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Chacales: Novela Historica
Chacales: Novela Historica
Chacales: Novela Historica
Ebook350 pages5 hours

Chacales: Novela Historica

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About this ebook

El lder del Partido Comunista acusa a la CIA por el crimen. El hermano e hijo de la victima encuentran contradictories algunos hechos y actitudes del acusador. Lo proclama hroe de la revolucin a la victima que antes haba acusado de traidor. Pero lo asombroso es que l haba anunciando la muerte un da antes del asesinato. Hermano e hijo no logran esclarecer absolutamente nada. El mdico forense descarta a la CIA como la autora del crimen. Un paramilitar sabe quines son los asesinos, pero muere asesinado. Cuando pareca que nunca sera revelado el enigma alguien lo resuelve.
LanguageEnglish
PublisherXlibris US
Release dateOct 29, 2008
ISBN9781462827572
Chacales: Novela Historica

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    Chacales - Guido J. Arze

    Copyright © 2008 by Guido J. Arze.

    All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.

    This is a work of fiction. Names, characters, places and incidents either are the product of the author’s imagination or are used fictitiously, and any resemblance to any actual persons, living or dead, events, or locales is entirely coincidental.

    This book was printed in the United States of America.

    Cover Painting

    Dibujo del artista boliviano Walter Solón Romero, Luis Espinal y los Ángeles, serie El Quijote y los Ángeles, (1980), patrimonio cultural Latinoamericano preservado por la Fundación Solón, cuyo website es http://www.funsolon.org

    Solón Romero representó irónicamente como ángeles a los torturadores de la dictadura militar porque ellos, durante el juicio criminal que se les siguió a la caída del General García Meza, tuvieron la cobardía de declararse inocentes de sus felonías. Según los militares, ellos eran ángeles. En el mismo dibujo se representa a Luis Espinal, sacerdote Jesuita, salvajemente torturado y muerto por sub-oficiales del ejército boliviano.

    La reproducción del dibujo Luis Espinal y los Ángeles y su uso en la caratula de Chacales fue autorizado por la Directora Ejecutiva de la Fundación Solón Romero.

    To order additional copies of this book, contact:

    Xlibris Corporation

    1-888-795-4274

    www.Xlibris.com

    Orders@Xlibris.com

    51660

    Contents

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO PRIMERO

    CAPÍTULO DOS

    CAPÍTULO TRES

    CAPÍTULO CUARTO

    CAPÍTULO CINCO

    CAPÍTULO SEIS

    CAPÍTULO SIETE

    CAPÍTULO OCHO

    CAPÍTULO NUEVE

    CAPÍTULO DIEZ

    CAPÍTULO ONCE

    CAPÍTULO DOCE

    CAPÍTULO TRECE

    CAPÍTULO CATORCE

    CAPÍTULO QUINCE

    CAPÍTULO DIECISEIS

    CAPÍTULO DIECISIETE

    CAPÍTULO DIECIOCHO

    CAPÍTULO DIECINUEVE

    CAPÍTULO VEINTE

    CAPÍTULO VEINTIUNO

    EPILOGO

    A Hilda de las Mercedes Rojas Valdez de Arze.

    Por toda su ayuda y apoyo en tantos años de sueños, dificultades y realizaciones compartidas.

    INTRODUCCIÓN

    Parecería que lo que más deseamos es justamente lo que no es posible tener o disfrutar en ese preciso instante. Por ejemplo, poder beber una simple taza de chocolate caliente cuando una tormenta invernal está haciendo verdaderos estragos alrededor y dentro de la casa que nos sirve de refugio. En la parte central de los Estados Unidos de Norteamérica es cerca del medio día. De ser un día normal, aquí en Oklahoma, haría sol y un tiempo agradable. Pero, éste no es el caso. La bóveda del cielo está herméticamente cerrada. Una nube negra-gris, cual inmenso manto tenebroso, cubre todas las líneas de los posibles horizontes. La visibilidad es limitada y mínima. Más que un medio día normal, este tiempo se asemeja al momento próximo a la noche cuando las sombras van invadiéndolo todo. La penumbra no avanza y de este modo la oscuridad total es solo una amenaza. Así será este desafortunado tiempo durante las próximas cuatro horas. Parece que la naturaleza se hubiera propuesto ensombrecer y entristecer esta parte del mundo. Y, ¡que bien lo está logrando!

