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Historia Política de Colombia Parte I
Historia Política de Colombia Parte I
Historia Política de Colombia Parte I
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Historia Política de Colombia Parte I

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Historia Política de Colombia escrita cuatro manos por los académicos Manuel Arteaga Hernández y Jaime Arteaga Carvajal, es un compendio de sucesos importantes a lo largo de la compleja existencia socio-política del país, como consecuencia de la conquista y colonización española del hemisferio americano, que desde la época de su hallazgo en el siglo XV fue denominado con el mote de Nuevo Mundo.
La maraña estructural de guerras civiles, enfrentamientos partidistas, intervenciones de la iglesia en la vida política del país, el asentamiento en el poder de unas élites que se auto-consideran dueñas por derecho heredado de los destinos de la nación, el olvido de millones de seres marginados de los niveles de desarrollo que alcanzan minorías mejor educadas, y los rasgos culturales del comportamiento colectivo de los colombianos, no son gratuitos ni espontáneos.Son estructurales.

LanguageEnglish
Release dateOct 14, 2018
ISBN9780463489277
Historia Política de Colombia Parte I
Author

Manuel Arteaga Hernández

Historiador colombiano especializado en analizar los fenómenos políticos del país desde la época de la colonia hasta los primeros 130 años de vida republicana.

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    Historia Política de Colombia Parte I - Manuel Arteaga Hernández

    Historia Política de Colombia

    Primera parte

    De la colonia a la dictadura de Melo

    Manuel Arteaga Hernández

    Jaime Arteaga Carvajal

    ISBN: 9780463489277

    Smashwords Inc.

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

    Historia Política de Colombia

    Prefacio

    La Colonia 1538-1794

    La dominación española

    La revolución de los comuneros

    Los precursores de 1794-1810

    Nariño y los derechos del hombre

    Preludios del 20 de julio de 1810

    Los libertadores 1810-1819

    La patria boba 1810-1816

    Primeras rivalidades

    Acta de federación de provincias granadinas

    Congreso de Villa de Leiva

    Independencia absoluta de Cundinamarca 1813

    Gobierno de Cartagena 1814

    Expedición pacificadora de 1815

    La nueva campaña por la independencia

    Independencia de la ley fundamental

    Organización

    La Gran Colombia 1819-1831

    Colombia y las naciones extranjeras

    Libertad de Suramérica 1824

    Agitación y descontento 1824-1827

    Insurrección en el sur

    Fin de la Gran Colombia

    Nueva Granada 1832-1837

    Presidencia de Santander 1832-1837

    Presidencia de José Ignacio Márquez 1837-1841

    Presidencia de Pedro Alcántara Herrán 1841-1845

    Presidencia del general Mosquera 1845-1849

    Presidencia de José Hilario López 1849-1853

    Presidencia de José María Obando

    Dictadura de José María Melo

    PREFACIO

    Nuestra historia, como la de todas las naciones suramericanas, tiene características especiales ya que sus habitantes proceden de la mezcla de dos familias humanas muy distintas: españoles y aborígenes; ello dio origen a un nuevo tipo humano, Pues cruzarse dos pueblos —dice Le Bón-— es cambiar al mismo tiempo su constitución física y su constitución mental.

    Por ello, el colombiano dista tanto del español como del aborigen y forma un núcleo muy distinto, nuevo, con su historia propia, la que ha sido juzgada, a la par que la de las otras repúblicas suramericanas, tan duramente por los escritores europeos, quienes tan solo se han fijado en las sangrientas guerras civiles que de continuo las conmueven, sin tomarse el cuidado de estudiar y de examinar, con toda imparcialidad, sus causas.

    "No hay que deducir de aquí, injustamente —dice Seignobos— según hacen con frecuencia en Francia, que estos pueblos son incapaces de gobernarse, porque han hecho en el siglo XIX su aprendizaje político, que las naciones europeas efectuaron en otro tiempo. No solo ha sido este aprendizaje tan largo y sangriento como el de Inglaterra y Francia, sino que ha sido mucho menos''.

    Este período de guerras civiles engendró en Colombia, casi hasta nuestros días, profundos odios y rencores entre las dos grandes agrupaciones en que está dividida la nación; o sea liberales y conservadores, pues aquí, como en todo el mundo, ya bajo el nombre de Guelfos o de Gibelinos de Whigs o de Torís; de demócratas o de aristócratas encontramos las dos grandes orientaciones que sigue la especie humana, proclamando aquellos la libertad del pueblo, y estos, los derechos de los gobernantes.

