La fuerza de la oración

«¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?». Si esta pregunta –¿retórica?– la hace el mismísimo Dios comparando el amor materno con el suyo omnipotente, imaginemos el poder que atribuye a las madres cuando oran. Santa Mónica se habría contentado con ver a su hijo Agustín cristiano. Y Dios se lo concedió con creces: ¡no solo cristiano, sino consagrado por entero a Dios y a su Iglesia!
–¿Está resurgiendo la fe en los jóvenes, como vemos en nuevos grupos de oración, parroquias y asociaciones?
–La pregunta quema y es esencial; en ello nos va la vida. Y la respuesta es clara y rotunda: sí. Está resurgiendo la fe de los jóvenes. De otro modo, Dios habría dejado de ser, como lo llamó san Agustín, «Verdad siempre antigua y siempre nueva». Está resurgiendo ¡a pesar y más allá de las cifras, claro! Cuando Jesús dijo: «No temas pequeño rebaño», no añadió «porque seréis muchos»; dijo simplemente: «porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» ( 12,32). Al Espíritu Santo no le asustan las, incluso a pesar de nosotros, los pastores, que más de una vez habremos sido flojos en presentar esa Verdad.
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