Bienvenidos a Haparanda
Hacía tiempo que una misión no me llevaba a un lugar así. Parecía el fin del mundo, un lugar triste, sin luz, pero a la vez con encanto. Sí, es contradictorio, pero tenía sentido. Las casas vacías, los locales cerrados, las calles con algún coche abandonado. Todo eso quedaba contrarrestado por la magnitud de su entorno. Los bosques se erigían al lado de las carreteras infinitas convirtiéndose en escenarios de cualquier película de terror. Ya lo tenía decidido: cuando acabara mi misión me quedaría unos días allí. Necesitaba un descanso.
Me levanté de golpe de la silla, la aparté de una patada. Tenía que sacar fuerzas de donde fuera. Salté en vertical con todo mi ahínco, al mismo tiempo que recogía mis rodillas hasta el pecho y me pasaba las
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