    Hoy, la lucha a mano armada de los partidos políticos ha cesado entre nosotros, pueda ser que para siempre. (1)

    (1).- No vivió el autor para ver la violencia de 1946 a 1957 ni los movimientos guerrilleros de los años actuales.

    A la guerra se ha seguido una intensa revolución. Los partidos dan de continuo nacimiento a nuevas agrupaciones, a divisiones y a subdivisiones en las que al parecer hasta los principios fundamentales se borran, pues como dice Tocqueville, no son los colores sino los matices los que combaten entre sí.

    Para darnos cuenta de dicha evolución, debemos principiar estudiando ese pasado que engendró el presente, y para juzgarlo debidamente demos ante todo un ligero vistazo sobre conquistadores y sobre conquistados, tomando, así, por separado los elementos que constituyen el pueblo colombiano pensando que para saber lo que somos antes debemos saber lo que hemos sido.

    Los españoles

    La península ibérica fue en la más remota antigüedad refugio de las más distintas familias humanas, todas ellas de raza blanca, enemigas entre sí. Por ello cada cual quiso ser independiente del vecino.

    Al someterla los romanos, aún la encontraron dividida en tribus hostiles, animadas por un inmenso orgullo, contrario todo ello a la unión y a la disciplina.

    Con todo, la romanización ofreció allí caracteres especiales, pues habiendo recibido España la península de tiempo atrás el influjo civilizador de griegos y fenicios estaba preparada para el desarrollo y el adelanto, por ello surgieron grandes hombres que en nada desdicen de los más esclarecidos romanos, llegando a ocupar el trono de los césares y distinguiéndose como sabios y literatos.

    Españoles ilustres- Entre otros se cuenta al emperador Trajano (53 a 117 de J C) cuyo reinado fue de los más dichosos para el imperio; bajo su dominio llegó la nación al más alto grado de extensión y de poderío.

    Adriano, hijo adoptivo de Trajano, heredó el trono en 117, se hizo notable por sus campañas y por la protección que dispensó a las artes las que entonces alcanzaron gran esplendor.

    Teodosio (346-395) fue el último de los emperadores romanos. A su muerte se dividió el imperio, en el de oriente y en el de occidente; fue tan hábil político como experimentado guerrero.

    El filósofo Séneca, preceptor de Nerón, fue natural de Córdoba. Perteneció a la escuela Estoica. Su moral es notable por lo humanitaria.

    Quintiliano, célebre retórico, se consagró por completo a la enseñanza de la juventud, Dioclesiano lo nombró preceptor de sus sobrinos y parece que lo hizo Cónsul. Escribió "De institucione Oratoria'' que es reputado como el mejor tratado de retórica de la antigüedad, su estilo es de una pureza admirable.

    El poeta Marcial, autor de sangrientos epigramas, en los que retrata magistralmente y con brevedad admirable la corrupción de su tiempo. El geógrafo Pomponio Mela, pariente de Séneca, en cuya obra De Situ Orbis acepta la teoría de la redondez de la Tierra, y la explicación que de ella da fue aceptada por muchos sabios, hasta el descubrimiento de América.

    Régimen municipal. -Las invasiones del siglo V llevaron a España distintas familias bárbaras, siendo la de los visigodos la que sentó la planta de manera definitiva, y ello porque respetó la organización municipal de las provincias.

    Dicho régimen municipal fue ideado por el imperio romano para poder conservar entre sus manos el dominio del mundo. Consistía dicho sistema en reconocer a ciertas ciudades y poblaciones, como parte integrante del Imperio, conservando los habitantes cierta libertad interior, con el derecho de elegir magistrados y de administrar hasta cierto punto sus intereses; además, sus habitantes gozaban de los privilegios de "caballeros romanos". Así consiguió la política romana sujetar pueblos tan distintos en lengua, religión y costumbres. Bien se ve que en tal régimen se engendran las ideas de independencia y libertad.

    Al sufrir la invasión de los árabes, en 711, dicha organización, que se apoyaba en las ideas del individualismo, se hizo más intensa; cada señor, cada ciudad, cada español luchando por su propia independencia, luchaba, naturalmente, por la libertad de todos.