    Se escuchan detonaciones que varían en intensidad. Son parecidas a las que escuché anoche. Las de aquí y ahora también me recuerdan otras lejanas en el tiempo y el espacio. Sucedió en la ciudad de La Paz, Bolivia, allá por los años 1952 a 1954. Noche tras noche se desataban descargas de disparos de fusilería y metralla. Eran los milicianos, obreros armados, tratando de demostrar su poder político y militar. Eran revolucionarios nacionalistas y su propósito era intimidar a sus enemigos ideológicos y políticos, tan valerosos como ellos. En algún punto de la gran hondonada, en la que se asienta la ciudad que por esas ironías de la historia se denomina La Paz, alguien hacía el primer disparo. Inmediatamente, cientos, quizás miles, respondían con otras tantas descargas. Las detonaciones procedían de viejos fusiles máuser y las igualmente viejas semiautomáticas ametralladoras, las que el pueblo las llamaba las pis tan. El pueblo armado ofrecía cada noche una sinfonía de balas. Aisladas eran detonaciones secas cuya tonalidad se elevaba en la gigantesca hondonada que hacía de caja de resonancia. Se escuchaba también otro tipo de detonaciones. Más potentes. Sin duda se trataba del estallido de cartuchos de dinamita. Los mineros son diestros en su manejo y especialistas en lanzarlos al aire.

    Aquí en Oklahoma, anoche, no podía explicarme el porqué de las detonaciones que escuchaba alrededor de mi casa. Me preguntaba, una y otra vez, cuál podría ser la causa de tan frecuentes descargas: ¿disparos de pistolas y/o fusiles? Finalmente pensé que no podía tratarse de disparos con armas de fuego. Por simple lógica. A pesar de que en las ciudades norteamericanas hay más armas en manos de civiles que habitantes, su uso está estrictamente regulado por la ley. En ningún vecindario, la gente puede ponerse a hacer disparos por puro gusto de hacerlo como se acostumbraba en Bolivia, allá en los años de mi infancia. Aquí, sólo las bandas de criminales se atreven a resolver sus disputas mediante el uso y abuso de las armas de fuego. No hay absolutamente nada de malo en portar armas, a menos que ellas sustituyan a la razón a la hora de tratar de saldar cuentas, cobrar alguna venganza, retener o conquistar un territorio consagrado al tráfico de drogas. Obviamente no está sucediendo eso ahora. Pero, en este medio día, tan cargado de penumbra y zozobra, vuelvo a escuchar las mismas detonaciones que escuchaba anoche, y que son tan parecidas a aquellas otras que solía escuchar en las hoy muy lejanas noches bolivianas.

    Me asomo a la inmensa ventana desde la que se domina el bosque que se extiende y desciende por la ladera. Puedo escuchar mejor y sobretodo mirar lo que está pasando. Durante un tiempo indefinido todo es quietud y calma. Cuando menos lo espero escucho una detonación seca, fuerte. Luego otra. Después otra. Le sigue enseguida otra. Ahora descubro lo que está pasando. ¡Son los gigantescos árboles que parecieran estar estallando¡

    Esta devastación que sufren los bosques es un triste espectáculo. Hasta esta primavera, este bosque ha sido motivo de una de mis más gratas alegrías. Refugio natural de diversos animales salvajes, proveedor de medios de vida para ardillas, cardenales, halcones, y otras aves de diverso tamaño y plumaje. Estos maravillosos árboles han sido mi sombrilla verde durante el tórrido verano. Pero ahora y en este brutal invierno, una mezcla de lluvia e intenso frio los está destruyendo. Observo que el roble mientras más grande y viejo es también más vulnerable.

