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Interdependencia global y la actitud hacia los extranjeros. Jeremy Adelman. english version
Interdependencia global y la actitud hacia los extranjeros. Jeremy Adelman. english version
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Length:
52 minutes
Released:
Feb 1, 2019
Format:
Podcast episode
Description
El 30 de enero de 2019 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino la conferencia de Jeremy Adelman, catedrático de Historia de la Universidad de Princeton, titulada “Interdependencia global y libertad de movimientos transfronterizos de personas”.
Adelman empezó recordando que Adam Smith dijo que 1492, el año del descubrimiento de América, había sido el más importante del mundo porque dio inició a la interdependencia global. Ahora nos encontramos en una situación en la que mucha gente se pregunta si lo construido en estos cinco siglos está desmoronándose.
Hoy podría decirse que nos encontramos al final de un ciclo de integración global muy largo, en el que todos necesitamos a todos. Dependemos, por ejemplo, del comercio internacional y tenemos que afrontar juntos problemas como el del cambio climático. Dicho de otra forma, tenemos un interés egoísta en lo que hacen los demás.
En este contexto, la crisis de los inmigrantes es un problema mundial, ya que la integración global plantea límites a la integración social entre países y dentro de los mismos. Pero la crisis de los inmigrantes también tiene que ver con la comprensión. La cuestión, por tanto, es cómo plantear esa relación entre intereses y comprensión. Adam Smith pensaba que, cuanto más integrados estuviéramos, más comprensión habría en el mundo. Y es que necesitamos a los extranjeros, pero en las sociedades domina el rechazo a los mismos, lo que implica el agotamiento de la integración.
¿Estamos, entonces, ante el fin de la globalización? Adelman cree que no, pero sí que piensa que estamos atravesando una fase dolorosa vinculada con ella, que podría desencadenar una crisis como la de 1929. En estos momentos, estamos atrapados en una situación de espera en la narrativa sobre la interdependencia. Además, nos cuesta entender una paradoja en relación con la globalización, que es que necesitamos a los extranjeros y que ellos nos necesitan a nosotros. Si comprendemos estos, podremos formular una nueva narrativa de la integración basada en la necesidad de estar todos juntos.
El mundo que teníamos a finales del siglo XX ya no nos sirve porque le falta legitimidad y desgarra nuestro tejido social. Así es que nos vemos atrapados entre los argumentos en favor de la globalización que se han quedado obsoletos y el atractivo que tiene el atacarlos desde todos los frentes.
Vivimos en un mundo que no hace el menor esfuerzo por tratar de comprender, lo que supone un problema porque las narrativas son las que crean el contexto de nuestras identidades compartidas. Son las que definen los límites de quienes somos. También tienen una función económica, porque dan lugar a externalidades que facilitan que comerciemos entre nosotros. Por tanto, cuantas más narrativas tengamos, más comerciaremos y mayor será nuestra prosperidad.
Una de las condiciones más importantes que, desde 1945, permiten la integración global es el recuerdo de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, así como de los treinta años de gran desarrollo económico que siguieron al conflicto bélico. Pero, a medida que se han ido perdiendo estos recuerdos, también se han ido deteriorando los elementos de unión que permitían que las sociedades comerciaran entre sí. Este deterioro también se debe al surgimiento de las modernas desigualdades de renta.
Otras partes del mundo también perseguían estas narrativas comunes, que ayudaron a legitimar el poder de las élites y a movilizar a las sociedades para un fin común. Eran los tiempos en los que el comunismo, el anticolonialismo y el régimen liberal y democrático compitieron entre sí. Pero la caída del comunismo y el fin de los imperios coloniales supusieron la desaparición de esa competencia y el ganador, la democracia liberal, perdió su energía.
Occidente, de hecho, sufrió dos golpes. El primero, de naturaleza positiva, fue la caída del muro de Berlín. Aquél fue un tiempo de euforia y de una sola narrativa, la del régimen liberal y democrático, que no tenía alternativa. Es
Adelman empezó recordando que Adam Smith dijo que 1492, el año del descubrimiento de América, había sido el más importante del mundo porque dio inició a la interdependencia global. Ahora nos encontramos en una situación en la que mucha gente se pregunta si lo construido en estos cinco siglos está desmoronándose.
Hoy podría decirse que nos encontramos al final de un ciclo de integración global muy largo, en el que todos necesitamos a todos. Dependemos, por ejemplo, del comercio internacional y tenemos que afrontar juntos problemas como el del cambio climático. Dicho de otra forma, tenemos un interés egoísta en lo que hacen los demás.
En este contexto, la crisis de los inmigrantes es un problema mundial, ya que la integración global plantea límites a la integración social entre países y dentro de los mismos. Pero la crisis de los inmigrantes también tiene que ver con la comprensión. La cuestión, por tanto, es cómo plantear esa relación entre intereses y comprensión. Adam Smith pensaba que, cuanto más integrados estuviéramos, más comprensión habría en el mundo. Y es que necesitamos a los extranjeros, pero en las sociedades domina el rechazo a los mismos, lo que implica el agotamiento de la integración.
¿Estamos, entonces, ante el fin de la globalización? Adelman cree que no, pero sí que piensa que estamos atravesando una fase dolorosa vinculada con ella, que podría desencadenar una crisis como la de 1929. En estos momentos, estamos atrapados en una situación de espera en la narrativa sobre la interdependencia. Además, nos cuesta entender una paradoja en relación con la globalización, que es que necesitamos a los extranjeros y que ellos nos necesitan a nosotros. Si comprendemos estos, podremos formular una nueva narrativa de la integración basada en la necesidad de estar todos juntos.
El mundo que teníamos a finales del siglo XX ya no nos sirve porque le falta legitimidad y desgarra nuestro tejido social. Así es que nos vemos atrapados entre los argumentos en favor de la globalización que se han quedado obsoletos y el atractivo que tiene el atacarlos desde todos los frentes.
Vivimos en un mundo que no hace el menor esfuerzo por tratar de comprender, lo que supone un problema porque las narrativas son las que crean el contexto de nuestras identidades compartidas. Son las que definen los límites de quienes somos. También tienen una función económica, porque dan lugar a externalidades que facilitan que comerciemos entre nosotros. Por tanto, cuantas más narrativas tengamos, más comerciaremos y mayor será nuestra prosperidad.
Una de las condiciones más importantes que, desde 1945, permiten la integración global es el recuerdo de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, así como de los treinta años de gran desarrollo económico que siguieron al conflicto bélico. Pero, a medida que se han ido perdiendo estos recuerdos, también se han ido deteriorando los elementos de unión que permitían que las sociedades comerciaran entre sí. Este deterioro también se debe al surgimiento de las modernas desigualdades de renta.
Otras partes del mundo también perseguían estas narrativas comunes, que ayudaron a legitimar el poder de las élites y a movilizar a las sociedades para un fin común. Eran los tiempos en los que el comunismo, el anticolonialismo y el régimen liberal y democrático compitieron entre sí. Pero la caída del comunismo y el fin de los imperios coloniales supusieron la desaparición de esa competencia y el ganador, la democracia liberal, perdió su energía.
Occidente, de hecho, sufrió dos golpes. El primero, de naturaleza positiva, fue la caída del muro de Berlín. Aquél fue un tiempo de euforia y de una sola narrativa, la del régimen liberal y democrático, que no tenía alternativa. Es
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Feb 1, 2019
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Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo. Johan Norberg, english by Conferencias Magistrales Fundación Rafael del Pino