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¿Yo Indefensa?
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¿Yo Indefensa?

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Luego de su último libro "Olvidarte de él: claves para dejar de sufrir un desamor" Linda Watsom regresa con esta poderosa obra, sobre uno de los temas más importantes en la vida actual de las mujeres: El desafío de trascender a través del empoderamiento.

Un texto que se convierte en el ABC de cómo lograrlo, partiendo de la problemática social femenina, su lucha constante por destacarse y lograr un estatus de paridad, al cómo hacerlo a través de verdades que abren los ojos y potencian la mente.

Un libro que apunta a fomentar la autoestima, resaltar el potencial oculto, dominar la inteligencia emocional, acrecentar la empatía, y visualizar los objetivos de felicidad como posibles.

Una descripción detallada del cómo superar la procrastinación, los riesgos y los miedos, volviéndose resiliente. Una guía para lidiar con personas narcisistas y manipuladoras y conocer algunos trucos de manipulación positiva para desarrollar en la vida diaria. Ejemplos y consejos para convertirse en líderes de todo proyecto en el que sueñan.

LanguageEnglish
Release dateApr 17, 2023
ISBN9798215304822
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    ¿Yo Indefensa? - Linda Watsom

    Introducción:

    ¿Qué es empoderamiento?

    Como empoderamiento se conoce el proceso por medio del cual se dota a un individuo, comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial, todo esto con el objetivo de que pueda mejorar su situación social, política, económica, psicológica o espiritual.

    La palabra, como tal, es un calco que proviene del inglés, deriva del verbo to empower, que en español se traduce como ‘empoderar’, del cual a su vez se forma el sustantivo empoderamiento.

    Empoderar, pues, significa desarrollar en una persona la confianza y la seguridad en sí misma, en sus capacidades, en su potencial y en la importancia de sus acciones y decisiones para afectar su vida positivamente.

    De ahí que el empoderamiento se refiera, sobre todo en las ciencias sociales, al proceso de conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social que se encuentra en situación precaria en términos económicos, políticos o sociales, por lo general marginado o excluido por diferentes motivos (sexo, origen, raza, religión, preferencias sexuales, etc.).

    La finalidad última del empoderamiento social es que dicho colectivo sea capaz por sí mismo, trabajando y organizándose, de mejorar sus condiciones de vida.

    Asimismo, en el plano individual, el empoderamiento se refiere a la importancia de que las personas desarrollen capacidades y habilidades para que puedan hacer valer su rol y mejorar su situación en términos de derechos sociales y políticos, así como en lo referente a la actividad económica y productiva.

    ––––––––

    El empoderamiento en la mujer

    La condición de la mujer en la sociedad a lo largo de los siglos ha sufrido varios cambios, en función de la evolución política y jurídica de los pueblos, la diversidad de factores geográficos e históricos y su pertenencia a diversos grupos sociales. En casi todos los tiempos y países ha sido sometida en las sociedades del pasado a un trato menos favorable que el reservado al hombre desde el punto de vista jurídico, económico y civil; y durante mucho tiempo ha estado excluida de toda una serie de situaciones, derechos y actividades sociales. A diferencia de las civilizaciones arcaicas, en las que la mujer era reina en la familia y poderosa en la comunidad porque generaba vida, en la antigua Grecia su papel cambió por completo. Los grandes filósofos como Platón, Pitágoras o Eurípides la consideraron ignorante, inferior, defectuosa e incompleta, sujeta al poder de su padre, y de su marido cuando se casaba. Incluso en la época romana la mujer era una figura sencilla en el núcleo familiar, que sólo tenía que pensar en el mantenimiento de los hijos y de la casa, mientras que los hombres ocupaban todos los cargos públicos. Solo las esposas de los grandes emperadores fueron arquitectas de la vida política, por lo tanto, poderosas y libres. En la Edad Media, sin embargo, la mujer era vista de dos formas claramente opuestas: angelical y espiritual o bruja y malvada. De hecho, en la mujer, el bien y el mal estaban incorporados, pero ella seguía sometida al poder del hombre. Incluso en el mundo cristiano la mujer tenía pocos derechos: cuando se casaba recibía una dote, pero perdía el derecho a usarla, porque era el marido quien la administraba. Tampoco la esposa era libre de hacer testamento, tenía que someterse al poder del hombre y tenía que lidiar con la esfera privada. Las mujeres eran vigiladas y no podían salir de casa sin estar acompañadas de un hombre, porque su libertad habría amenazado el orden social.