    Desde ayer por la tarde no ha parado de caer una tenue llovizna. Se parece a la eterna garua que cae durante nueve meses, año tras año, sobre la ciudad de Lima. Esta del centro de los EE.UU. es también persistente, apenas líquida, pero feroz enemiga cuando se junta con el frio polar. En la sutil capa de lluvia depositada sobre los árboles con el intenso frio se fueron formando tubos de hielo alrededor de sus ramas y tallos deshojados. De ese modo, esta tormenta invernal lo está cambiando todo. Las ramas y tallos mudaron de color. Hasta hace una semana estaban pardos. Ahora están blancos y cristalinos por el hielo que los cubre y que ha ido aumentando de grosor y peso a medida que caía más y más garua y la temperatura descendía más y más. Al parecer, para todos los árboles llegó su trágico momento cuando sus troncos y ramajes principales ya no pudieron resistir el peso agregado por el hielo depositado alrededor de sus ramas y tallos. Nada resiste al peso destructor de este hielo. Hasta los más gruesos troncos y ramas se quiebran con estrépito proporcional a su tamaño y fuerza.

    Estoy viendo a un viejo, alto, frondoso roble caído por completo. Sus raíces no pudieron aguantar tanto peso. La combinación del hielo sobre sus ramas con el desnivel de la ladera ha ido inclinándolo a ese gigantesco árbol, hasta lograr doblegarlo por completo. Acabo también de comprobar que el estrépito que he venido escuchando se parece a la detonación que procede del disparo efectuado con el pesado y viejo fusil máuser de la Segunda Guerra Mundial.

    Después de la presente experiencia estoy casi seguro que nunca más volveré a utilizar las palabras frio, ventisca, llovizna, garua, nieve y carencia de energía eléctrica sin recordar esta brutal tormenta de invierno. Como nunca antes, también he sentido un deseo infinito de volver a mis orígenes. Comienzo a sentir una gran nostalgia por el clima templado del gran valle que es Cochabamba, al centro de un país llamado Bolivia. Son mi ciudad y mi país. Ellos están llamándome desde el recuerdo que llevo conmigo de mis padres, parientes y amigos. Un viejo cuento ruso decía que la felicidad mayor existe y está en un sólo lugar. Ese lugar no es otro que la propia tierra de cada uno. Poco importa como sea ésta. Creo que es una gran verdad, pero para mí como para estos árboles desgarrados de su tronco ya no hay remedio. Debo seguir viviendo aquí y en este lugar, ahora convertido temporalmente en inhóspito sitio por causa del invierno. Me digo que voy a persistir en este lugar a pesar de todas las adversidades y aún más allá de la nostalgia y el anhelo, el recuerdo y la tristeza.

    Desde mi ventana sigo contemplando los daños provocados por esta tormenta que acaba de empezar y que ya parece eterna.

    Los estragos de la naturaleza son como las cuentas o facturas que nos pasan los que creíamos nuestros amigos, los que nos traicionan. Creía que la traición era humana como la triple negación de Pedro respecto a su vínculo con Jesucristo, el condenado a la cruz por tratar de redimir a su pueblo de la opresión romana. El oportunismo actúa como el leñador cuando hace leña del árbol caído. Sigo creyendo que lo bueno de lo malo en circunstancias de verse en una prisión o un hospital es poder saber quiénes son los verdaderos amigos, es decir, aquellos que cualquiera sea la circunstancia jamás dejan de brindarle a uno una mano solidaria y sincera. Hoy compruebo, una vez más, que la naturaleza es también traicionera. Esta tormenta invernal me está enseñando que no se puede esperar de la naturaleza clemencia cuando ésta está en actitud destructiva, del mismo modo que no se puede pedir de una persona que sea lo que no es, o esperar de ella lo que ella no puede dar.

    Alzo la vista del papel sobre el cual escribo con mi casi ilegible caligrafía y vuelvo a contemplar este yerto paisaje invernal. Buscando algunos detalles veo saetas de hielo colgadas de las ramas y del alero de la casa. Es evidente que el agua de la lluvia depositada sobre los árboles y techos se fue congelando casi a la velocidad de su caída. Es como la culminación de un proceso de aniquilamiento de la naturaleza actuando contra sí misma. Desde hace cinco semanas todos los árboles de la región han perdido gradualmente sus hojas. Desde mi casa los follajes verdes eran tan tupidos que obstaculizaban ver el horizonte. Sin embargo, ahora, todos han quedado reducidos a troncos, ramas y tallos pelados, secos, devastados, la excepción son unos cuantos pinos. ¡Estos parecen reverdecer cada invierno por muy crudo que sea! Han desaparecido los jardines, el pasto verde y toda expresión que represente la vida en pleno crecimiento. Sobre esta tierra tan cubierta de verde y hermosura hasta el pasado mes, hoy domina un manto ocre de hojas caídas y secas. ¡Que tristes son los árboles desnudos de hojas y las plantas marchitas!

