
PUEBLA, RUE.- Con una diabetes severa que mermó en gran parte su vista y limitaciones para movilizarse, el deteriorado estado de salud del gobernador Miguel Barbosa Huerta no sólo lo llevó a la muerte este 13 de diciembre, sino que también marcó el devenir de su gobierno. Excolaboradores, periodistas y allegados a Barbosa entrevistados por Proceso señalan que, aunque el talante de Barbosa siempre fue de un gobernante autoritario, sus limitaciones físicas lo llevaron realmente a estar cautivo de su círculo más cercano.
Mucho de lo que ocurrió durante los tres años y cuatro meses que duró su administración fue marcado en gran medida por su estado de salud, coinciden.
Desde el arranque de su gobierno, el mandatario, quien tenía 63 años al fallecer – por un infarto según el reporte oficial– ya no podía leer documentos, periódicos, ni ver presentaciones, por lo cual desde un inicio dependió su gente más cercana, especialmente de su esposa, Rosario Orozco Caballero, y de su jefa de comunicación, Verónica Vélez Macuil, para informarse y tomar decisiones. Cuando debía firmar algún oficio, alguien le debía colocar su mano en el espacio que correspondía.
Los testimonios refieren que el gobernador no distinguía a las personas que se le