
En la primavera de 2022 las debilidades idiosincrásicas y las condiciones macroeconómicas adversas se combinaron para precipitar una gran crisis en las criptomonedas. Pero esa crisis también ofreció una oportunidad. Si los reguladores y la industria de la criptografía cooperan y ponen orden en muchas jurisdicciones del sector, los equipos de criptomonedas podrán centrarse en la innovación en lugar de la especulación. Aún así, abundan los obstáculos para un crecimiento “sano” de esta industria financiera: desde problemas de anonimato y resistencia a la censura hasta criptomonedas que no incorporan reclamos legales sobre ninguna entidad.
En noviembre de 2021, la capitalización del mercado general de los criptoactivos superó los 2.9 billones de dólares. En agosto de 2022 se redujo a 1.2 billones de dólares. Esta dramática caída siguió en parte un patrón general de aversión al riesgo impulsado por el aumento de la inflación, una política monetaria más estricta (tal y como se analizó en el número pasado) y temores de recesión. El resto se debió a las debilidades de larga data del sector, que ya no se ocultan tras las entradas de capital nuevo.
Las prácticas fraudulentas, la