonos así del fruto del pecado: la muerte eterna, cuyo horror la Madre de Dios permitió contemplar a los tres pequeños videntes durante su aparición en julio.

    El padre Andrew Apostoli, de los Frailes Capuchinos de la Renovación, ha entendido el deseo de nuestra Señora de Fátima de hablarnos hoy. Con gran cuidado y minuciosidad, él nos provee el contexto completo de los acontecimientos de Fátima y luego describe las tres apariciones del Ángel de la Paz y las seis apariciones de la Madre de Dios a Lucía, Francisco y Jacinta. También reseña las apariciones a sor Lucía en Pontevedra y Tuy en España, mediante las cuales nuestra Señora de Fátima dejó cada vez más claro que nos pide la conversión de nuestra vida y la transformación de nuestro mundo a la espera de la Venida Final de nuestro Señor Jesús con gloria para inaugurar el cielo nuevo y la tierra nueva.⁶ En una forma que es sumamente accesible y, al mismo tiempo, completa y precisa, el padre Apostoli nos ayuda a conocer la enseñanza maternal de nuestra Señora de Fátima y, siguiéndola, a conocer y saborear —en palabras del papa Benedicto XVI— el misterio del amor divino en nuestras vidas.⁷

    Hay dos controversias principales que rodean las apariciones y el mensaje de nuestra Señora de Fátima, a saber, la controversia sobre la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María y la controversia sobre el Tercer Secreto. Tristemente, estas controversias han distraído a algunos de la instrucción maternal de nuestra Señora y les han dificultado a otros el hacerle caso. El padre Apostoli aborda ambas con el mayor respeto y cuidado. Situándolas en el contexto del relato completo de las apariciones y el mensaje de Fátima, él las resuelve a través de la cuidadosa consideración de todo lo que la Madre de Dios les enseñó a los tres pequeños videntes.

    Con respecto al Tercer Secreto, también conocido como la tercera parte del Secreto de Fátima, el tratamiento que presenta el padre Apostoli sobre la controversia trae a la mente el erudito análisis de la materia hecho por el P. C.C. Martindale, S.J., en su presentación clásica de las apariciones y el mensaje de nuestra Señora de Fátima. El padre Martindale, refiriéndose a la gran curiosidad con respecto a la tercera parte del Secreto, que en el momento en que él escribió no había sido publicada aún, comentó sobre ella a la luz de las partes primera y segunda del Secreto, observando lo siguiente:

    Ahora bien, como ya vimos, las dos primeras partes del secreto no contienen nada nuevo. Lo referente al ‘Infierno’ no es una doctrina nueva; tampoco lo es el que nuestra Señora es Inmaculada. No es una información nueva o sorprendente que nuestra Señora se propuso impartirnos, sino más bien un desafío a mirar más profundamente en lo que ya sabemos. No tiene por qué sorprendernos que a los niños se les mandara no decir nada acerca de lo que se les había concedido. Lucía dijo con toda franqueza que ella no habría tenido palabras para expresarse correctamente, y, al final, que ella solo podía dar el ‘sentido’ del mensaje de nuestra Señora. Esto lo anima a uno a pensar que el ‘secreto’ de aquel mensaje pudo haberse referido a la intensidad con la cual a los niños se les dieron a entender ciertas verdades, más que cualquier cosa que pudiera cristalizarse en ideas claras o ponerse en forma de palabras.

    De manera similar, en referencia a su Comentario Teológico del secreto, el papa Benedicto XVI señaló que nuestra Señora de Fátima nos invita a cultivar lo que él llama la vigilancia interior del corazón, que la mayor parte del tiempo no tenemos debido a la fuerte presión que ejercen las realidades externas y las imágenes y preocupaciones que nos llenan el alma.

