NARCISISTAS: Entre la idolatría y la presunción

Según Plotino, el mito de narciso se refiere al hombre que busca la belleza más en lo externo y, en consecuencia, se queda en la fachada personal, cuidando la portada, la apariencia.
Fue Havellock Ellis el primero que utilizó este término a finales del siglo XIX para referirse a aquellos sujetos que desarrollaban una tendencia sexual hacia sí mismos. Freud adaptó más tarde el concepto a sus criterios psicológicos para referirse a las personas con un amor desordenado y excesivo hacia sí mismos. Tiempo después, la corriente psicoanalista estableció los rasgos de esta personalidad haciendo hincapié en dos vertientes: el amor extraordinario hacia uno mismo y una autoestima grandiosa, fruto de una evaluación personal desmedida.
Los narcisistas giran sobre sí mismos pidiendo de los demás aplausos y gratificaciones verbales, siempre preocupados por causar un fuerte impacto positivo en la gente que les rodea y, a la vez, reclamando elogios, admiración y reconocimiento de su valía. No obstante, resulta más importante lo que ellos piensan sobre su propia excelencia que lo que opinan los demás.
El patrón de conducta se vertebra sobre la impresión de grandeza suprema de su persona y la necesidad de reconocimiento por parte de la gente del entorno. Hay en él presunción, engreimiento, soberbia descomunal, jactancia y petulancia.

■ Por todo ello, los narcisistas provocan en los demás rechazo y carecen de empatia. La autovaloración y la hipersensibilidad
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