    El orgullo español- La obediencia de ellos a su rey fue condicional, la ley les concedía el derecho de renunciar a ella, y hasta de hacerle la guerra, lo acataban si respetaba el orden y la justicia. Esa sumisión era, por decirlo así, un contrato entre el rey y el pueblo.

    Todo tendía entre ellos a limitar el absolutismo monárquico, "toda la nobleza española está poseída de este orgullo —dice García Calderón. Los nobles aragoneses se sentían individualmente iguales al rey, y colectivamente superiores a él".

    Don Pedro de Lara y de Medina quiso escribir en su escudo este lema "non descendemos de reyes, los reyes vienen denos".

    Al investir a un soberano, le decían los nobles "nos que somos tanto como vos os elegimos rey y señor, si guardáis las leyes e privilegios, e si no non''.

    El conde de Benavente rehusó, en 1519, la condecoración de Toisón de Oro, que le ofrecía el Emperador Carlos V, diciendo "que el era muy castellano y que no se honraba con blasones extranjeros, pues los había tan buenos en el reino y a su estimación mejores". Dicha condecoración era privativa para reyes, solo se admitía a cincuenta y un caballeros, que probaran cuatro generaciones de nobleza paterna y materna.

    No consintieron los caballeros dar a don Alfonso III, el título de rey (1286) en tanto que no eligiera sus consejeros de acuerdo con el Estado.

    Las ciudades confederadas en hermandades, en uniones, trataban con el monarca de potencia a potencia. Constituían un Estado dentro del Estado. Se levantaban contra el gobierno y le imponían el reconocimiento de sus privilegios.

    Bien conocido es el juramento de Santa Gadea, exigido por las cortes de Castilla a don Alfonso IV, en 1072, como prueba de no haber sido el asesino de su hermano, el rey don Sancho, juramento que le tomó el Cid Campeador, sobre el cerrojo en cruz de la iglesia de aquel nombre.

    También se conocen las condiciones impuestas por dichas cortes, a Carlos V, a tiempo de ocupar el trono en 1518.

    Instituciones españolas.- Tales costumbres llevaron a instituciones muy republicanas. Allí se ennoblecía todo aquel que luchaba por la libertad de la patria, a la vez que en el resto de Europa no alcanzaban títulos y honores sino por gracia y favor del soberano.

    Dicha organización solo es comparable a la inglesa, que tuvo por fundamento la Carta Magna, expedida por Juan sin Tierra en 1215, según ella los impuestos no podían elevarse Sin el consentimiento común del consejo del reino; las ciudades y villas tenían derecho de enviar diputados a dicho Consejo; nadie podía ser aprisionado, despojado de sus bienes, o condenado a muerte sin ser juzgado; en fin, se garantizaba en un todo la libertad individual.

    Con todo, sobrepujan a dichas instituciones las españolas, especialmente las de Aragón, tanto por su claridad como por su expresión y se las considera como la única creación política de la Edad Media, y tan adelantadas, que bien se les puede igualar a las instituciones políticas modernas.

    Religiosidad española. Empapados como estaban los españoles en la idea de que todos los hombres son iguales ante Dios, se sintieron poseídos de un orgullo inmenso.

    Su religiosidad fue de acción. Predicaban el libre albedrío y el mérito del esfuerzo personal. Luchando mucho tiempo por su fe religiosa adquirieron un entusiasmo fanático por cuanto se refiere a religión, una excitación apasionada por ella, como otros pueblos solo la han sentido en algunos momentos, por ejemplo los franceses en la primera cruzada. Pero en los españoles llegó a ser ese entusiasmo religioso un rasgo permanente. Influidos también por el fanatismo de los árabes, llegaron hasta el punto de fusionar el gobierno eclesiástico con el civil, pero con la especialidad de que este último poder, o sea, el civil, quedaba por sobre el eclesiástico. (García Calderón).

    Patronato eclesiástico.- Tal resultado dio la ley conocida con el nombre de patronato eclesiástico, puesta en vigencia por los reyes católicos en el siglo XV, y por la cual se emancipó la Iglesia de España de la autoridad inmediata del papa. Según dicha ley los reyes tenían derecho de intervenir en el nombramiento de los obispos; las personas y bienes del clero eran contribuyentes del Estado, y las bulas papales necesitaban para su publicación del execuátur (2) del rey.

    (2). - Palabra que significa ejecútese o cúmplase y era la orden de ejecución que un juez escribía al pie de una sentencia.