    El padre Martindale ha observado con acierto que nuestra Señora de Fátima nos invita a una reflexión más profunda sobre el Misterio de la Fe, una reflexión inspirada por el amor divino. El papa Benedicto llega a la conclusión de que el Secreto es, en definitiva, la exhortación a la oración como el camino para la ‘salvación de las almas’ y, asimismo, la llamada a la penitencia y a la conversión.¹⁰ En otras palabras, la Madre de Dios en Fátima nos conduce a su divino Hijo y nos enseña a responder con todo nuestro ser a su predicación: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva.¹¹

    Como declaró el papa Benedicto XVI en su homilía en Fátima el 13 de mayo de 2010, y como el padre Apostoli lo ilustra de manera tan completa y excelente en este libro, nuestra Señora de Fátima nos conduce a entrar más profundamente en el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio del amor de Dios —Padre, Hijo y Espíritu Santo— derramado sin cesar y sin límite para toda la humanidad. El Padre Apostoli nos ayuda, de la manera más sana y cabal, a escuchar con más claridad la instrucción de nuestra Señora de Fátima y a seguirla fielmente. Su libro, que ahora tendrá usted la bendición de leer, es verdaderamente un dignísimo instrumento mediante el cual nuestra Señora de Fátima sigue hablando a nuestro corazón desde su Corazón Inmaculado.

    En la segunda parte del Secreto de Fátima, la Madre de Dios prometió: Mi Corazón Inmaculado triunfará.¹² El entonces cardenal Joseph Ratzinger nos ha ayudado a comprender el sentido profundo de la promesa hecha por nuestra Señora de Fátima a los tres pequeños videntes. Preguntando cuál podría ser el significado de la promesa de la Virgen, declaró:

    El corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y las armas de cualquier clase. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque trajo al mundo al Salvador; porque, gracias a este ‘sí’, Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El Maligno tiene poder en este mundo, tal como lo vemos y lo experimentamos continuamente; tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo asumió un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad humana hacia el bien, la libertad de elegir el mal ya no tiene la última palabra. Desde ese momento en adelante, la palabra que prevalece es la siguiente: En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.¹³

    Es mi esperanza y mi oración que, por medio de su estudio de este manual del padre Apostoli sobre nuestra Señora de Fátima, nuestra Señora le atraiga a usted cada vez más cerca de su Corazón Inmaculado y que, unido con ese Corazón, su corazón, descansando en el Sacratísimo Corazón de Jesús, conozca el triunfo del amor divino y la vida eterna.

    + Raymond Leo Burke

    Arzobispo Emérito de Saint Louis

    Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica

    Solemnidad de Todos los Santos, 2010

    PREFACIO

    ESTOY MUY AGRADECIDO con Ignatius Press por la invitación para escribir este libro sobre nuestra Señora de Fátima y su importante mensaje para nuestro tiempo. A lo largo de toda mi vida he sido devoto de nuestra Señora de Fátima. Cuando era niño me enteré de su mensaje y este causó en mí una profunda impresión. Al igual que Lucía, Francisco y Jacinta, he orado por la salvación de las almas como nuestra Señora lo pidió. También he practicado la devoción de los Cinco Primeros Sábados durante muchos años y he tratado de animar a otros a hacer lo mismo. Así que fue un delicioso reto escribir este libro. Los editores me pidieron que pusiera en él todo sobre Fátima. Traté de hacerlo dentro de los límites de mi tiempo, capacidad y recursos.

    Mi intención fue escribir un libro que combinara tres elementos esenciales acerca de nuestra Señora de Fátima. En primer lugar, están los hechos históricos de las apariciones de nuestra Señora y el Ángel de la Paz. Traté de presentar estos hechos lo más cabalmente posible, haciendo hincapié especialmente en las palabras que dijeron nuestra Señora y el Ángel de la Paz en cada una de sus apariciones. En segundo lugar, está el mensaje de la oración, el sacrificio, el sufrimiento y la santidad de vida. Estoy seguro de que más personas se sentirán atraídas por este mensaje cuando entiendan su significado y su importancia. El mensaje de Fátima ha sido descrito a menudo como un breve resumen de los elementos esenciales de la vida cristiana. Nuestra Señora de Fátima nos ha dado un gran recordatorio de estos elementos esenciales para los tiempos difíciles en que vivimos. En tercer lugar, hay ciertas preguntas y objeciones que se han planteado en relación con el mensaje de Fátima, como por ejemplo: ¿Fue hecha correctamente por el papa Juan Pablo II la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María? ¿El tercer secreto de Fátima fue revelado en su totalidad por el Vaticano? Por años la gente me ha estado haciendo estas preguntas. En este libro he tratado de presentar pruebas claras de que ambas tareas se han cumplido. El Papa ha hecho su parte; ahora nosotros tenemos que hacer la nuestra llevando una buena vida cristiana, con oraciones por la conversión de los pecadores, por el cumplimiento de nuestros deberes en la vida y usando las gracias que el Espíritu Santo ha estado derramando en nuestros corazones. Nuestra Señora había dicho a los niños en Fátima que Dios quería que la devoción al Corazón Inmaculado de María se difundiera por todo el mundo. Si este libro puede contribuir de alguna manera modesta a la difusión de esta devoción, el autor se sentirá ricamente recompensado por los esfuerzos invertidos en escribir este libro. He tratado de escribir en el mismo espíritu que sor Lucía cuando escribió acerca del mensaje de Fátima, a saber, para la gloria de Dios y la salvación de las almas.

