
Andrew J. Wakefield (1957) era un médico británico especializado en cirugía de intestino –el Consejo General Médico de Reino Unido le retiró su licencia en 2010– que en febrero de 1998 publicó un polémico artículo en la revista médica más prestigiosa del mundo y una de las más influyentes en el ámbito académico internacional: The Lancet. El artículo, en el que Wakefield coordinaba el trabajo de doce facultativos en distintos ámbitos médicos, había sometido a examen a un grupo de once niños y una niña, de entre 3 y 10 años de edad, que habían mostrado problemas intestinales severos (asociados a colitis ulcerosa), así como trastornos neurológicos (principalmente autismo y algún caso de psicosis).
¿EL PELIGRO DE VACUNARSE?
El trabajo de Wakefield se presentaba como un informe preliminar que sugería que eran las alteraciones intestinales las que, al provocar un déficit en la asimilación de vitamina B12 (que ayuda a la producción de la mielina que recubre los nervios, como si de un cableado eléctrico se tratase, facilitando así su funcionamiento) desencadenaban los problemas neurológicos. A su vez, el inicio de estos síntomas conductuales se asoció, según el testimonio de los padres de ocho de los niños, cuando estos fueron inmunizados del sarampión, paperas y rubeola –vacuna que se conoce como triple vírica o SPR (en inglés MMR)–. El artículo omite, sin embargo, que el autismo se detecta a los dos primeros