

«Para mí el mundo es de los que son simultáneamente valientes, generosos, optimistas, propositivos y constructivos. La receta parece sencilla, sin embargo encontrar esa combinación no es tan fácil», dice Teresa Ribera (Madrid, 1969), Vicepresidenta Tercera del Gobierno y Ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, sentada bajo los frondosos árboles del jardín del Museo del Traje de Madrid, unos de sus refugios preferidos. «Incorporé mi compromiso por el medio ambiente de manera gradual, apenas sin darme cuenta. Es una pasión y una convicción. Es cierto que desde pequeña la vida en el campo me gustaba mucho, y los aspectos sociales y de equidad siempre me han parecido atractivos. Creo firmemente que esta es la gran batalla de nuestro tiempo. Los asuntos de justicia o de injusticia, de progreso o de regresión, incluso en términos industriales de empleo, de seguridad alimentaria y de incendios, están vinculados directamente a cómo de responsables somos en nuestra relación con el planeta».
Cuando no está debatiendo sobre cuestiones de la salud física de la de Kate Raworth, o leyendo las obras de una de sus autoras predilectas, Almudena Grandes. De niña colocaba con su abuelo casitas de pájaros en las ramas y de adolescente participó en manifestaciones contra las armas nucleares y en favor de las ballenas, dos de los grandes temas de principios de los años ochenta. Ahora sigue los pasos del joven activista Alejandro Quecedo y siente una profunda admiración por los trabajos de la física y filósofa india Vandana Shiva y por Andrea Meza, la Secretaria Ejecutiva Adjunta de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. «Es cierto que no se puede pedir a cada uno que sea un héroe en todos los comportamientos del día. Aun así, la responsabilidad más importante de las grandes instituciones y corporaciones es facilitar las cosas».