Las Crónicas Misteriosas: La Reunión Misteriosa
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La copa se le haba cado y el contenido se haba desparramado sobre la delicada alfombra. Se sinti abochornado y dese desaparecer de inmediato; pero, la suave voz de Maribella lo tranquiliz. Lo tom de la mano y lo dirigi al sof ms prximo. Dante se dej conducir sin oponer resistencia. Todava parte de su mente deambulaba.
Transcurri un buen tiempo para que se recuperara por completo. Cuando lo hizo se disculp por el dao que haba causado. Aunque Maribella le mencion que el dao era lo de menos, que lo ms importante era que se sintiera bien; Dante segua disculpndose. Para que no siguiera sintindose culpable, Maribella fue a la cocina y volvi con unos lquidos especiales para sacar manchas en alfombras.
Dante se tom el tiempo de hacerlo y terminada la labor, pareci recuperar no slo su estado de nimo si no tambin su energa. Maribella observando tal cambio lo confront directamente y sin evasivas. Le pregunt que ella necesitaba saber exactamente que le haba pasado. Dante comprendiendo que si Maribella estaba de su parte no tena porque ocultarle lo que le haba pasado. Total, haba venido para eso.
Poniendo cada detalle en su respectivo lugar, le explic que los sueos a que l se refera y lo que le acababa de suceder eran exactamente iguales. La nica diferencia, aclar, es que era la primera vez que le pasaba despierto. Le explic detalle por detalle de todo lo que se acordaba. Al final del relato le mencion que haba un evento que no se acordaba. Le prometi que tan pronto viniera a su mente lo escribira y se lo iba a comunicar.
Maribella, despus de escuchar la narracin y haber estudiado detenidamente la lmina y ledo el pie de gravado, aquella narracin conectaba en cierto punto. Maribella le dijo, Dante vuelve a revisar ahora esta pgina detenidamente y extrae cualquier similaritud que tu mente registre. Dante hizo lo que Maribella le peda y despus de esforzar la mente hasta el lmite exclam, Maribella! Maribella! Hay algo en comn en esta pgina y mis sueos. Mira la posicin y color de las hojas, qu t observas en ellas?
Cambiando de posicin y agarrando el libro, Maribella las observ detenidamente y despus de unos momentos le dijo, lo nico que puedo observar es, que da la impresin, que el pintor de esta lmina pint las hojas en una forma que representaran que un violento viento las estaba moviendo. A lo que se refiere al color se dira que es otoo o estn pasando por un tiempo de sequa. Efectivamente, le contest Dante hace unos momentos en mi sueo, si se le puede llamar as, sent un viento fuerte. Tan fuerte que me quit la gorra de mi cabeza. Adems, sent que ese viento estaba acompaado de un calor sofocante. Pareca que estaba en un lugar en el que no haba llovido por mucho tiempo; o quizs, me atrevera a decir, cerca de un lugar desrtico. Haba algo extra, algo que por primera vez se me presentaba en mis sueos. Estaba a punto de visualizar lo que era cuando cuando volv en s. Dante no quera que Maribella se sintiera mal.
En verdad, l le agradec
Luis A. Rodríguez
Luis A. Rodríguez es el autor de Las Crónicas Misteriosas – la Reunión Misteriosa. Nació y creció en un pequeño cantón llamado San José Montañita en el país más pequeño de América, El Salvador. Cuando comenzó el cuarto grado se trasladó a vivir con una hermana a una ciudad llamada Berlín. Desde hace cuarenta años reside en Milwaukee, Wisconsin, U.S.A. Su esposa Cristina es también de El Salvador. Su matrimonio fue bendecido con un hijo Luis, Jr. y una hija, Kelly. Ahora es orgullosamente abuelo de dos nietos, frutos del matrimonio de Luis, Jr. Después de graduarse como maestro de educación bilingüe de la Universidad de Milwaukee, Wisconsin, trabajó por veintiséis años en el sistema público de las escuelas de Milwaukee. Ahora en su retiro disfruta su tiempo con su familia, en el jardín, conociendo lugares y escribiendo poemas e historias.
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Las Crónicas Misteriosas - Luis A. Rodríguez
Las Crónicas Misteriosas
La Reunión Misteriosa
Luis A. Rodríguez
Copyright © 2009 by Luis A. Rodríguez.
Ilustraciones por: Kelly H. Rodríguez y Luis A. Rodríguez, Jr.
ISBN: Softcover 978-1-4363-7062-2
All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.
This is a work of fiction. Names, characters, places and incidents either are the product of the author’s imagination or are used fictitiously, and any resemblance to any actual persons, living or dead, events, or locales is entirely coincidental.
