El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo y otros cuentos
By José Baroja
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El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo y otros cuentos - José Baroja
Con un cuidado estilo, José Baroja nos muestra el lado más inquietante y subrepticio de la vida aparentemente cotidiana de los protagonistas de estas narraciones. Conoceremos, entre otros, al misterioso hombre del terrón de azúcar, que visita un bar con la inusual finalidad de pedir siete cafés que no bebe y posar a su lado sendos terrones de azúcar; a los personajes enamorados de un relato cuyo narrador juega un papel, quizás, demasiado importante; a un mediocre poeta que, por circunstancias personales, acaba convirtiéndose en un literato reconocido en el orbe de la crítica especializada; al anciano que cada día observa el retrato de una bella dama junto a dos copas de vino y la sueña; o al hombre que establece una relación demasiado estrecha con su sombra.
El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo y otros cuentos
José Baroja
www.edicionesoblicuas.com
El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo y otros cuentos
© 2018, José Baroja
© 2018, Ediciones Oblicuas
EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
c/ Lluís Companys nº 3, 3º 2ª
08870 Sitges (Barcelona)
info@edicionesoblicuas.com
ISBN edición ebook: 978-84-17269-40-1
ISBN edición papel: 978-84-17269-39-5
Primera edición: marzo de 2018
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: Héctor Gomila
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio, sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
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Contenido
El hombre del terrón de azúcar
Breve historia de un hombre que perdió a una mujer en el departamento 421
Brevísimo y feliz relato sobre el inesperado éxito de un poeta curicano llamado Sebastián Hananías Osses
A las tres de la mañana
Un hijo de perra
Historia de un hombre que amó
El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo
El autor
El hombre del terrón de azúcar
El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.
Pablo Neruda
Para mi querida Agustina
El viento abrió de golpe la mampara de vidrio. Un minúsculo cartelito que decía «abierto» estuvo a punto de sucumbir por el vaivén; pero no cayó. No era la primera vez que una violenta brisa saludaba a los clientes de ese local del centro de Santiago. No obstante, a veces, ella se dejaba acompañar por algún consumidor habitual o, si había suerte, por un nuevo comensal. Sin duda, había una complicidad casi mágica entre el fenómeno eólico y el éxito del pequeño local, ubicado, como la tradición reza para estos lugares, cerca de Merced. O, al menos, así lo recuerdo.
En efecto, recuerdo es la palabra, ya que recuerdo que esa tarde, si es que ya era tarde, el viento abrió de golpe la mampara de vidrio. Un incidente común para la mayoría de quienes, después del trabajo, degustaban un café y una medialuna; pero no así para un niño de actitudes inocentes que acompañaba a su bonita madre. Tampoco para mí, no tan inocente. No, definitivamente, ni para ese niño ni para mí fue tan común lo que sucedió. Después de todo, yo escribiría este relato años más tarde; mientras que él haría notar a su escéptica madre, solo unos minutos después de que el viento abriera de golpe la mampara, el místico ingreso de un hombre de curiosa vestimenta. Así pasó, según recuerdo.
«Místico» sería la interpretación que yo hago ahora de ese sujeto. En el momento, seguramente lo vi como un hombre extravagante, como muchos, vestido de azul y acompañando al viento. Recuerdo, además, que él usaba un bastón, un sombrero de hongo y unas colleras con forma de océano, entre otros detalles que quizás lo hubieran hecho destacar a primera hora de la mañana, especialmente en el tren subterráneo de Santiago, pero no al final de la jornada laboral, donde el Mundo parece convertirse en una representación de autocomplacencia. Y para qué andar con rodeos, tan extraño no parecía en una calle como Merced.
Recuerdo que este peculiar hombre,