    Más tarde consiguieron estos mismos monarcas que la curia romana renunciara a toda intervención en los asuntos eclesiásticos de España y en especial a la provisión de las sillas Episcopales, esto lo haría el gobierno por sí y ante sí.

    Ley tan sabia fue olvidada, en mala hora, para proclamar, en cambio tiempo después, el principio del Conde de Cavour en estado libre religión libre causa, como veremos adelante, de mil perturbaciones.

    En el siglo XVI se muestra aquella alma española con bizarría inmensa. El descubrimiento de América crea personalidades imperiosas contra el destino, conquista un mundo, se libra de toda dominación extranjera, e impone su voluntad y sus leyes, las cuales fueron tomadas en el siglo XII por don Alfonso X, el sabio, de las instituciones romanas, medio por el cual se latinizó España y latinizó también a sus colonias.

    Los aborígenes

    Pasando ahora a la primitiva Colombia, tenemos que también hubo en ella, como en la España prehistórica, una gran superposición de pueblos.

    "'A primera vista —dice Vergara y Velasco— parece que hubo tres grandes grupos de familias diversas entre sí; los más civilizados de las grandes altiplanicies; los más guerreros y menos bien organizados, de los valles interiores; los enteramente salvajes y casi nómadas de las llanuras y selvas orientales...".

    Un examen más detenido enseña que el pueblo aborigen de Colombia había desaparecido, o poco menos en el siglo XV, reemplazado o absorbido por una primera inmigración que llegó del Sur, la que a su tiempo fue destrozada por otra que llegó del norte, a la par que se iniciaba un nuevo avance de los pueblos meridionales, los llamados caribes, quienes desprendiéndose de las márgenes del Mississippi ganaron las Antillas y luego el continente.

    "Dichos pueblos se mezclaron y cruzaron pero no llegaron a formar una familia única, un pueblo colombiano, con tipo verdaderamente nacional. Esto persiste aún, pues salvo el barniz de característica española, los tipos locales se conservan intactos; el caucano, representado especialmente por el popayanejo, grave, reconcentrado y altanero, apto para las letras y las armas.

    El antioqueño con acento e idioma tan propio, que es imposible confundirlo con otro, se hace notable por su amor al trabajo, su frugalidad y su resistencia a la fatiga. El tolimense, valeroso, pero enemigo al cuartel y a la disciplina.

    El costeño, inteligente y activo, debido a la posición topográfica que ocupa recibe directamente el influjo europeo. En el bogotano se conoce su origen andaluz y castellano, por su bravura, su inteligencia y su pereza".

    En fin, carecemos de esa dominante física y de esa dominante moral que caracteriza a las naciones perfectamente constituidas. Para obtenerla, antes que pensar en la inmigración extranjera debemos fijarnos en la necesidad en que estamos de atender a la inmigración dentro del propio territorio. Que se mezclen por medio de uniones matrimoniales todos los colombianos entre sí.

    Dejando a un lado estos asuntos netamente sociológicos, volvamos a nuestro tema, y para reducir aquella diversidad de pueblos, de usos y de costumbres a un solo núcleo, fijémonos en los chibchas, porque ellos estaban hasta cierto punto civilizados y ocupaban el centro de la nación. Así, haciendo un ligero recuento de cuanto a ellos se refiere podremos darnos cuenta de los principales elementos a los que se sumaron los españoles.

    Los chibchas.- La nación chibcha, como la primitiva España, siempre estuvo dividida en pequeños señoríos, y no bajo un solo cetro.

    Rodríguez Freile y otros cronistas dicen que, multitud de caciques ocupaban el territorio, lanzándose de continuo en sangrientas guerras, sin que ninguno pudiera someter al otro, hasta que por último, en épocas posteriores, quedó el mando en poder de cinco grandes señores, que fueron cinco soberanos independientes entre sí, siendo los principales entre ellos el zipa de Panza y el zaque de Tunja (estos dos títulos, Zipa y Zaque, significan gran señor). Los otros jefes se llamaban caciques (significa jefe) y aunque fueran absolutos en sus dominios se humillaban ante aquellos dos grandes señores. Tenían en mucha estima la nobleza del linaje y concedían el título de usaque a los caciques de alta prosapia. El zipa era usaque de los usaques.

