Es fácil querer un cambio (en nuestra forma de vernos, sentir, en nuestra economía o forma de relacionarnos) pero lograrlo es difícil. No podemos cambiar solos porque el cambio verdadero solamente viene de Dios. La energía humana se empieza a debilitar con el tiempo y necesitamos la ayuda del Padre para lograr cambios duraderos en nuestras vidas. Lo primero que necesitamos saber es que Dios nos dió una habilidad especial: Confiar. Toda nuestra vida se basa en la confianza; en nosotros mismos, en otras personas, en una promesa, en un ideal, etc. La decisión de en quién o qué confiamos nos pertenece como seres humanos desde el principio, cuando Dios creo a la humanidad para escoger libremente. Sin embargo, Dios quiere que confiemos en Él completamente y que nuestra capacidad para elegir no se deje llevar por nuestra autosuficiencia, por nuestras decepciones y temores. La confianza es una habilidad divina. Dios está en control de todo, Él es el Señor del universo, pero nosotros tenemos la capacidad de confiar en lo que escojamos. Dios nunca nos obligará a amarlo ni a confiar en Él. Sabemos que Él es un buen Padre y nos da lo mejor, pero la decisión es nuestra. En el jardín del Edén habían miles de "Sí". Árboles, flores, ríos, una gran cantidad de posibilidades. Pero había un solo árbol del cual no podían comer, un "NO" en medio de millones y millones de "SÍ" de Dios, solamente para enseñarnos el poder que tenemos de decidir. Adán y Eva escogieron y la humanidad tomó la decisión de confiar en sí misma. ¿Podemos limitar a Dios? Dios es todopoderoso, pero podemos limitar su poder al escoger no confiar. Si somos orgullosos y no perdonamos cerramos la puerta ante Su poder ilimitado. La confianza es una puerta al cambio, es nuestra decisión abrirla o mantenerla cerrada.