
Cuánto más complejo se pone el panorama, más se valora la capacitación. En estos momentos, tener un título de posgrado es un doble atractivo para las empresas y acrecienta la empleabilidad de los profesionales. Al mismo tiempo, como las compañías atraviesan diversas dificultades para conseguir los talentos adecuados, ellas invierten en ofrecerles a sus colaboradores programas de educación ejecutiva para así fidelizar a los integrantes de sus organizaciones.
“Después de dos años de pandemia, el principal impacto que recibió la educación ejecutiva -y a lo cual debió poner principal foco- fue la necesidad de interpretar y dar respuesta a una mayor complejidad en los requerimientos de nuestros participantes y potenciales clientes”, define Rosario Zabala Gallardo, referente del Equipo de Programas Abiertos de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).
Para decirlo concretamente, “hasta la flexibilización y apertura de la situación sanitaria, los participantes de los programas manifestaban un gran deseo de volver a las aulas y un gran preconcepto al respecto de cómo eso mejoraría la posibilidad de interactuar y fortalecer el networking. Sin embargo, cuando nos fue habilitada una mayor presencialidad, y junto con la reapertura de las oficinas, notamos que las personas elegían conscientemente su comodidad incluso por encima de la experiencia en el campus”, agrega Zabala Gallardo.
Por supuesto, esto puede variar según cada persona, “pero sin dudas hubo una tendencia sostenida hacia la modalidad online, no solo por parte del caso típico de participante del interior, sino también por parte de gente de CABA y alrededores, para quienes ese formato resulta más accesible y coexistente con sus obligaciones profesionales y personales -indica la referente de la UTDT-. “Esto nos obligó a pensar nuevas modalidades de cursada y