EL MAYOR PARTIDO CONTRA LA COVID 19

UNA RESPLANDECIENTE MAÑANA del verano pasado, Lauren Duvernay-Tardif llega al campo de fútbol situado a las afueras de Montreal ansiando encontrar un espacio abierto donde entrenar. Muchos niños con mascarillas ya se han hecho con casi todo el césped, lo que refleja que no parece respetarse mucho el distanciamiento social. Por ello, este guardia ofensivo del Kansas City Chiefs, de 1,95 m de altura y 145 kg de peso, ganador de una Super Bowl, vuelve a meter en su SUV todo un cargamento de conos y vallas. Arranca y se dirige a un campo de césped artificial situado cerca de su casa, en el distrito Plateau Mont-Royal de Montreal, el lugar por excelencia de los hípsteres. Sin embargo, nada más llegar, ve que las puertas están cerradas. Con su sudadera con capucha color burdeos y sus pantalones cortos plateados, Duvernay-Tardif alza la mirada al cielo. “Montreal”, se dice a sí mismo con una voz profunda en la que está presente la impronta de su acento quebequés, “qué difícil nos lo pones a veces a los atletas”.
Pese a todo, alguien con un anillo de la Super Bowl en su poder no se rinde tan fácilmente. Camina por un carril bici lleno de baches y grietas situado cerca del campo y empieza a recorrer una distancia de unos 48 metros (el ancho de una cancha de fútbol) sobre el trozo de asfalto. Se pone el cronómetro en el móvil y acaba simulando una de las pruebas físicas del campo de entrenamiento. Esprinta en su campo improvisado 19 segundos, una vez por minuto, 15 veces. “Si no lo haces, no puedes entrenar”, se dice una y otra vez entre las repeticiones, respirando fuerte, pero sin llegar a quedarse sin aire.
En eso ha consistido su entreno la mayor parte de este 2020. Un año en el que un Duvernay-Tardif,
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