Revista Trama

Ciudad, Salud, Bienestar Ciudad y Arquitectura, presente y futuro

La declaración de la pandemia por la OMS, el 11 de marzo de 2020, estableció un cambio significativo en la vida individual y social de los habitantes del planeta. Se han puesto en duda los paradigmas de la organización no solo de la economía sino de todos los aspectos de la vida en sociedad.

En diversas ocasiones hemos reconocido que el ser humano es un ser social y que la ciudad es una extraordinaria y compleja creación cultural para el desenvolvimiento de la vida colectiva, sin embargo, la necesidad de la desaceleración del avance del contagio, dadas las inadecuadas condiciones del sistema de salud y el estado de la investigación científica, requirió del aislamiento social obligatorio de los ciudadanos y, en consecuencia, se produjeron alteraciones notables en la producción, la movilidad, el encuentro de personas y el intercambio de bienes y servicios.

Las densas y activas ciudades están desoladas y en silencio, la vida es intramuros de las casas, la economía se ha restringido por la disminución drástica de la producción y el consumo, mayoritarios sectores sociales sumidos en la pobreza se han visto privados de los ámbitos espaciales de trabajo para su subsistencia, ahora vacíos, y sus espacios sociales y viviendas, cuando disponen de ellos, son paupérrimos, agravando la situación.

A pesar de las advertencias, no hemos comprendido que formamos parte de un ecosistema y un sistema social y que nuestro destino está ligado al destino de cada una de sus partes. La inequidad social, económica, cultural, tiene como consecuencia que la gran mayoría de la población esté indefensa, de samparada, desatendida, con una fragilidad mayor ante la necesidad de evitar el contagio, sobrellevar la enfermedad o sobrevivir. El considerar una visión sistémica nos evidencia la inconsciencia de la sociedad acerca de que la afectación a una parte, aunque ignorada, golpea indefectiblemente a toda la sociedad.

La situación de aislamiento forzoso ha afectado profundamente el uso y disfrute de los espacios, equipamientos y servicios en las ciudades y sus urbanizaciones.

Esta situación cuyo estado, alcance y duración son imprevisibles en su verdadera dimensión, –lo que se conoce es solo una parte de la realidad–, nos muestra un panorama incierto que nos suscita más inquietudes que las ya existentes acerca de la ciudad y la arquitectura. ¿Volveremos en un tiempo cercano o lejano a vivir como vivíamos en las ciudades,en sus espacios verdes,en sus plazas,en sus calles y veredas,en sus cafeterías,cines,escuelas,mercados,centros comerciales,bancos...o ¿nunca volveremos a vivir en sociedad como antes de la pandemia?

Antes nos preocupaba el miedo a la inseguridad, y se buscaban soluciones para poder disfrutar con libertad y sin temor del espacio y equipamiento públicos con el objeto de fomentar el encuentro e intercambio ciudadanos como un aspecto sustantivo de la vida social. Ahora el miedo y la inseguridad tiene otras caras y otras características que nos plantean otros problemas y agudizan los derivados de la inequidad y segregación social y urbana.

¿Cómo serán las ciudades ante la amenaza de esta y otras pandemias o desastres posibles que se sumarían y agravarían las situaciones y los conflictos provocados por la desigualdad social? ¿Cómo será la arquitectura? La idea rectora que nos impulsa es que la ciudad es para todos, es de todos. Hemos solicitado comentarios sobre estas cuestiones a un grupo de profesionales,principalmente arquitectos, de distintas generaciones, con diversas formaciones, experiencias y trayectorias. Proponemos tres momentos, un pasado cercano en el que se perciben ya los efectos del crecimiento y segregación urbanos y del sistema socio económico que los provoca; el presente, el lapso desde que se declaró la pandemia; y el futuro, en el que nos avocaremos al cómo será la vida planetaria después de la pandemia. Nuestros invitados a reflexionar sobre Ciudad, Salud, Bienestar y la visualización de la ciudad y la arquitectura presente y futura, se han expresado en muy poco tiempo con una concetualización constructiva llena de contundencia y franqueza. Citaremos en esos tres momentos, algunas de sus expresiones, con el afán de complementarlas en un todo,como un texto a muchas voces;sus reflexiones completas acompañan estas páginas.

El pasado reciente

Hace varias décadas, aún antes de entrar al siglo XXI, se manifestaban hondas preocupaciones, inquietudes y certezas de los profesionales sobre la situación de la ciudad, en general, y en especial por las grandes, densas y complejas urbes, y sobre la arquitectura para habitar y las otras funciones individuales, grupales y colectivas. A medida que se aceleraba el crecimiento de las ciudades, concentrando más población que las áreas rurales, se hacían más palpables los procesos de segregación y discriminación social y espacial, grandes contrastes en la cantidad y calidad de redes de infraestructura, servicios, equipamientos, en un proceso de especialización y concentración funcional. “Cuando un organismo vivo crece descontroladamente, produce un desquicio en su rol de ámbito favorable para el cabal desarrollo de sus individuos y de sus grupos humanos (Quito en 70 años creció 12 veces)” (Banderas Fausto). Contradictoriamente, si bien “se han logrado adelantos científicos en todo orden para mejorar las condiciones de vida de la gente, no es menos cierto que se han profundizado las diferencias sociales y económicas…” (Zambrano, Mario)

La desigualdad e inequidades urbanas devinieron en diversos fenómenos entre ellos la inseguridad que amenazaba la vida social en los espacios urbanos y edificios.La inesperada pandemia sumada a los efectos del cambio climático, de la explotación irracional y escasez de recursos, del crecimiento incontrolable y desmedido de las ciudades, de la inequidad en la distribución de la riqueza ha evidenciado una aguda brecha social, de conocimiento y de uso de la tecnología.