    Se le tributaban honores que parecen tomados del antiguo ceremonial usado con los emperadores japoneses; pues no se les permitía que pisaran el suelo. Siempre, como aquellos, debían estar en brazos de sus cortesanos. Y como ellos, también, no se mancillaban respirando el mismo aire que sus súbditos, por esto siempre tenían el rostro tapado con un velo.

    En usos, creencias y costumbres encontramos una patente analogía con los más diversos pueblos de la antigüedad. Momificaban los cadáveres como los egipcios. En otros puntos, los exponían a los rayos del sol, como lo hacían los antiguos persas, en sus torres del silencio. La couvade, esto es, que el hombre simule los dolores del parto mientras la esposa da a luz, era de uso común, como lo fue en la mayor parte de los pueblos primitivos, y ello muestra un gran adelanto en la vida social, con esto legitima el padre al recién nacido.

    Mitología chibcha.- Poseídos, como todos los pueblos de la antigüedad, por un acendrado sentimiento religioso y moral, supieron crear fábulas cuyo profundo sentido no desdice en nada de las más bellas del clasicismo griego. Por ejemplo, la referente a la laguna de Guatavita alcanza en su simbolismo la profundidad que encierra el Mito de Prometeo. Dicha fábula, mejor que largas divagaciones muestra la civilización de aquel pueblo.

    Cuenta la fábula que un cacique de la población de dicho nombre tenía por esposa a una bella joven, quien después de haberlo hecho padre de una niña, le fue infiel. El cacique se vengó de aquel ultraje ordenando a sus poetas que en todas las fiestas cantaran la infidelidad de ella, para escarmiento de las demás y castigo de la suya.

    Llena de vergüenza la cacica, y para huir de sí misma, se lanzó en las aguas de la laguna, llevando a la niña entre sus brazos. Impotente el cacique para remediar aquella desgracia, acude a un jeque, o sea a un sacerdote, suplicándole le restituya esposa e hija:

    El Jeque, después de celebrar ciertas ceremonias, se lanza en la laguna, permanece un instante bajo las aguas, al volver a la superficie comunica al cacique que ha visto a su esposa que vive feliz en casa y cercados superiores a los suyos, disfrutando de una paz dichosa y que no quiere volver a la Tierra.

    El soberano insiste, quiere por lo menos recuperar a su hija, el Jeque de nuevo se arroja a las aguas, y vuelve a la superficie con el cuerpo de la niña entre sus brazos, pero mutilada, sin orejas, sin nariz, sin labios; según dijo, un dragón la había puesto en tal forma para que le fuera restituida a su Madre, ante la voluntad divina era imposible oponerse, y el cuerpo de la niña volvió de nuevo a las aguas.

    Profunda es la enseñanza que encierra esta fábula. El castigo impuesto por el cacique a su esposa, a quien no le da muerte por adúltera, nos habla del conocimiento que tenían de las penas morales, mucho más graves para quien está dotado de cierta delicadeza, que las penas corporales. La Cacica se suicida por la vergüenza que le inspira su mal proceder; es decir, entre ellos la mujer no es tan solo un instrumento de placer.

    Impotente el cacique para salvar a su hija, pide a un sacerdote que se la restituya, esto es, reconoce la superioridad religiosa sobre el poder natural. Es señor absoluto, pero su poder está limitado, termina donde principia el de los representantes de la autoridad divina. Acude al Jeque pidiéndole que le restituya a su hija, niña de brazos, de quien tan solo quiere las caricias. Muestra con ello una ternura de que están muy lejos los salvajes, y la que solo un hombre culto puede poseer.

    El Jeque se lanza a las aguas y vuelve diciendo que la cacica se encuentra habitando una casa cómoda y espaciosa, creían, pues, en la supervivencia del alma, que al morir va el alma a habitar un lugar geográfico de la Tierra, para llevar una vida más suave y más tranquila. Estos aborígenes, como los griegos y los romanos, no se habían remontado aún a las ideas de la inmortalidad del alma.

    El cacique ordena que se le entregue a su hija, el Jeque se la devuelve mutilada, diciendo que un dragón la ha puesto en aquel estado, para que se la devuelva a su madre; allí está el clero haciendo aparecer como cosa sobrenatural los sucesos más naturales.

    Guerreros. - Como guerreros fueron poco aventajados. Luchaban por necesidad y no por afición. Eran tímidos y poco resueltos en las luchas. Pero si tan inferiores se mostraban como militares en cambio lucían en alto grado como legisladores.

    Legisladores chibchas.- Sus leyes se remontaban a una alta antigüedad, tales como las de Bochica y las de Mompanen.

