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Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit
Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit
Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit
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Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit

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LanguageTagalog
Release dateNov 27, 2013
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    Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit - S. A. D. (Samuel Auguste David) Tissot

    The Project Gutenberg EBook of Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa

    manga Maysaquit, by Samuel Auguste David Tissot

    This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with

    almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or

    re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included

    with this eBook or online at www.gutenberg.org

    Title: Ang Mahusay na Paraan nang Pag-Gamot sa manga Maysaquit

    Author: Samuel Auguste David Tissot

    Translator: Fr. Manuel Blanco

    Release Date: January 8, 2006 [EBook #17479]

    Language: Tagalog

    *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK ANG MAHUSAY NA PARAAN NANG ***

    Produced by Tamiko I. Camacho, Pilar Somoza and the Online

    Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This

    file was made using scans of public domain works from the

    University of Michigan Digital Libraries.)



    ANG MAHUSAY NA PARAAN

    NANG PAG GAMOT

    SA MANG̃A MAYSAQUIT

    AYON SA ARAL

    NI TISSOT.

    TINAGALOG,

    hinusaý at dinagdagan ng̃ M.R.P. Fr. Manuel Blanco, Exprovincial sa órden ni San Agustín; at ng̃ayo,i, ipinalimbag na panibago nang M.R.P. Fr. Felipe Bravo, casalucuyang Provincial, sa naturang órden.

    2.ª EDICIÓN

    MANILA, 1916.

    LIBRERIA Y PAPELERIA

    —:DE:—

    J. MARTINEZ

    Moraga 34-36, Calderón 108 y Real 153-155, Intra.

    Imp. de J. Martinez, 7 Estraude.—Binondo.


    TABLA

    Nang mang̃a saquit na sinaysay dito sa librong ito.


    PRÓLOGO.

    i objeto en escribir en idioma tagalog este tratado, traducido casi todo del Aviso al pueblo del célebre Tissot, no ha sido otro que aliviar á los indios enfermos, cuyo desamparo, que he presenciado no pocas veces por razon de mi oficio, me ha conmovido hasta lo sumo.

    Entregados en manos de unos Curanderos ignorantísimos, embusteros y estafadores, se ven precisados á permanecer en una cama por muchos meses, á abandonar todos sus quehaceres, y á gastar lo poco que tienen y repartirlo con los que han hecho trato de curarlos, y todo esto á veces en enfermedades que con suma facilidad puede curar cualquiera que tenga, alguna tintura de la Medicina.

    A mi llegada á cierto pueblo fuí testigo de una peste de calenturas intermitentes que apenas dejaban casa libre; y sin embargo de que eran muy fáciles de curar, no observé que los indios Curanderos las tratasen de modo que se conociese que ellos entendian lo que era aquello. Á una semejante conducta eran consiguientes los estragos que me sorprendieron entonces. Cabalmente por aquel tiempo llegó á mis manos la apreciable obra del Aviso al Público del incomparable Tissot; la que inmediatamente empecé á traducir al tagalog, ansioso de comunicar á estos pobres indios un tesoro tan rico.

    Por lo que hace el lenguaje, como nadie tenga obligación de escribir en el mejor estilo posible, y siéndome esto por otra parte muy penoso, lo he hecho del mismo modo que hablo ordinariamente con el indio, esto es, en estilo llano. Yo estoy ciertísimo de que los indios me entienden bien, y que perciben claramente lo que quiero decirles: pues por espacio de muchos años en que me he ocupado en hablar con ellos sobre mil materias y asuntos diferentes, he tenido sobrado tiempo para hacer esa experiencia: por consiguiente no tengo recelo de que queden sin entender este tratado aquellos indios para quienes se destina. Por otra parte, algunos ejemplares de él trasladados de mano, y que corren hoy dia entre ellos, me convencen de lo mismo. He visto con admiración que ya saben distinguir unas calenturas de otras, y que ya las dan el mismo nombre que va puesto en este libro: que las tratan del mismo modo que en él se ordena, y que logran el efecto deseado: todo lo cual me ha causado un placer indecible.