    Desde anoche, todo por aquí es anarquía de árboles derrumbados, ramas rotas y colgadas a diferentes altitudes. Todas en actitud de permanente amenaza. Victima segura será aquel a quien le caiga encima una de esas grandes ramas colgantes. Desgarradas del tronco como están, apenas las sostienen algunas fibras. Cuando el peso se imponga dejaran de ser avalanchas a medio camino del desastre total, simplemente caerán. Sobre la parda tierra o negro asfalto los problemas no son menores. Los senderos y calles han quedado bloqueados por tanto ramaje decapitado y caído por todas partes. Si pudiera filmar estas escenas con ellas pudiera ilustrar cómo quedan los campos de batalla después de lo que la guerra deja como saldo: destrucción, desolación, desamparo, inutilidad total (pienso en la inútil e injustificable guerra de Irak).

    Todo alrededor de esta vieja casa es como la inevitable consecuencia de una guerra. Nada de lo que era la admiración de mis amigos ha quedado del bosque verde al que uno de mis colegas, Michael McKeon, solía llamarlo el parque particular de Raúl. Los que viven en los valles templados y en los llanos tropicales de Latinoamérica nunca podrían imaginarse cómo duele contemplar un bosque convertido en verdadero cementerio de árboles.

    Ya sólo el recuerdo queda de aquellos hermosos días donde tímidos y siempre alertas pájaros cardenales vestidos de completo rojo intenso escarbaban con sus picos entre la tupida hierba. Y en el borde de los atardeceres la luminosidad de cientos de cocuyos, luciérnagas ágiles en su breve vuelo, anunciaba la proximidad de la noche oscura. Ya solo quedan en mi recuerdo las plantas parásitas que desde el follaje muerto sobre el suelo ascendían hasta lo más alto de los árboles disputándoles la luz solar y el agua. Esos helechos se extendían cual mortíferos mantos entre las copas de los robles formando una maraña verde salpicada de rubíes y esmeraldas. Sobre esa espesura ya no vuelan las azules y amarillas mariposas. En las faldas de los troncos menos frecuentados por pasos humanos, debajo de podridos troncos, habitaban grises culebras que parecían reptar desde el fondo de la tierra. Alguna vez vi a alguna de ellas erguirse como un bastón frente a un amenazante halcón, antes de perderse entre las piedras. A los invisibles pájaros escondidos en la maraña verde no los podía localizar, pero escuchaba sus continuos trinares. Ese pequeño universo vegetal y animal es solo cosa de mis recuerdos mientras contemplo la penuria de este terrible invierno.

    A pesar de toda esta desolación que nos amenaza y afecta sigo pensando que no existe la muerte concebida como la última etapa de la vida. Creo que la vida es indivisible. Sostengo que el aquí y ese desconocido más allá son partes de lo mismo porque el tiempo y la eternidad son inseparables. Por lo tanto, somos elementos y sustancias de la eternidad. Muy a pesar de mi optimismo respecto a lo que llamamos muerte, hoy me siento, estoy, virtualmente prisionero de este presente en el cual no dispongo de nada o de muy poco. No dispongo de luz eléctrica ni teléfono, no tengo Internet ni puedo ver la televisión. Estoy incomunicado del resto del mundo. Escribo para liberarme, en cierto modo, del presente opresivo. Para mí es como si en este sitio y en menos de cinco días el mundo hubiera retrocedido siglos. Me siento como un involuntario viajero rumbo al pasado remoto. Todo empezó anoche frente a mi impotencia ante la oscuridad total que me sofocaba y maltrataba mi sueño. Me imaginé estar viviendo en una caverna y en tiempos pre-históricos. Nunca antes había deseado con tal intensidad que retornara la luz del día. Comprobé, no sin cierta angustia, que lo que más nos afecta no es la circunstancia que nos toca vivir. Lo que más nos afecta es la forma como percibimos nuestras circunstancias.