    Bochica, lo mismo que Teseo entre los griegos, reunió las tribus dispersas, les dio leyes, unificó las costumbres, y reunió en sus manos las riendas del poder espiritual y las del temporal, poderes que separó antes de retirarse del mundo. Su ley fue de caridad, de misericordia y de perdón.

    Mompanen se propuso hacer observar esos preceptos, pero viendo que no se cumplían impuso sanciones, y los redujo a leyes. La mayor parte de los delitos los castigaba con la muerte o dolorosas amputaciones. Este rigor nos muestra también un intenso adelanto moral; por ejemplo al castigar con la muerte el adulterio exige a la mujer el respeto propio y el ajeno. Esto solo se encuentra en pueblos evolucionados.

    Aplicaba también la ley hebraica del Talión, o sea castigar al delincuente con un mal semejante al que había causado: Ojo por ojo y diente por diente. Así, empalaban a los pederastas, al hombre casado que seducía a una mujer lo sometían a la pena de ver pasar la noche a dos jóvenes solteros con su esposa.

    Se calcula que durante el siglo XV fue cuando figuró Nemequene, que fue otro gran legislador, quizá el más notable entre todos. Vigorizó las leyes existentes y dictó otras nuevas, siendo digna de mención la pena de muerte que impuso para los homicidas, diciendo que solo el dios Chiminigagua, que da la vida, puede quitarla.

    Sin descuidar los asuntos de la guerra castigó al desertor, también, con la pena de muerte. Al cobarde en los combates, vistiéndolo de mujer y ocupándolo en oficios femeniles.

    Más se asemejaba este legislador al espartano Licurgo, que al ateniense Solón pues, como aquel, doblegó la nación a su voluntad, e hizo lo que quiso. No como Solón que hizo lo que pudo, doblegándose a las circunstancias.

    Legislación eclesiástica. - La Legislación Eclesiástica es digna de mencionarse, pues los asuntos eclesiásticos estaban a cargo de unos correctos sacerdotes llamados jeques. Estos recibían una austera educación, en especies de monasterios, y cuando ya se les calculaba aptos para desempeñar su ministerio se les colocaba desnudos ante varias jóvenes desnudas también, si el neófito daba muestras de virilidad, no se le consagraba, pues la principal virtud que debía poseer era la castidad.

    Estos Jeques poseían el secreto de hablar con el demonio, y el arte de curar las enfermedades. Nunca disfrutaron de poder civil, antes por el contrario, siempre estuvieron sujetos al gobierno. Había entre ellos algo semejante a la ley del patronato.

    Basta lo dicho para mostrar la similitud que existía entre nuestros aborígenes y el resto de la comunidad humana. Algunos han creído encontrar en ello una prueba para sostener la teoría del monogenismo diciendo que para que todos los hombres hayan pensado de idéntica manera, necesariamente formaron en un principio una sola familia que al dispersarse, a causa de la confusión de las lenguas en la Torre de Babel, llevaron consigo esas ideas y esas creencias. Opinan así olvidando el principio de que dadas idénticas premisas se obtienen idénticos resultados.

    Así, dado cierto grado de civilización, o de desarrollo social en distintos puntos del mundo a la vez, dichos grupos sociales procederán, necesariamente, de idéntica manera. Así como hoy día, los niños de Colombia y de Java, que es su antípoda, tendrán los mismos juegos y las mismas distracciones, sin que se hayan puesto de acuerdo. Así también la humanidad en su niñez, tanto en Egipto, como en India, o como en América, pensó y procedió de la misma manera.

    Nos hemos detenido en la legislación de los primitivos colombianos, tan solo para mostrar cómo el espíritu de raza se ha conservado en ese punto intacto entre nosotros, pues hoy como entonces amamos más la pluma que la espada, y la actuación de los hombres civiles, en especial la de los jurisconsultos, se ha dejado sentir de manera muy intensa en el transcurso de nuestra historia.

    Plan de estudio

    Estudiados ya, en términos muy generales, los factores que sumados, mezclados y fusionados forman hoy la familia colombiana, pasemos a estudiar nuestra evolución histórica, la cual puede dividirse en cinco períodos bien distintos; a saber:

    Colonia; o sea, desde la fundación de Bogotá (1538) hasta la publicación de los Derechos del Hombre (1794)

    Precursores; desde la publicación de dichos derechos hasta el 20 de julio de 1810.