    De todo esto infiero, que para el objeto que me he propuesto, y escribiendo para indios, para nada es necesaria la elegancia del estilo. En el idioma mismo castellano corren innumerables obras, de las cuales muchas de ellas carecen enteramente de elegancia, y otras aun de propiedad, y lo que es peor (y seria fácil demostrarlo con una obra bien conocida y aplaudida hoy dia) están llenas de defectos no pequeños, sino muy graves en el lenguaje. Sin embargo, ellas andan en manos de todos, y son buscadas con ansia, y leidas con gusto y provecho por razón del mérito que verdaderamente tienen. Las composiciones escritas con elegancia en lengua tagala, se disputa si las entiende el común de los indios. Yo creo firmemente que ellos no han de ser de mejor condición que los españoles y demás europeos, los cuales más fácilmente comprenden una oración ó un período escrito en estilo llano, que en estilo difícil y adornado. Tengo muchas pruebas que me inducen á creerlo así. Bajo de este supuesto, muchas cosas podía haber escrito yo mismo con elegancia, y no lo he hecho de intento, temeroso de que no me entiendan bien, y fundado en que más vale que lo pague el estilo, que el que sufra el enfermo. De aquí es que, por el conocimiento y largo estudio que he hecho de los alcances del indio, he evitado todo lo posible el hacer períodos largos, y oraciones muy compuestas: y asi yo no me he ceñido á la letra ni aun al método de los Autores, de donde he trasladado las materias, sino que he procurado hablar siempre muy poco y lo preciso, trasladando únicamente la sustancia, y acomodándolo al mismo tiempo al genio y modo familiar de hablar que veo usan entre sí estos naturales.

    Si aun de este modo no se logra que los indios Curanderos aprendan á tratar metódicamente las enfermedades seguramente menos se logrará con los medios puestos en práctica hasta ahora, esto es, con los libros escritos en lengua española, que andan en sus manos, y de los cuales generalmente nada entienden, á lo menos los que viven en las provincias distantes de Manila: y aunque los entiendan, poco ó ningún fruto sacarán, como en efecto no lo sacan de su lectura. Dos son los libros conocidos entre ellos, el tratado del P. Clain, y el del P. Santa María. Este último á excepción de la breve y curiosa exposicion que hace de las virtudes de las plantas de Filipinas, en lo perteneciente al modo de curar las enfermedades de nada sirve, y aun en ciertos casos pueden ser muy perniciosas las curaciones empíricas que propone. El tratado del P. Clain, aunque escrito con algun cuidado, tiene defectos irreparables. En primer lugar, en infinitos casos no ha hecho más que amontonar sin exámen varias especies de plantas, como propias para la curación de algún mal, y suponiéndolas de iguales virtudes, en fuerza de los informes seguramente tomados de los mismos indios; siendo así que las virtudes de muchas de ellas son enteramente opuestas á las de las otras, y algunas plantas son de uso peligroso. En segundo lugar, las curas que propone en varias enfermedades son meramente empíricas, y así como pueden sanar, pueden también hacer mucho daño. En tercero y último lugar, dicho Autor trata tan superficialmente, y con estilo y método tan confusos, la importantísima y delicada materia de las calenturas, que, además de no ser de mérito alguno cuanto allí enseña, es necesario saber bien el español para entenderle; y estoy muy cierto de que muchos españoles no comprenderán aquel artículo; no sabrán hacer la debida distinción entre calenturas y calenturas. En otros artículos de menos importancia está tolerable, y es digno de aprecio el apéndice de las plantas que trae al fin, y del que me he servido en muchas ocasiones.

    Con lo que llevo dicho no pretendo persuadirme á que todos los indios indiferentemente han de entender este mi tratado. El mismo Tissot, escribiendo para europeos de la clase del pueblo, se hace cargo de lo mismo, y confiesa que serán muy pocos los que entenderán su obra. Pero advierto y digo, que con tal que haya una sola persona que le entienda en un pueblo, ella sola puede hacer bienes incalculables á los enfermos. En Filipinas se debe esperar tambien mucho de los Padres Curas, de los Maestros de escuela, de los españoles nacidos en el país, y de otras personas que, por razón de su trato con europeos, tienen más penetración y luces que los pobres indios de las sementeras.

