Abogacía

Aceptar la derrota: condición para la democracia Lorenzo Córdova Vianello

Poca gente está consciente de su linaje de izquierda. Usted es hijo de dos grandes militantes y académicos de la izquierda democrática: Arnaldo Córdova y Anna Paola Vianello Tessarotto, y naturalmente se formó en esa tradición. De hecho, usted y el consejero Murayama pertenecen a esa época gloriosa en que la izquierda postulaba a perfiles como los suyos a encargos como éstos. Tiempos que no volverán más, por desgracia. ¿Cómo se asume usted ideológicamente?

Nunca he sido de izquierda en el plano estrictamente político, pero sí en el ámbito académico de las ideas. No soy ajeno al compromiso social; desde la academia he asesorado distintas iniciativas legislativas que han sido significativas para avanzar ideales a mi parecer progresistas. Ideológicamente formo parte de los postulados del liberal-socialismo, como lo llama Norberto Bobbio. Por un lado, una convicción absoluta en los valores liberales como base de la convivencia de una sociedad en democracia, y desde este punto de vista, un respeto absoluto del pluralismo político e ideológico, que yo considero la riqueza de la sociedad. Por otro lado, en términos de Bobbio, me adhiero y hago mío el principio de igualdad junto con el de libertad. Estos principios que inspiran a las democracias modernas, a las democracias constitucionales: igualdad de derechos, igualdad para el goce de condiciones mínimas vitales. Eso es la socialdemocracia: una vocación que tiene que ver con la igualdad y con la satisfacción de las necesidades vitales de todas las personas. Lo anterior, complementado con lo que Montesquieu llamaba “esfera de la licitud”, es decir, los límites basados en el principio de legalidad, que finalmente es la herencia del constitucionalismo moderno y donde creo que está la pieza clave de una izquierda democrática.

■ Hace poco presentó usted el extraordinario libro de Cass Sunstein, La conformidad, publicado por el INE en conjunto con esa gran editorial que es Grano de Sal. ¿Qué valor le da a la disidencia? ¿Qué papel tiene en el México de hoy?

Es fundamental, es la clave de toda convivencia democrática, pues no es otra cosa sino acuñado por Rousseau no es un concepto homogéneo; hay autores como Carl Schmitt—a quien he dedicado buena parte de mi vida intelectual—que han querido convertir el concepto de en un concepto homogéneo, lo cual es profundamente antidemocrático. La homogeneidad es una falacia autoritaria con la que Schmitt contribuyó a construir el nazismo. El concepto de no es un concepto democrático en sí; lo es en la medida en que se utilice en clave democrática. La democracia es ese espacio que permite que conviva el pluralismo y aflore la complejidad de la sociedad. No hay otra forma de gobierno que nos permita coexistir de manera pacífica. Por eso es fundamental la tolerancia, ese componente que desde la Ilustración ha sido la gran herencia civilizatoria de la modernidad. No puede haber democracia sin tolerancia y, al contrario, la intolerancia es el caldo de cultivo de todos los regímenes autoritarios; no hay uno solo que no se haya fundado en este antivalor democrático.

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