    Libertad; que comprende, La Patria Boba, el Terror y la Independencia, esto es, hasta el 7 de agosto de 1819.

    Organización; o sea la Gran Colombia, de 1819 a 1831.

    República; o sea la actual; Colombia, que en su agitada vida ha cambiado en más de una vez de nombre. Al quedar deshecha la Gran Colombia en 1831, se denominó Nueva Granada; en 1858 se le cambió por el de Confederación Granadina; en 1863 se le conoció con el de Estados Unidos de Colombia; por último en 1886 fue República de Colombia, que es el nombre que actualmente conserva.

    PRIMERA PARTE

    LA COLONIA 1538 - 1794

    CAPITULO PRIMERO LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA

    Por lo visto anteriormente podemos conocer, a grandes rasgos, el estado en que se encontraban, respectivamente, conquistadores y conquistados, en el siglo XVI.

    Los conquistadores. España se arrojó sobre América, destruyó cuanto encontró a su paso, y a fuerza de estragos y de sangre logró vencerla pero no destruirla.

    Los indios odian con todas las fuerzas de su alma el nombre español. Los conquistadores a su vez hacen cuanto es dable para entrañar más ese odio: empalan caciques; los condenan a morir despedazados por perros cuya ferocidad venía recomendada desde España.

    Acusado un cacique de rebelión, toda la tribu que lo obedecía era sacrificada. Rodeados aquellos aventureros por una población que los excedía en número, pensaron que su salvación dependía del total aniquilamiento de los indios. No pensaron en civilizarlos. Tan solo apetecían el oro, conseguirlo a todo trance fue su lema.

    La violencia era el único medio de conquista; el monopolio, el único medio de organización; y el único título de poder, la fuerza bruta.

    Solo nos trajeron por entonces tres grandes desgracias, representadas por tres enfermedades desconocidas en un todo por los indios; la lepra, la viruela y la sífilis. La lepra se generalizó tanto, que a fines del siglo XVI ya se pensó en fundar un leprosorio en Cartagena. La viruela costó la vida a infinidad de naturales, regiones enteras quedaron despobladas; no había ningún remedio contra ella, aún no se había descubierto la vacuna. La sífilis sigue haciendo grandes estragos, y no es exagerado decir que las dos terceras partes de la población colombiana padecen de tal enfermedad, pues si no es adquirida, es hereditaria (1).

    (1). - Hoy dia ha disminuido este flagelo y esa afirmación puede considerarse exagerada. -

    La trata de negros. Viendo que los naturales no eran capaces de resistir el exagerado trabajo a que los sometían, resolvieron los españoles introducir negros africanos, quienes por su robustez podrían desempeñar aquellos trabajos. La trata de negros, a poco, se convirtió en uno de los negocios más productivos.

    El beneficio pecuniario era inmenso dado el bajo precio en que se compraban en las costas de África y el altísimo en que se colocaban en América; un esclavo de buena madera, como se decía, se compraba en África en cuatro pesos, nominales, representados en baratijas que no alcanzaban a valer la mitad, como piedras de colores, collares falsos, telas ordinarias, etc. y en Cartagena se vendía en 200 duros, en oro contante y sonante. Se introdujeron en cantidad tan crecida, que en el espacio de tres siglos llegaron a cuatro millones!

    Aquellos rebaños humanos, sin distinción de edad, de sexo, ni de procedencia, con cepos a manera de yugos, sufriendo el hambre y la sed, manejados solo a látigo, sin tener el consuelo de comunicarse sus penas, pues hablaban distintos dialectos, se les transportaba en naves construidas al efecto, careciendo de los más indispensables elementos de higiene, como ventilación y aseo, por esto, en el transporte llegaban a morir hasta el veinte por ciento.

    El valor de éstos se recargaba a los supervivientes, o inmediatamente regresaban a África a reponer la mercancía averiada. Varias veces se dio el caso de rebelión, en esos barcos negreros, que consiguieron sacrificar a sus verdugos, pero corrían entonces a una muerte segura, pues sin ningún conocimiento de náutica no podían manejar el barco y quedaban sin rumbo, perdidos en el océano y a poco perecían de hambre y de sed.

    Una vez llegado a Cartagena el cargamento de carne humana, se les marcaba con un hierro candente en la mejilla, como señal de que no eran importados por contrabando y luego se les encerraba en los depósitos, para venderlos al por mayor o al menudeo, según conviniera. Al venderlos, de nuevo se les torturaba marcándolos y esto tantas veces como cambiaban de amo.

