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El Castillo De Pelagio & Catrina
El Castillo De Pelagio & Catrina
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Ebook136 pages1 hour

El Castillo De Pelagio & Catrina

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LanguageEnglish
PublisherXlibris US
Release dateNov 23, 2005
ISBN9781462840694
El Castillo De Pelagio & Catrina
Author

Victor Enriquez

Biografía del Autor Victor Enriquéz, nació en la ciudad de Coronel Bogado, Paraguay y a la edad de 8 años empezó a escribir su primera poesía a la maestro, mas luego siguió escribiendo en pedazos de papel, guardándolos para mas tarde completarlos. A su temprana edad vino a vivir a Asunción donde dio por cumplido su obligación cívica, pero sin dejar de escribir. Luego viajó a Buenos Aires, Argentina, donde cursó la especialidad de Construcción de Edificios, que le sirvió para mantenerse económicamente y siempre sin dejar de escribir, hasta que completó el libro: “La Isla de Togo-Togo,” “Dina,” y “El Huerfanito.” Más tarde viajó para radicarse en New York, donde adquirió la Licencia de Construcción de Edificios, para luego formar su propia empresa de construcciones, también siguió escribiendo sus novellas hasta completer los libros: “Vigilante de Cuadra,” “El Hermosos Rey de Gualantu,” “Déjame Vivir Mi Vida,” y “Avelín de Coronel.” Mas tarde se fue a vivir en Miami, donde está radicado hasta el día de hoy, también escribió: “La Cantuta de Trifona” y “El Castillo de Pelagio y Catrina.” Luego escribió para ayudas profesionales, Ensayo y Crítica Literaria, que pasó a consideración del Ministerio de Educación y Cultura en Asunción (Paraguay), el año 2004 para su possible implementación en los estudios de los alumnados de la escuela pública.

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    El Castillo De Pelagio & Catrina - Victor Enriquez

    Capítulo 1

    Desde una vieja ventana de un segundo piso de Puerto Sajonia, un joven capitalino de nombre Pelagio, ve a la gente caminar por la vereda, como una simple bola de billar.

    Además fue un día esplendoroso, con brisas de aires fresco, que se encaminaban salpicando, desde el acantilado de la bahía de Asunción.

    A los minutos después, se escucha la llegada atolondrada de la prima hermana del joven Pelagio, de nombre Catrina, habitante de un lejano pueblo sureño.

    Una vez que pasa adentro, ella empieza a contar a su gente, las muchas cosas que le ocurrieron allá con su familia en su pueblo natal; igualmente en el viaje, por haber tenido el gran deseo de pasar con ellos en la capital, su cumpleaños número veintidós, además la llegada de la fiesta Navideña y Año Nuevo.

    Más tarde cuando la establecieron, en una habitación con mirada hacia el jardín interior de la casa, se pusieron a cambiar ideas entre los dos parientes, aunque ninguno de ellos podía coincidir en algo que fuera en serió.

    Pues parecía que sólo se hacían entender por seña con los dedos de las manos. Mientra que Pelagio pedía insistentemente a ella, para que le escuchara aunque sea por un segundo de tiempo, nada más. Y como nadie cedió, fue inconclusa la conversación.

    Y cuando llega la hora de merendar, la madre del joven Pelagio de nombre Lucía le invita ambos a pasar a la cocina, para gustar de un buen mate cocido con leche y algunas arrogantes galletita, hechas con harina de maíz blanco; también con la tan apreciada manteca casera de leche de cabra, para untar.

    También antes que terminaran de servirse, la tía le pide que se apresuren y se alisten para una improvisada romería que se realizaría en el Club de mujeres. Asimismo antes de retirarse ella vuelve a recordarles, que se efectuarían dos fiesta en una misma noche.

    La primera sería a las nueve de la noche, en casa de su hermano el coronel Luca, adonde también se recaudarían fondos para los lisiados de la guerra.