Se ha vuelto la mirada a la confluencia internacional de voces que significó la Conferencia del Habitat y la definición de su ambiciosa Nueva Agenda Urbana (Quito, 2006). Empezaba a producirse desde hace algunos años una revaloración de los espacios públicos como manera indirecta de redistribución de recursos y por su valor simbólico en acrecentar el sentido de pertenencia y autoestima colectiva,en varias ciudades del Ecuador. A pesar de estas y otras intervenciones, las ciudades como un todo reclaman una mirada crítica y propositiva.

El presente Redescubrir lo ya descubierto

De pronto, la evidencia es indiscutible ante imágenes desgarradoras que muestan la inequidad social y las carencias de la atención de la salud pública que se ciernen sobre las sociedades,en especial sobre los más necesitados. “La crisis sanitaria nos demuestra que en la realidad vigente no hay posibilidad alguna de que la especie logre su supervivencia y bienestar”(Naranjo,Francisco). Muchas respuestas confluyen a visualizar la situación. “La actual pandemia ha desnudado y recrudecido males que ha creado y reforzado la humanidad a través de su historia”(Ríos, Carlos).

No confundiremos aislamiento físico con aislamiento social,a pesar de la ocupación de los espacios públicos, primaba la soledad y el aislamiento en las relaciones sociales. “El aislamiento ya existía… La pandemia brinda la posibilidad de repensar todo,de deconstruir cada acción”(Dazzini,Mónica).“En el caso del Ecuador la crisis tiene condiciones agravantes: falta de reservas para contingencias, deuda externa gigantesca, desempleo. Las exportaciones y el turismo casi paralizados, sin inversión externa“ (Pallares, Carlos).

El mundo virtual y la crisis

A raíz de la generalización de las conexiones virtuales, ha sido posible continuar algunas relaciones y trabajos “La pandemia y el distanciamiento social han hecho que el mundo físico se vuelva un mundo abstracto (virtual). Lo mismo sucede en la realidad urbana, las grandes ciudades y los centros de trabajo se vaciaron” (Guayasamin, Diego). Las redes sociales han sido un canal importante para expresar la visión de sus millones de usuarios y “lo que las personas sentían sobre el coronavirus: … determinamos la velocidad de la propagación a través de los patrones y su compotamientos y concluimos que con los procesos de atención de salud actuales ibamos a tener problemas”(Rodríguez, Francisco). “Desde nuestra cotidianidad sentimos que el aislamiento está provocando: teletrabajo, ausencia de trabajo, educación a distancia, compras en línea, ingreso intenso al mundo digital, aspectos que seguramente impactarán en nuestras futuras maneras de habitar,trabajar,aprender y movernos. El COVID-19 ha removido al mundo y ha tenido la capacidad de destapar la injusticia social,la fragilidad de nuestros sistemas y es previsible que las tensiones suscitadas lleven a graves explosiones sociales y a cambios”(Borja, Karina).

La globalización y el aislamiento

Es una contradicción que en la globalización, nos encontremos en situación de aislamiento individual y social, y que la producción e intercambio de bienes y servicios se encuentren contraídas hasta desaparecer en muchos casos. Esta situación nos permite avizorar un futuro difícil de puesta en marcha de los sistemas productivos y distributivos indispensables para la vida de manera diferente,con equidad y distinta relación con los sistemas naturales.

Los avances tecnológicos en las comunicaciones, han permitido información e intercambios internacionales y globales, un conocimiento instantáneo del estado de situación, de procedimientos e investigaciones científicas, lo cual alcanzó dimensiones y posibilidades sorprendentes. “Por primera vez en la historia de la humanidad, el mundo entero está conectado y sigue una serie de acciones en conjunto… (que) demuestran el nivel de conectividad y rapidez de acción que los humanos hemos alcanzado como especie” (Escudero Felipe). Pero, el aislamiento entre países interdependientes en una sociedad humana globalizada, ha puesto en evidencia la imposibilidad de ser autosuficientes y la fragilidad de las relaciones solidarias en el planeta, aunque existan loables excepciones.

La reflexión

El quedarse en casa para aportar a la disminución de oportunidades de contagio ha provocado no solo reorganización de la vida en familias y comunidades, sino que, para los arquitectos, ha generado un silencio propicio para reflexiones de índole general y sobre la práctica profesional. “Una época que nos invita vivir hacia adentro, a valorar, a reflexionar, a volver a casa. Este último término, significa para mí volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, … Las ciudades, ahora vacías, por fin están respirando. La naturaleza está llegando a ellas, nos estamos dando cuenta de que lo que las enferma, es el ser humano.” (Rivera, Gabriel). La reflexión que empieza en uno mismo, se expande hacia el entorno comunitario y ambiental. “La pregunta importante, para mí, es si esta pandemia y el encierro obligado nos propone un tema de reflexión que conduzca a revisar la conducta y el comportamiento de esta sociedad consumista y depredadora del medio ambiente. Creo que deberíamos hacerlo. No existe razón para rehuir esta responsabilidad personal y colectiva“ (Banderas, Fausto). “Encerrados en nuestras casas … tenemos … la oportunidad de reflexionar e imaginar un futuro sin precedentes” (Morales, Roberto). “La emergencia sanitaria nos ha revelado nuestra vulnerabilidad y capacidad de impactar al entorno social y medio ambiental” (Salvador, Ana Gabriela).

Quedarse en Casa ¿Qué casa?

El requerimiento de “aislamiento social”ha hecho más”(RAMA).

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