    Se dictaron terribles leyes para castigarlos por las más leves faltas, como bien se puede ver por la Recopilación de Indias. En el siglo XVI, se reglamentó la trata de negros en beneficio del Erario Público, y se formaron distintas compañías, una de ellas que era portuguesa, se comprometió a suministrar en el tiempo comprendido entre 1696 y 1701 diez mil toneladas de negros. Un antecesor del Libertador obtuvo privilegio para introducir en Caracas cuatro mil toneladas de negros anualmente. La ciudad de Cartagena fue destinada como depósito de aquella mercancía humana, allí el Bazar era el lugar de expendio y de distribución.

    Aquellos desgraciados tuvieron un consuelo en su desesperada infelicidad, fue San Pedro Claver, jesuita lleno de la más ardiente caridad, quien se propuso aliviar las desgracias de aquellos infelices, llegando hasta donde es imposible calcular que lleguen las fuerzas humanas.

    La primera nación que abogó por los esclavos fue Inglaterra y en 1789 obtuvo del Congreso de Viena el derecho llamado de visita, mediante el cual podía perseguir en el océano, como si fueran piratas, a todos los buques que transportaran negros. Medida poco eficaz, pues muchos tratantes, entraron en arreglos con los capitanes de los barcos que los perseguían y catalogaban a los negros como madera de ébano, y si llegaba el caso de verse en peligro los arrojaban al mar y regresaban a África a reponer la mercancía perdida.

    Nueva familia suramericana. - Pero sin adelantarnos a los hechos no olvidemos que estos negros se mezclaron con aborígenes y españoles, como éstos también con los aborígenes, surgiendo así una nueva familia humana, que presenta los más variados tipos.

    "Así pues —dice García Calderón— se convirtió América en un inmenso laboratorio donde se fusionaron razas, creencias, usos y costumbres, hasta el punto de presentar los suramericanos todas las variedades que pueden resultar de tan distintas mezclas". Surgieron de aquel cruzamiento tres tipos principales que son los que constituyen la familia colombiana:

    Mestizo: descendiente de blanco y de indio

    Mulato: descendiente de blanco y de negro

    Criollo: descendiente de español, sin otra mezcla, pero nacido y criado en América.

    Este último tipo dista tanto del indio, como del negro o del español. Ha sido calumniado y vejado por quienes solo creen en lo europeo y desprecian lo nativo. "Todo en él es mediocre —dice García Calderón— ha perdido los caracteres angulosos del hidalgo; su gran individualismo, el gusto por las aventuras sangrientas, el estoicismo, la tenacidad en la resistencia y en la lucha, la rigidez en su fe.. La nueva raza no engendra ni místicos ni hombres de acción; eso sí poetas, oradores, admirables intrigantes, doctores superficiales, comentadores brillantes de ideas exóticas. (1).

    (1). - No es aceptable hoy día tal afirmación que se destruye con los hechos que demuestran lo contrario.

    El tiempo ha demostrado cuan equivocado estaba este mal sociólogo.

    En fin, después de aquel vigoroso impulso en el que no solo vencieron los españoles a los hombres, sino también a la naturaleza, como hemos visto, se mezclaron a los naturales y a los africanos, e hicieron madres a sus hijas.

    Se estableció la colonia y a la rudeza de la conquista siguió la calma octaviana.

    La vida colonial.- Reinó la vida callada y devota. La mezcla entre españoles e indígenas se generalizó. Se obedeció a inquisidores y a mandatarios. Reinó el ascetismo. España no quería que en sus colonias se leyese un libro distinto al devocionario.

    "Quería convertir a medio hemisferio en un Escorial —dice A. Herrera—, lapidar sus energías vitales, tapiarlo, levantar empalizadas en la línea de su horizonte, cerrarlo a calicanto a la vacuna de todos los intercambios"; y establecía a la vez el más opresor de los sistemas tributarios, traducido en impuestos directos e indirectos.

    El rey invocaba la necesidad de la guerra contra los infieles y los herejes y acudía a sus súbditos pidiéndoles donativos voluntarios y exigiendo empréstitos forzosos, que llegaban a ser gravísimos tributos, a la vez que se imponían toda clase de obstáculos al comercio. En general, estableció un régimen

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