    Una vez que escucharon la explicación de la progenitora, Pelagio con su prima callaron y esperaron acabar de tomar el mate cocido. Aunque ante de terminar, la Catrina pidió prestado el frasco de brillantina para untarse al cabello.

    Pues dijo tener el cabello muy seco y descolorido, por causa de la polvareda de tierra colorada en el trayecto. Y muchos culparon de esto al camionero, que traía fardos de alfalfa con alguna animalada soltada entre la gente.

    A continuación la doña vuelve a entrar juntos a ellos, palmoteando nerviosamente las manos. Porque estaba pensando mal de ellos dos, porque veía que estaban hablando muy acaramelados, como si fueran novios.

    Pero en ese mismo instante suena el teléfono, luego olvidándose de ellos, aunque después le pide a uno de los dos, para que atendiera el llamado, mientra que ella se iría al tocador a terminar con su arreglo de guapachona.

    Y sin perder más el tiempo, Catrina toma el aparato y trata de comunicarse, pero le asusta una alocada voz que le habla, porque se sentía que estaba muy enfurecido, tratando de contar algo que le sucedió y no podía decir nada, solamente gritando se pasaba.

    Cuando escucha la doña el vocifero por el teléfono, enseguida nota de quien era la voz, entonces corriendo vino a contestar, antes que se enfermara el pobre hermano Coronel de profesión.

    Cuando le respondió:

    __¿Bueno que pasa mi Coronel? Por qué tiene tanto nervio y esos gritos que larga como unos lobos feroces, ¡Dios mío! ¿Qué esta pasando en tu casa mi hijo, que té estas ahogando en tu propia saliva? -le contestó un poco desconcertada y molesta, por los gritos que profería.

    Aunque la amonestación no se hizo esperar:

    __¡No me venga con reproche, mi negrita! Porque me estoy muriendo de cólera y ya no aguanto más tanto ultraje que me da los santos días, tu sobrino -le responde el militar gritando cada vez más fuerte, que casi deja sorda a su hermana y sin ganas de seguir hablando con él:

    __¡Está bien mi hijo! Calmate antes que te hagas daño al hígado, y como sabes no estoy teniendo la yerba, para esos males en estos momentos -le respondió muy alarmada por la salud del militar y de su propio oído también:

    __¿Pero dime que te pasó hermano? Que no estoy entendiendo nada de nada todavía, aguantate por un momento y digame lo que pasó . . . -alcanzó otra vez a decirle ante la voz enloquecida del táctico.

    Porque también le espanto a ella:

    __¡El desgraciado . . . de tu sobrino! Fue que chocó por la columna de la luz eléctrica con mi auto nuevo. Y por eso estoy todo destruido, cuerpo, alma y espíritu -de pronto después, se escuchó que el milico estaba sometiéndose a un gran esfuerzo de respiración artificial, para poder seguir con su gritería acostumbrada:

    __¡No sé mi negrita! Si le mato a tiro de revólver a tu querido sobrino, o que . . . porque esta destrozada mi alma, y ya no me entiendo muy bien en este momento -pero no se hizo esperar la contestación. Porque ella le contesta con la dulzura de siempre, apaciguándole en su debilidad con tal de ganarle terreno, antes que haga algún absurdo:

    __¿Cómo mi querido hermano estas hablando así de tú único hijo varón? Además tu primogénito . . . ¡Qué barbaridad estas diciendo Luca! También de tu propia familia -luego trata de calmar un poco el ánimo, si quizás disintiera de hacer el mal.

    Además para que terminara felizmente los problemas:

    __¿Y a ti te parece poco lo que hizo el malcriado? Destruyendo mi auto que acabo de comprar a crédito. ¡Y todavía creo que el pobre auto es también mau! -le contestó.

    Seguidamente se puso a estornudar fuertemente, una vez que se sintió más calmado, siguió conversando.

    Diciendo:

    __¡Bueno eso tiene solución mi Coronel! Pero el mio . . . quien puede arreglarlo, para que sean únicamente unos normales, estos desgraciados que tengo aquí viviendo conmigo, y antes mis propio narices -le responde la doña.