    En cuanto á los equivalentes ó sucedáneos de los simples que trae Tissot, en su obra, pondré en seguida una tabla en donde verá claramente el lector, que nada he hecho de nuevo, que no se halle fundado ó bien en el apéndice de los sucedáneos que se halla al fin de la dicha obra de Tissot, ó bien en los libros impresos en el país, y que andan en manos de todos, ó ya tambien en la autoridad de algunos Botánicos célebres, como Linneo, etc. Hecha esta diligencia, ninguno tendrá que decir nada de mis sucedáneos. Veo á muchos, aun españoles, muy tímidos en el uso de las medicinas ó simples, que no son del uso de los europeos; y apenas quieren persuadirse á que en estas islas se halla, como en los paises más privilegiados, una multitud inmensa de vetables de virtudes maravillosas. Yo no he formado nunca un concepto tan mezquino de las riquezas y providencia paternal de nuestro Dios; antes creo que en todos los paises ha criado cuanto puede necesitar el hombre en salud y en enfermedad. Jamás he pensado que un pobre indio, para curarse unas tercianas, tenga precisión de hacer un viage al Perú para comprar dos reales de Quina ni que para vomitar, tenga que ir hasta el Brasil para comprar la Hipecacuana. Antes por lo contrario, á mi me basta saber que una planta no nace naturalmente en el país, para persuadirme desde luego á que para nada es allí necesaria. El Abate Herbás y Panduro en su Historia del hombre (creo que en el tomo 7.º) sostiene y amplifica este mismo pensamiento con la erudición y fuerza que acostumbra. El autor de la Flora medical de las Antillas, en la primera página del prólogo de su sabia obra, cita la autoridad de las memorias de Trevoux, en donde se afirma resueltamente lo mismo que yo dije arriba, y se añade: que basta el observar las plantas que nacen en un país, para inferir desde luego las enfermedades que en él son mas comunes. Pero yo no debo detenerme más en esto, pues cualquiera que haya meditado algo detenidamente sobre el orden admirable que el Criador del universo ha establecido en todas las cosas, aún las más mínimas, fácilmente convendrá en ella. Estoy muy cierto, pues, de que en las islas tenemos mucho más de lo que podemos desear para el caso, y que el indio se curará con los simples del país con tanta seguridad como los españoles que tanto confian en las medicinas de Europa. Finalmente los equivalentes de primera necesidad, en varias enfermedades que no admiten treguas, en casos en que no es fácil el recurso á Manila, como la Dita y el Iguio, han sido experimentados centenares de veces en toda clase de personas de todos sexos y edades, con un efecto felicísimo y sin sombra de peligro: compruébelo el que quiera, y cuando quede sorprendido de los buenos efectos, entonces conocerá, que nada he ponderado. Estando, pues, los resultados por la inocencia de dichos simples, y siendo estos bien comunes y conocidos, nada se puede oponer contra su uso, por que contra la experiencia no hay respuesta.

    En esto que he dicho ahora nada afirmo que no sea común con el modo de pensar de los hombres mas hábiles de Europa, cuyos esfuerzos hace medio siglo se dirijen con feliz éxito (observando las virtudes de las plantas indígenas) á libertar á aquellos hermosos paises de la servidumbre de tener que llevar de las dos Indias una gran multitud de simples á costa de mucha plata. Lea el que quiera el prefacio á las Disertaciones Botánicas de Linneo, escrito por el Editor, y alli se encontrará con mucho más de lo que llevo dicho, y se asombrará de la bondad y portentos del Altísimo, que con tanta largueza ha proveido á las necesidades del hombre en todos los paises del Universo.

    Por conclusión advierto que en este mi trabajo, que no ha sido pequeño, me he servido de la Obra de Buchan, de la del Doctor Martin Martinez, del Rozier y de Linneo en aquellos casos en que Tissot omite el tratar de algunos males ó enfermedades: todo en obsequio y beneficio de los pobres indios que viven lejos de la Capital, y aun de los españoles enfermos que, á falta de Facultativos europeos, se ven no pocas veces precisados á ponerse en manos de los Curanderos del país. Vale.

    Nota. En este tratado no hablo por varios motivos de las enfermedades venéreas; como tampoco de la que llama el indio mal viento, por ser muy confusas las explicaciones que me han dado de ella, y por tanto no puedo asegurar á qué enfermedad equivale.


    TABLA.

    De las sucedáneos ó equivalentes puestos en este Tratado en lugar de los que trae Tissot en su Obra.

    Asclepias. En Filipinas he visto muchas especies de Asclepias, pero no me he atrevido á proponer ninguna de ellas por las razones que se pueden ver en Rozier. En su lugar he puesto la Aristoloquia que supone Tissot ser sucedáneo.

    Borraja=(Sigang dagat).

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