    Quiero dar gracias a Dios Todopoderoso por las gracias concedidas para llevar a cabo esta tarea. Que este libro rinda honor y gloria a la Santísima Trinidad. También quiero agradecer a la Santísima Virgen María, de quien yo sentía que me estaba pidiendo escribir este libro para ayudar a hacer realidad el triunfo de su Corazón Inmaculado.

    También quiero dar las gracias a muchas personas que han contribuido de diversas formas a la redacción de este libro. En primer lugar, me gustaría expresar mi gratitud a Su Excelencia el cardenal Raymond Burke por sacar tiempo de su apretada agenda para escribir el prólogo. A continuación, quiero dar las gracias a todos los Frailes Franciscanos de la Renovación, especialmente los de mi comunidad local, quienes me ayudaron de muchas maneras en la preparación de este manuscrito. También quiero dar las gracias a todas las Hermanas Franciscanas de la Renovación y a las muchas otras personas que me apoyaron con sus oraciones y aliento. Por último, quiero dar las gracias a Elaine Curzio, quien ayudó a digitar parte del manuscrito; a Tiffany Gulla, quien editó el texto en inglés; a Penny Wolfe, quien ayudó con investigaciones importantes para el libro; y a Gerri Kearns, quien revisó el texto. Que Jesús y su Bienaventurada Madre premien a todos los que han colaborado para hacer de este trabajo, como diría la Madre Teresa de Calcuta, algo bello para Dios.

    Padre Andrew Joseph Apostoli, C.F.R.

    Convento de San Leopoldo

    Yonkers, Nueva York

    2 de marzo de 2010

    I

    MARÍA

    La única mujer cuya venida fue anunciada

    EL ARZOBISPO FULTON J. SHEEN DECÍA A MENUDO que Jesús era el único hombre cuya venida al mundo fue anunciada de antemano. De ningún otro gran líder mundial o personaje religioso se predijo alguna vez la venida. Incluso la misión de Jesús era conocida antes de que él entrara en el mundo. Su misión era la de vencer el mal con su muerte salvífica en la Cruz. De manera muy similar, podemos decir que la Santísima Virgen María fue la única mujer cuya venida al mundo fue predicha: Pues bien, el Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo. . . (Is 7,14 BJL). Su misión también era conocida antes de venir a este mundo; ella debía participar en el sacrificio salvífico de su divino Hijo. La suya había de ser una misión de guerra espiritual con el fin de ayudar a obtener la victoria final sobre el mal, profetizada en la maldición de Dios a la serpiente:

    Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón. (Gn. 3,15)

    La Santísima Virgen María desempeña un papel clave en la gran lucha entre el bien y el mal: entre su Divino Hijo y sus discípulos, y Satanás y sus seguidores. En el libro del Apocalipsis vemos imágenes impactantes que muestran el odio del diablo contra la mujer que da a luz al Salvador, contra el Señor mismo, y contra los seguidores del Señor:

    Apareció en el cielo una gran señal: una mujer envuelta en el sol como en un vestido, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza. La mujer estaba encinta, y gritaba por los dolores del parto, por el sufrimiento de dar a luz. Luego apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las lanzó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo tan pronto como naciera . . . Con eso, el dragón se puso furioso contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de los descendientes de ella, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen fieles al testimonio de Jesús. (Ap 12,1-4.17)

    La Santísima Virgen María es una figura central en el plan de salvación de Dios. Ella desempeña un papel de gran importancia, solo superado por el de su Hijo, en la obra de redención del mundo. Este rol la involucra en un continuo conflicto con Satanás. En Fátima, sin embargo, nuestra Señora nos aseguró que la victoria final será suya: ¡Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará!