    Estaba ella demostrando al hermano, de que se hallaba muy preocupada, además le dio a entender, que su aflicción era muy exorbitante para soportar fácilmente, pero el milico no estaba entendiendo.

    Cuando le preguntó:

    __¿De qué me estás hablando mi negrita? Qué clase de demonio te esta ametrallando la mente hija mía. Para que me diga eso en este momento que estoy nervioso y destruido espiritualmente -le contestó muy preocupado el militar, luego temió de escuchar de su hermana, algunas respuestas peor de lo que le esta pasando.

    __¡Dime mi negrita! ¿Qué tienes en tu intelecto, que es lo que te esta perturbando el alma? Para que busquemos alguna solución rápida . . . quizás algún consejero espiritual o algún masajista de manos suaves . . . Para que te calme la calentura y después puedas respirar tranquila, como siempre . . . -le respondió.

    Antes de que vuelva a hablar con más gritería y diciendo estupideces. Toma ella la iniciativa para no darle la oportunidad a su vocerío.

    Cuando le dice:

    __¡Sabe mi Coronel! Tengo un puñal atravesado en el lado izquierdo de mi pecho en este mismo instante, y sabe que eso me está llevando lentamente al cementerio local de la Recoleta. ¡Dónde el sepulturero nunca dice basta! -exorcizando el ambiente, pero el contagio del intento de su desesperación, dejó mal de salud a su hermano.

    Aunque trató después de sacar provecho de la situación, la doña se puso a llorar amargamente, por el teléfono.

    Entonces el milico desesperado le responde:

    __¡Mi hija querida! Por Dios y por todas las vírgenes que existen en el país, pronto, cuenta que tienes ¿O debo de irme a tu casa para decirme al oído el asunto? -habló un poco angustiado.

    Ademas queda esperando por la contestación:

    __¿Cómo te has olvidado tan pronto de mis penas hermano mio? Para estar tratando livianamente mi dolor, sabiendo muy bien, como son aquí tus parientes -le respondió ella, perturbando aun más la mente del Coronel.

    Aunque sin tregua la pregunta:

    __¡Cada vez te estoy entendiendo menos Lucía! Parece que son las cosas contigo, como me dijo ayer tu cuñada, que ni vos misma ya te puedes soportar la vejez que tienes encima del hombro. ¡Y que te está encerrando lentamente en tu propia maldad! -le contesta muy enfadado el Coronel.

    La doña casi al instante reacciona, para responderle con unas palabras más duras que la piedra, y además para darle su merecido. Porque siempre de esa manera acostumbraban las familias, para interpretarse mejor los deseos:

    __¡Con razón que nuestra madre también te puso el nombre de Lucatelo! Por reprochador y torpe a la vez que eres. Además ostenta el rótulo de callejero como los demás hombres estúpidos, que existen por las calles -desde luego allí empezó otra vez la escaramuza en la familia, como siempre.

    Cuando le contesta:

    __¡Epa . . . Epa! Acaso no fui yo quién te llama primero, para ponerte mi queja, para no matar a tu sobrino a tiro limpio y termine la maldad en la tierra -contesta el Coronel sorprendido, por la repuesta de su hermana que se enloqueció sin pensar:

    __¡Esta bien Lucas! Haz lo que quieras con tu hijo, además ya nada me importa de este mundo cruel, porque como estoy viendo que el problema mío, es mayor que un auto mau destruido en un poste de alumbrado público -le ella, con un acento considerable. Porque sabía el genio de su hermano y el problema de su sobrino.

    Luego el milico se limitó a escuchar, lo que respondería la alocada hermana, pues temía que se agrandara el problema. Pero aún así, le intimó por el respeto:

    __¡Siempre es la misma terca conmigo Lucía! Aún viendo lo grande de mi tragedia, te atreves a hablarme de esa manera tan cruel . . . ¡Yo que soy tu

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