    No deseo que la oscuridad de hoy elimine mi confianza en el convencimiento de que a toda noche siempre le sucede un nuevo día como símbolo de renovada esperanza.

    Seguramente que mi hermano, Miguel Antezana Vargas, de haber conservado algo de lucidez, en medio de lo que supongo fue su inmenso dolor físico y emocional durante los últimos minutos de su vida, ha debido desear y estar convencido de poder volver a ver un nuevo amanecer. Pero, este paralelo entre las circunstancias de mi hermano y la mía empieza y termina aquí en nuestra común confianza en la eternidad de la vida. A él y a mí nos ha tocado vivir circunstancias completamente diferentes. Por el hecho de haber sido medio hermanos, él vivió con la familia de nuestro padre, yo con la de mi madre. Casi arribando a su adolescencia él se marchó a la Cuba revolucionaria de Fidel Castro. Yo vine muy joven a los Estados Unidos de Norteamérica. De modo que nuestras vidas transcurrieron en los medios más opuestos entre sí. Estuvimos situados cada uno en una de las antípodas del mundo ideológico, político y económico.

    Volviendo a pensar en mi hermano casi estoy seguro que él habría deseado que la oscuridad de aquel desolado barranco donde sus victimarios lo arrojaron hubiera sido menos lóbrega de lo que seguramente lo fue. ¿Por qué razón lo mataron? ¿Quienes lo mataron? Develar ese misterio es mi meta. Estoy ansioso por hacerlo. Estoy seguro que voy a lograrlo porque todo aquel que desea fervientemente algo y posee la tenacidad y determinación para ello, tarde o temprano, lo logra.

    ¿Por dónde empezar la misión que me he impuesto? ¿Cuál debería ser el plan más apropiado? Aún no lo sé. Pero, si hay algo que por elemental lógica se desprende es que debo ir a Bolivia e investigar allí. Por lo pronto y tan pronto pueda disponer de un teléfono voy a llamar a mi hermana Olga. Estoy muy seguro que ella me va a ayudar. Miguel y Olga no solo fueron buenos hermanos, eran grandes y buenos amigos. No sé cuál de ellos admiraba más al otro. Sin duda alguna Olguita ha sido una de las más afectadas por la muerte de nuestro hermano Miguel. Ella fue su mejor confidente, depositaria no solo de sus papeles, sino también de algunos detalles muy íntimos de la vida de nuestro hermano. Hace tan sólo una semana que me enteré a través de Olguita de la existencia de un hijo de Miguel, Miguelito, nacido en Cuba. Ahora Miguelito está en Bolivia. Por lo que me cuentan está muy empeñado en esclarecer el misterio de la muerte de su padre. Su madre es cubana. Miguel nunca me contó esa parte de su vida y la existencia de su único hijo.

    CAPÍTULO PRIMERO

    No contaba con que mi hermana Olga hubiera ya empezado a investigar en torno a la muerte de nuestro hermano, pero tampoco me sorprende. Ella ha ido recuperando y organizando los cuadernos, artículos y otros escritos de Miguel. Yo sabía que él se había propuesto escribir sus memorias en respuesta a muchas recomendaciones provenientes de diversos auditorios que se asombraban al escuchar testimonios de su agitada vida en los principales escenarios revolucionarios de Latinoamérica, durante la segunda mitad del siglo XX.

    Olga quiere que yo empiece leyendo, clasificando, buscando alguna pista que pudiera existir en los escritos de nuestro difunto hermano y que nunca fueron publicados. Parte de ellos me los está enviando por el sistema de correo de puerta a puerta en 24 horas.

    Yo tengo la convicción de que cada escritor proyecta en sus escritos su íntima manera de ser y sentir respecto a su vida y a la de los demás. Él o ella elaboran sus ideas respecto a la realidad y las expresan a su manera. Esto significa que todo relato es en cierto modo una biografía. No obstante de que toda biografía es incompleta y parcializada es la única forma de llegar a conocer los secretos que rodean una vida y de darle el beneficio de la credibilidad a su relato.