    El importante papel de María como la Nueva Eva

    La importancia del papel de nuestra Señora se debe a que Dios quiere derrotar al diablo con los mismos medios con los que el diablo había vencido a nuestros primeros padres. Este plan divino era un tema favorito entre los Padres de la Iglesia. Así es como san Juan Crisóstomo, un gran obispo en la Iglesia antigua, expresa el papel de María:

    Cristo venció al Diablo usando los mismos medios y las mismas armas de las que él se había servido para ganar. Los símbolos de nuestra caída fueron una virgen, un árbol y la muerte. La virgen era Eva (pues aún no había conocido varón); luego estaba el árbol; y la muerte fue el castigo de Adán. Pero una vez más, esos tres símbolos de nuestra destrucción —la virgen, el árbol y la muerte— llegaron a ser los símbolos de nuestra victoria. En lugar de Eva estuvo María; en lugar del árbol del conocimiento del bien y del mal, la cruz del Señor; y en lugar de la muerte de Adán, la de Cristo.¹

    Eva tuvo un papel muy importante en la Caída. La serpiente nunca le habló a Adán; solo le habló a Eva. Primero sembró una duda en su mente preguntándole sobre el mandato de Dios: ¿Así que Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín? (Gn 3,1). Cuando Eva dijo que podían comer de todos los árboles excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal, entonces el diablo la engañó con la promesa de que, si comía del fruto prohibido, ella y Adán serían como dioses, conocedores del bien y del mal (Gn 3,5 BJL). Esta mentira tentó a Eva con una promesa de grandeza, lo que la llevó a la soberbia, seguida por la desobediencia al mandato de Dios.

    La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que cortó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. En ese momento se les abrieron los ojos. . . (Gn 3,6-7)

    Adán, como cabeza de la familia humana, era nuestro representante ante Dios. Así que solo su desobediencia se convirtió en el pecado original de la humanidad. Eva, sin embargo, fue cómplice en el delito. Se hizo inmerecedora del nombre de Eva, que significa madre de todos los vivientes (Gn 3,20), porque ella ayudó a provocar la muerte espiritual de sus hijos.

    Nuestra Señora, en cambio, merece ser llamada la Nueva Eva. Ella no nos representa en la obra de redención; ese papel le pertenece a Jesucristo, el Nuevo Adán, que es nuestro único sumo y eterno sacerdote y la víctima por nuestros pecados. Sin embargo, María fue tanto una cómplice en la obra de la redención como Eva lo había sido en la Caída.

    En la Anunciación

    En la Anunciación, María aceptó plenamente la voluntad de Dios para su vida en humildad y en obediencia, como se puede ver en su respuesta al arcángel Gabriel. El arcángel le había dicho que ella concebiría y daría a luz a un hijo, que sería llamado Hijo del Altísimo. Cuando la pregunta de ella, de cómo iba a concebir si no tenía relaciones con san José, le fue aclarada por el arcángel, nuestra Señora no dudó en responder con humildad y con confianza: Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho (Lc 1,38). Así como el pecado de Eva contribuyó a introducir en el mundo la muerte espiritual, así la obediencia total de nuestra Señora trajo al mundo a Jesús, la fuente de nuestra vida espiritual. La humildad y la obediencia de María borraron la soberbia y la desobediencia de Eva, mereciéndole el título de Nueva Eva. San Ireneo de Lyon explicó este título en el siglo II:

    Así como Eva fue seducida por la palabra de un ángel y así se alejó de Dios tras desobedecer su palabra, María a su vez recibió la buena noticia por la palabra de un ángel, y dio a luz a Dios en obediencia a su palabra. Así como Eva fue seducida a desobedecer a Dios, así María fue persuadida

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