This book was printed in the United States of America.
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52932
Contents
Capítulo Número Uno
Capítulo Número Dos
Capítulo Número Tres
Capítulo Número Cuatro
Capítulo Número Cinco
Capítulo Número Seis
Capítulo Número Siete
Capítulo Número Ocho
Capítulo Número Nueve
Capítulo Número Diez
Capítulo Número Once
Capítulo Número Doce
Capítulo Número Trece
Capítulo Número Catorce
Capítulo Número Quince
Capítulo Número Dieciséis
Capítulo Número Diecisiete
Capítulo Número Dieciocho
Capítulo Número diecinueve
Capítulo Número Veinte
Capítulo Número Veintiuno
Capítulo Número Veintidós
Capítulo Número Veintitrés
Este libro lo dedico a:
Mi hija Kelly,
quien me dio la inspiración
Mi hijo Luis, Jr.,
quien me dijo que todo era posible
Mi esposa Cristina,
quien confió hasta el final
Los que conocían de mis sueños,
quienes me brindaron palabras de aliento.
Capítulo Número Uno
La Ciudad
La ciudad no era tan grande como aquellas en la cual se pueden encontrar varias universidades y un sin número de escuelas de secundaria. No, ésta no era así, pero era lo suficientemente grande y poblada para una universidad y tres escuelas de secundaria. Se encontraba en el centro del país y gozaba de un buen aspecto. Sus calles eran tranquilas y la mayoría de sus casas eran modernas. Una que otra se remontaba al siglo pasado. Se podía observar la diferencia por el material y el tipo de arquitectura. Pero, todas estaban en buen estado. Los edificios más grandes eran los de las iglesias. Con sus cúpulas imponentes y las torres gigantescas queriendo tocar el cielo. Tenía un bosque grande y hermoso casi en el centro de la ciudad. Por la ubicación, todos los habitantes de la ciudad tenían acceso al bosque. Las personas eran amables y como en toda ciudad, muy pocos se conocían bien entre sí. El clima se mantenía agradable casi todo el año, por lo que se celebraban muchas actividades al aire libre. Las actividades tenían como principal objetivo el de unir a las pequeñas comunidades y conocerse mejor. A pesar que se repetían con frecuencia los habitantes no eran personas abiertas y se concentraban en pequeños grupos. Grupos que eran los mismos una y otra vez. Se notaba la algarabía en todos los demás aspectos y cualquiera que visitara la ciudad por primera vez se llevaría la falsa impresión que era una ciudad ejemplar. Otro aspecto importante era que los habitantes gozaban de una paz admirable. No habían crímenes; los habitantes podían caminar a cualquier hora por las calles, aún cuando éstas estuvieran solitarias. Parecía que había una protección especial o que todos los habitantes habían firmado un tratado de paz.
A pesar que no todos se conocían muy bien nadie se extrañaba de tal detalle, al contrario, dicho aspecto parecía el que los unía. Cuando alguien necesitaba cualquier ayuda siempre habían más voluntarios de los que se necesitaban. Aunque se hablaban poco se entendían muy bien. Las familias, en la gran mayoría, eran las mismas por generaciones. Muy pocas familias habían llegado a la ciudad y construido sus casas en los muchos espacios vacíos que aún quedaban alrededor de ella. Pero, ninguna familia se había marchado en los últimos veinte años.
Las escuelas eran de las mejores y a ellas asistían estudiantes de cualquier parte de la ciudad. No estaban divididas en secciones. Debido a esta movilidad que había, era lógico pensar que, los estudiantes se conocían poco, muy poco o nada. Aspecto que no les importaba ni les molestaba, era algo familiar para todos ellos. Los maestros eran excelentes; los estudiantes aprendían mucho y eran unos de los más sobresalientes en todo el país. Los maestros tampoco promovían la armonía ni el trabajo en grupo. Más bien, les daban la libertad a que cada uno escogiera su tipo de aprendizaje de acuerdo a sus habilidades y aptitudes. Los estudiantes aceptaban esta libertad como norma. Nadie discutía nada al respecto. Cuando un estudiante necesitaba ayuda en algo, siempre había alguien o algunos que le brindaba o le brindaban tal ayuda. Después el mundo seguía igual. Cuando los maestros hacían preguntas colectivamente levantaban la mano. Los maestros elegían el estudiante que contestaría la pregunta, teniendo siempre cuidado de dar igual oportunidad a todos. En conclusión, todos tenían buena relación aunque se hablaran poco.
