LA MORADA DE QUIEN NUNCA ENCONTRABA NADA LO SUFICIENTEMENTE SENCILLO
“La soledad no nos enseña a estar solos, sino a ser únicos”.
EMIL CIORAN.
AL SER INVITADO a colaborar en este proyecto, en el que una de las “ventanas” se titula La cabaña de Ludwig (Ludwig´s Hut), no me resistí a inaugurar la sección escribiendo unas palabras sobre ello. Este breve ensayo trata, en efecto, sobre la cabaña en la que Ludwig Wittgenstein habitó en Noruega. Fue la única casa que pensó para ser habitada por él, aunque es más famosa la que diseñó para su hermana, Margaret Stonborough-Wittgenstein, en Viena. El filósofo hizo construir la cabaña en 1914, sobre la orilla del lago Eidsvatnet. Fue desmantelada en 1957.
Soledad y entrega
Wittgenstein descubrió en el pueblo noruego de Skjolden el lugar para estar solo. Los otros pueden ser una servidumbre, una distracción y a veces el dolor. Esta no es una banalidad existencialista, sino una constatación natural, como lo era probablemente para Wittgenstein. Otras veces en su vida buscó la soledad, como cuando vivió en Irlanda, y también, aunque fuera de un modo menos evidente, cuando fue jarenlightenment dinero, soldado o profesor rural. Pero sólo la encontró en aquella remota cabaña noruega.
“Estar solo aquí me hace un bien infinito, y no creo que pudiera soportar la vida entre las personas.”
La cabaña de Skjolden fue acaso el único sitio que propiamente fue su lugar de trabajo. Y la única casa que
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