    Me dispongo a leer los papeles escritos por mi hermano Miguel confiando en que directa o indirectamente en ellos están delineados el lado desconocido de su vida. Tengo la esperanza que sus escritos puedan arrojar alguna luz al esclarecimiento de las razones de su asesinato. El hecho de haber sido hermanos sólo por parte de padre y haber vivido completamente separados e incluso sin haber podido conocernos personalmente hasta que ambos llegamos a nuestras respectivas vidas de adultos le da a la lectura de sus escritos una muy particular importancia y significado para mí. Yo deseo conocer cómo fueron las condiciones en las cuales el nació y se crió, qué educación e influencia social contribuyeron a formar su personalidad, su carácter, y qué otras experiencias lo moldearon para que llegara a ser quien fue Miguel Antezana Vargas, un ícono de los movimientos populares y revolucionarios.

    El creía tanto en la influencia de las condiciones económicas y sociales como en la transmisión hereditaria de ciertas características respecto a la formación de su propia personalidad. En los remotos y recientes antepasados de la rama Antezana de la que descendemos Miguel y yo hay un rasgo común: rebeldía y amor extraordinario por la libertad. Hay además otra característica, una firme vocación y voluntad de servir al bienestar común, que se repite a través de varias generaciones. Ese distintivo familiar sugiere que leamos con detenimiento los escritos de Miguel para conocer su vida, y tratar de indagar el porqué de su prematura muerte.

    A mi hermano Miguel comunistas y anti-comunistas lo presentan como un redomado marxista lo cual equivale para los segundos a un vulgar materialista. Pero, analizando sus escritos compruebo que Miguel era un idealista en el sentido Platónico de esta palabra, un espiritualista que se indignaba con la desmedida ambición material dominante en la corrupta y corruptora esfera empresarial de la región occidental de Bolivia y entre la casta de militares al servicio de las sucesivas tiranías que asolaron ese país. En las siguientes notas escritas por él, que las estoy transcribiendo, se puede comprobar, también, su inocultable admiración y simpatía por los quijotescos personajes encarnados en Ernesto Che Guevara y su pequeño ejército de heroicos combatientes por la justicia social. El estilo de Miguel es incisivo, abrasivo, irónico y sarcástico algunas veces, nunca ambiguo. Sus palabras traslucen, sin duda, sus diferentes estados de ánimo. Lo domina la ternura o la ira dependiendo sobre que personajes reales está recordando, escribiendo. He aquí la primera de las numerosas notas que él escribió pensando en publicar una obra testimonial:

    Entre verdades y mentiras anda escondida la realidad

    (Apuntes para novela. Mayo de 1977)

    Miguel Antezana Vargas

    Martha muchas gracias por obsequiarme parte de tu tiempo. Gracias por escribirme y liberarme de la soledad aunque sea en el escaso tiempo en que leo tu e-mail. Creo que nos ha tocado nacer y vivir en una época interesante y por los azares del destino hemos estado cerca o en el epicentro de acontecimientos que en su respectivo día estremecieron al mundo. Vale la pena dar testimonio de ellos. Si estás de acuerdo también podemos ir intercambiando memorias del mundo que nos antecedió y que lo conocemos por transmisión oral. Vamos, pues, a tratar de salvar del olvido algo del remoto pasado, así como también de éste inmediato pasado que es en parte algo de nuestra propia historia generacional.

    Hoy te escribo después de un día de ardua lectura y fatigosa escritura. Sólo atino a decirte que en estampida desordenadamente salvaje cabalgan mis pensamientos. Ellos son como los prisioneros. Están muy ansiosos de liberarse. Allí reprimidos desean salir al mundo y comunicar experiencias, percepciones, y opiniones.

    No puedo concentrarme en mis lecturas porque cada línea que leo dispara mis pensamientos a partir de vivencias olvidadas y en dirección a un ausente auditorio al que quisiera decirle algunas de las cosas de las que fui testigo o atento receptor de testimonios que me confiaron otros testigos más autorizados que yo. Así me sucede con todas mis lecturas.

