
Para conocer el origen de la PNL debemos remontarnos a la California de comienzos de los años setenta del siglo XX. Permanecen todavía los rescoldos de la revolución social generada en la década anterior por corrientes contraculturales como el movimiento hippie y sus manifestaciones contra la guerra de Vietnam (1955-1975), o la filosofía new age que alimentó la eclosión de numerosas sectas de impronta orientalista que sedujeron a celebridades de la música y el cine. Al mismo tiempo, la llegada del hombre a la Luna (1969) permitió la popularización de un nuevo paradigma tecnológico: la informática y sus lenguajes de programación o software.
Mientras, en el ámbito de la Psicología –que no se consolidó como una ciencia unitaria, sino como una ramificación de distintos modelos teóricos, a menudo contradictorios entre sí–; adquierieron una mayor popularidad las terapias de corte humanista. Uno de los principales teóricos de esta corriente, conocida también como Tercera Fuerza de la Psicología –por surgir en contraposición a la Psicología Conductista y la Psicología Psicoanalítica– fue el estadounidense (1908-1970). Maslow fue más conocido entre el gran público por su teoría sobre la motivación humana (1943), la cual establecía una jerarquía piramidal de necesidades cuya base se asentaba sobre las funciones fisiológicas básicas (alimentación, descanso, sexo…), para ascender progresivamente por las necesidades de seguridad, afecto y reconocimiento hasta alcanzar la plena autorrealización. La consecución de estas metas es lo que motivó el desarrollo no solo de las distintas terapias de la Psicología humanista, sino también de (1894-1963) o (1917-2008) y su Meditación Trascendental– que buscaba la exploración de estados superiores de conciencia para lograr esa autorrealización.