    Sin embargo, fue solo gracias al trabajo que fueron más libres. Ya no permanecían confinadas en sus casas y sumisas tanto como les hubiera gustado a los hombres: las campesinas trabajaban en el campo, las artesanas en el taller de su marido. En la cultura musulmana, la condición de la mujer no era muy diferente a la del mundo cristiano: el encuentro entre hombre y mujer se producía lo menos posible y vivían dos vidas distintas. Las mujeres musulmanas no frecuentaban la mezquita, pero a menudo iban a baños públicos donde realizaban ritos de purificación, cuidaban su higiene, se reunían, descansaban, arreglaban matrimonios. En el mundo musulmán podían poseer bienes, heredarlos, realizar actividades económicas, aunque en menor proporción que los hombres. Durante el siglo XVII, pues, hubo grandes temores hacia el universo femenino y las mujeres que decidieron rebelarse contra el poder del hombre y las reglas de la sociedad fueron acusadas de brujas y condenadas a la hoguera; y esta situación también se prolongó durante todo el siglo XVIII. Después de la Revolución Francesa fue gracias a Napoleón que se amplió el ámbito de los derechos de las mujeres: aquí se les permitió mantener su apellido, incluso en caso de matrimonio, para realizar actividades comerciales de forma independiente y superar la desigualdad de trato en la división de la herencia de los bienes familiares.

    En el mundo occidental a finales del siglo XIX y principios del XX las representantes del género femenino comenzaron a hacer oír su voz y reclamar los mismos derechos que los hombres. La industrialización por su parte contribuyó al cambio: las mujeres empezaron a trabajar y a entender que eran tan válidas como los hombres, especialmente durante las dos guerras mundiales, cuando tuvieron que reemplazar a los hombres, llamados a luchar, en sus tareas. Los hitos femeninos se han multiplicado en la era moderna. La historiografía occidental suele considerar que el momento inicial del movimiento sufragista contemporáneo se sitúa en 1848, en Estados Unidos, con la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls y, pese a que durante el siglo XX la mayoría de los países del mundo han reconocido el derecho de las mujeres a votar y ser votadas, aún hay países que no lo reconocen. En 1952 se sancionó la Declaración de Derechos Humanos, explicitando en su art. 21 el derecho de las mujeres al voto y su acceso a cargos públicos.

    La mujer hoy es trabajadora y ciudadana, por lo tanto, ya no puede someterse más al poder del hombre y a su fuerza de trabajo, que siempre ha existido en la historia. Hoy, ella, tiene un peso importante en la sociedad plenamente industrializada, sobre todo desde cierto punto de vista económico y productivo. La mujer de hoy logra ser el espejo del pasado, pero también la proyección hacia el futuro. La mujer gestora, la mujer presidenta del consejo, la mujer presidenta de la República, la mujer empresaria, no son resultados ocasionales, sino consecuencias de una guerra compuesta por muchas batallas ganadas y tantas perdidas, pero que al final las han llevado, en el mundo occidental, a la cúspide de la pirámide.

    Sin embargo, esto no ha sucedido en el mundo islámico. Incluso hoy, la condición de la mujer musulmana es problemática. Algunas mujeres han accedido a los más altos cargos de la administración, pero en general todavía tienen que enfrentarse a la autoridad de su padre, hermanos, maridos y son consideradas una tentación diabólica para los creyentes; su cuerpo es motivo de vergüenza y, por lo tanto, debe ser velado. En los países tradicionalistas, las mujeres se ven privadas incluso de los derechos humanos y civiles básicos: no gozan de libertad de movimiento, libertad de expresión y expresión; no pueden continuar con sus estudios y mucho menos hacer una carrera u ocupar cargos o puestos de responsabilidad en el campo civil o religioso. No pueden decidir su propio destino o el de sus hijos y son totalmente sumisas al hombre. El camino hacia la igualdad de género sigue siendo largo, tortuoso y difícil de seguir. Sin embargo, el progreso logrado en el mundo occidental da esperanzas de que algún día las mujeres finalmente tengan los mismos derechos que los hombres en todo el mundo.

    ––––––––

    La intención de este libro

    No es mi intención revolucionar el mundo, sino más bien revolucionar el tuyo... mujer. Toda tormenta comienza con una primera gota que desciende solitaria del cielo, y que hace presagio de lo vendrá.

    Como habrás leído en mi libro anterior Olvidarte de él: claves para dejar de sufrir un desamor nada es casual, ni existe destino que no se pueda modificar. Todo en la vida depende de cuanta cantidad de información poseas, del temple de la fuerza de voluntad, y de las acciones que estemos dispuestas a ejecutar.

    Todo se puede, todo se logra. Mi motivación es darte la información para que puedas torcer tu destino y manipular la realidad a tu favor. Presta atención a todas y a cada una de las líneas que a continuación te brindaré. El resto... depende de ti.

    Primera parte:

    Manda en tu vida

    ––––––––

    Cap. 1: La palabra interna cambia el juego

    ––––––––

    Las palabras en tu mente siempre pueden tener un gran impacto en tu

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