De todas las tres escuelas de secundaria la del centro era la más popular. No era más popular porque fuera la mejor. Simplemente, era más popular porque se encontraba en el centro de la ciudad. A ella asistían estudiantes de todas partes de la ciudad, pero la mayoría eran de las comunidades cercanas. Era una institución como todas: enfocada en la educación en todos los aspectos. Las facilidades contaban con clases con equipos modernos, gimnasio, piscinas y una biblioteca gigantesca que contenía libros antiguos y modernos. También, la biblioteca gozaba de un sistema de computadoras súper modernas, en ellas, los estudiantes podían buscar cualquier información que se les pidiera.
Capítulo Número Dos
La Bibliotecaria
La biblioteca no era la más popular para todos. Pero, siempre había un buen número de estudiantes revisando cualquier tipo de libros o usando el sistema de computación. Alrededor de la biblioteca habían mesas pequeñas en las cuales los estudiantes podían revisar los libros bajo la suave luz de un foco o una lámpara. Era curioso observar que sobre cada una de aquellas pequeñas mesas había una pequeña estatua de metal de algún personaje famoso que había hecho algo grandioso para la humanidad.
Todos los días salían y entraban muchos estudiantes y aunque la biblioteca estaba abierta hasta las diez de la noche muy pocos se quedaban después de la cinco de la tarde. Con el paso de los días, de los pocos que se quedaban, se podía observar que habían como cinco o seis que caminaban siempre a la misma sección. Buscaban algún libro que les diera información para resolver sus tareas y se iban a sentar, cada quien, al mismo lugar de siempre. Cada uno muy lejos de los otros. Era natural tal comportamiento, aunque iban a la misma escuela nadie se conocía o no se conocían bien.
Después de una o dos horas todos guardaban sus libros y cuadernos de notas en sus mochilas. Daba la impresión que todos tenían algo extra que indagar. Se paraban, regresaban los libros a sus lugares y caminaban por un rato buscando algún libro especial en secciones diferentes de la biblioteca. Cuando lo encontraban, pasaban horas revisando las figuras como buscando pequeños detalles que no podían descifrar o leyendo detenidamente un texto que les era difícil de entender. Por tal razón, tenían que ayudarse de un diccionario para buscar las palabras desconocidas. Por lo general, eran libros gruesos con pasta dura y páginas amarillentas.
La bibliotecaria principal se llamaba Argelina. Ella era una señora agradable de unos cuarenta y cinco años de edad. Su cabello pelirrojo era liso y se lo recortaba con frecuencia. Lo único que no cambiaba era su estilo de peinado. Debido a la forma que se peinaba sus lentes parecían ser más grandes y gruesos de lo que realmente eran. Su cara estaba llena de pecas. Éstas no le quitaban la dulzura de su sonrisa. Cuando se reía sus cachetes se embellecían con unos camanances envidiables. Debido a los lentes gruesos que usaba, su nariz aguileña se le veía más pequeña de lo normal. Sus orejas tenían el lóbulo despegado. Generalmente, usaba aritos pesados y éstos le estiraban las orejas haciéndolas ver fuera de lo normal. Sus cejas eran pobladas pero contrarrestaban con el color de su pelo. Eran de un color negro intenso. Sus ojos verdes parecían agrandar su intensidad detrás de aquellos lentes gruesos. Cuando se reía mostraba un par de dientes de oro exactamente en el centro de la boca. Uno arriba y otro abajo. Parecían una extensión del otro. Su estatura era lo que más sobresalía. Argelina era la más grande, en estatura, de todo el personal que en la escuela trabajaba.
Argelina parecía que tenía muchísimos años trabajando como bibliotecaria por la forma en que habían construido los estantes donde ella daba servicio a los estudiantes. Eran tan altos que la mayoría de los estudiantes se empinaban para darle sus identificaciones o explicarle lo que necesitaban. Debido a su estatura y afán de comer, tenía un peso exorbitante y parecía que ese detalle le molestaba un poco; pues, faltaba con frecuencia a su trabajo para ir a visitar al médico que la estaba atendiendo en su dieta. Durante sus días de ausencia su asistente hacía todo el trabajo.
Argelina atendía con cortesía a todos los estudiantes. Buscaba con gusto lo que los estudiantes necesitaban. A menudo, los acompañaba por los pasillos de la biblioteca y les mostraba exactamente dónde estaba algún material que andaban buscando. Ella, también, quería a la mayoría de aquellos estudiantes. Aunque no tenía pláticas profundas con ellos, era una de las contadas personas que, conocía un poco más a los estudiantes. Este conocimiento era debido al tipo de material que leían y los lugares en los cuales se sentaban.
Cuando la escuela había decidido