    Por ejemplo, acabo de leer que Hanss Robert Jauss escribió que el concepto Renacimiento interpreta fielmente el nuevo comienzo. Se basa en la conciencia de una modernidad de la que es peculiar el negar por completo a su pasado, que acaba de dejar atrás (30). Partiendo de esa idea involuntariamente mi mente empieza a reflexionar en torno a la actitud de los novelistas del boom latinoamericano (Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, y Mario Vargas Llosa) y luego discurre analizando sobre los conceptos nuevo y pasado y la relatividad de su connotación. Dichos novelista al emitir sus juicios sobre la literatura latinoamericana, actuando como críticos, despreciaron a toda la literatura que les precedió, negándole, alguno de ellos, el más mínimo reconocimiento en cuanto a valor literario. De ese modo trataban de afirmar el valor de sus propias obras. Según todos ellos, lo nuevo es literatura, lo viejo tan sólo mero intento, mediocre, trivializado y fallido.

    En realidad lo nuevo contiene lo viejo, como lo viejo contuvo, en su momento, a lo más viejo. Nada existe sin su predecesor, el hijo existe por el padre y la madre, así como también, a su turno ellos fueron hijo e hija. No existe poema, novela, cuento, texto, discursos, ni cualquier simple idea que pueda ser considerada absolutamente original. Todas, sin excepción son simples, ínfimas gotas del inmenso mar del conocimiento y la cultura que a través de miles de años la humanidad toda ha ido, gota a gota, forjando. Mis palabras, mis ideas, mis narraciones son menos mías y más ajenas de lo que a simple vista se puede imaginar. Son como todas las ideas de nuestros contemporáneos. Son ideas prestadas, consciente o inconscientemente, de ese infinito mar que es la cultura universal. Al razonar de este modo estoy tan sólo aplicando el principio de la dialéctica de la unidad en la sucesión de los fenómenos tanto naturales como sociales.

    Estos tres últimos años estoy en University of Harvard trabajando en una obra que ayudará a comprender mejor cómo la novela revolucionaria boliviana escrita entre los años 1936 a 1964 sirvió de base a la novela escrita con posterioridad y su género estará vigente mientras exista en el mundo injusticia que denunciar, opresión que redimir, libertad por conquistar. La investigación a la que he dedicado todos estos años sobre Bolivia ha despertado viejas y dormidas inquietudes, afanes e intereses.

    ¿Podrías ayudarme a recordar y ampliar mis conocimientos en torno a la generación heroica que abrazó la utopía del socialismo en latino América? Si estás de acuerdo, por favor, escríbeme cuando puedas. Te prometo contestarte de inmediato. Giovanni.

    Al parecer Miguel encontró una positiva respuesta en su amiga Martha Davis. Lo curioso de estos escritos de Miguel es que tanto las comunicaciones de él como los de Martha utilizan nombres verdaderos en unos casos y ficticios en otros. Tratando de organizar mis entrevistas a los testigos que pudieran dar algún testimonio acerca de la vida y muerte de Miguel he comprobado, por ejemplo, que Juan Villazón existe en la vida real, es un médico muy competente. Pero Irineo Funes es el famoso Funes el memorioso personaje de ficción de Jorge Luis Borges. Otro detalle semejante es que en el borrador de la ficción él, Miguel, se llama Giovanni o simplemente Geo, hay obviamente un cambio entre realidad y ficción. Por otra parte, mantiene el nombre verdadero de su amiga Martha. Es evidente que las fechas de la narración no se corresponden con las de la realidad histórica; se trata de las libertades del fabulador que se propone crear su propio mundo ficticio. El título con el que encabeza sus notas quiere advertir a sus lectores que su narración en tanto ficción es una mezcla de verdades y mentiras. Además hay otra explicación. Creo entender el porqué de esta mezcla de ficción y realidad dentro de su proyecto de ficción. Miguel estaba escribiendo al mismo tiempo dos narraciones: sus memorias y una novela. Al final, me parece que se inclinó por la segunda e incorporó a ella información que había escrito para la primera. Su novela sería una novela histórica y biográfica. Si cabe hacer un comentario general a dichas notas antes de seguir entregándolas a mis lectores es

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